Economía

Sistema alimentario: ¿camino al éxito?

Expertos de Deloitte analizan la urgente necesidad de cambiar nuestros hábitos alimenticios

Desde el punto de vista económico, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el sector agroalimentario mexicano es el más dinámico en cuanto a tasa de crecimiento y genera tantas divisas como remesas.

Esta industria ocupa el décimo lugar mundial en exportación de alimentos, según el Consejo Nacional Agropecuario (CNA), y es una gran fuente de empleo —tanto en el campo, como en la ciudad—, un hecho que ha favorecido al desarrollo de empresas globales de capital nacional.

De manera particular, Jalisco, estado al que se le reconoce como “el gigante agroalimentario de México”, es uno de los principales productores y exportadores de productos agropecuarios, de acuerdo con cifras del INEGI, por su importante producción en agricultura, ganadería, pesca y acuicultura.

En este contexto, algunos académicos y activistas sociales de diversas partes del mundo están poniendo sobre la mesa la necesidad de analizar dos aspectos relevantes relacionados con el sector agroalimentario: la gestión ambiental y la salud pública.

Comenzando por la gestión ambiental, cada vez es más preocupante la contaminación que se genera en el aire, el suelo y el agua, derivada de los procesos de producción intensiva de plantas y animales, o por la transformación de los mismos, así como por el empaque, el traslado y la distribución.

Referente a algunos patógenos del ganado, como la influenza aviar, los plaguicidas, los nitratos, los oligoelementos metálicos, los antibióticos, las vacunas y los promotores hormonales del crecimiento, empleados para aumentar la producción de plantas y animales, pueden contribuir al desarrollo de enfermedades humanas, las cuales empiezan a ser una carga en los sistemas de salud pública. La pérdida de especies, por el avance de las fronteras agrícolas y pecuarias, así como el incremento en la competencia por el agua disponible, comienzan a ser una prioridad en muchos puntos del planeta.

Para la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), la mayor fuente de contaminación en el agua, en algunos países, es la agricultura, debido a la gran cantidad de agroquímicos, materia orgánica, sedimentos y sales que se vierten en ella.

Aunado a ello, la Comisión Nacional del Agua (Conagua) menciona que, en un país con baja disponibilidad de agua, donde 70% de ésta es utilizada para la agricultura, más del 57% del agua se desperdicia, posiblemente, en una infraestructura que no se encuentra en óptimas condiciones.

El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), considera que el sector genera 23% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, mientras que 70% de la deforestación, en América Latina es una consecuencia de la expansión de la agricultura comercial, de acuerdo con la FAO.

Respecto a la salud pública, el consumo de ciertos alimentos ricos en azúcares, grasas y residuos de químicos o farmacéuticos contribuyen a la proliferación de enfermedades crónico degenerativas, situación que está poniendo en dificultades a los sistemas públicos de salud y a las finanzas de los gobiernos.

De acuerdo con el INEGI, las enfermedades cardiacas continúan siendo la principal causa de muerte en México, seguidas por la diabetes, tumores malignos y enfermedades del hígado. El Colegio Mexicano de Cirugía para la Obesidad y Enfermedades Metabólicas (CMCOEM) menciona que el tratamiento de la obesidad requiere de un consumo significativo de recursos por parte del sector salud en México.

En las últimas décadas, nuestros hábitos alimenticios han cambiado al sustituir comidas preparadas con alimentos frescos por alimentos procesados, lo cual es el resultado de la urbanización y de los cambios en nuestro estilo de vida.

Por eso, tomando en consideración los aspectos previamente mencionados, podríamos señalar la importancia en impulsar la evolución del sistema alimentario, en todos los niveles (internacional, nacional y estatal), considerando la conciliación de tres objetivos: producir más alimentos, hacerlos más saludables y evitar afectaciones al medio ambiente.

Sin duda, se trata de una tarea complicada; sin embargo, es aconsejable que el tema sea abordado entre científicos, empresarios, agricultores y gobiernos, en un marco de cooperación internacional.

Al mismo tiempo, existen otras iniciativas que podrían implementarse para ayudar a mejorar nuestra alimentación y el actual contexto, como: educar a los niños en materia nutricional; disponer, en la medida de lo posible, de comedores en las escuelas, en donde se sirvan alimentos indicados por nutriólogos expertos; limitar la venta de productos chatarra en las escuelas, así como la publicidad de los mismos; hacer partícipes a los niños en la preparación de alimentos; y aumentar el tiempo dedicado a la actividad física.

De igual forma, es importante fomentar la construcción de una infraestructura exclusiva para movilidad no-motorizada (por ejemplo, ciclistas, patines, scooters, corredores), con el objetivo de impulsar el ejercicio, así como del uso del transporte colectivo, que, en conjunto, ayudarían a reducir la contaminación.

El planeta está en una situación delicada y las acciones que tomemos en los siguientes años delinearán nuestro futuro y el de los alimentos. Hoy tenemos la oportunidad de comenzar a actuar para garantizar nuestro bienestar y el desarrollo exitoso de nuestro sistema alimentario.

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