"Pasamos tres meses sin vender ni un litro de mezcal"
Una familia en Oaxaca no ha dejado de trabajar durante la pandemia, pero el cese de festejos ha desplomado el consumo de la bebida
Vito Irineo Jarquín tiene 83 años. Todos lo conocen como Marcelino, pues es el nombre que le impuso el cura en su bautizo. Es mezcalero y trabaja en su pequeño palenque en el pueblo donde nació, La Pila, en Miahuatlán de Porfirio Díaz, un municipio de la Sierra Sur de Oaxaca.
El primer acercamiento de Marcelino con el mezcal fue a los 15 años y desde entonces no ha parado de trabajar.
Tuvo cuatro hijos. Dos están con él en la producción, Silverio y Eleazar, quienes aprendieron de su padre todo lo que necesitan saber para su elaboración.
Hoy Silverio y Eleazar son la fuerza que mueve el palenque. Eleazar emigró de joven a Estados Unidos y apoyó económicamente para consolidar y actualizar el negocio familiar. Ahora está de regreso, trabajando codo a codo con su papá y su hermano.
Su fuerza es necesaria precisamente ahora, cuando la crisis económica derivada de la pandemia del COVID-19 ha derrumbado las ventas del mezcal y se necesita de todos los brazos para repuntar el negocio familiar.
"Tres meses pasamos sin vender ni un litro", cuenta Silverio, resguardado detrás de su cubrebocas mientras corta maguey.
Los principales clientes de esta familia de mezcaleros se encuentran en Miahuatlán y las comunidades aledañas, fue por eso que los litros de mezcal dejaron de correr, pues en Oaxaca los pueblos blindaron sus accesos para no permitir la llegada del virus.
Aunque los cierres carreteros como medida de autoprotección no afectaron la producción de mezcal, sí complicaron que se moviera el producto, que nunca se dejó de destilar.
"Aquí tenemos todo para trabajar: el agave, el palenque, todo. Los clientes fueron los que se apagaron. Las fiestas patronales, los cumpleaños y demás celebraciones se detuvieron, eso fue lo que más nos afectó, no se vendía nada", explica Silverio.
Según habitantes de la comunidad, antes de la pandemia la gente llegaba a comprar entre 20 y 50 litros de mezcal, pero ahora, quien se acerca pide a veces medio o un litro.
A pesar de las bajas ventas, estos tres hombres no han detenido la producción de mezcal, con la esperanza de que pronto mejoren las ventas y que, cuando exista una recuperación económica, estén listos para vender.
Para lidiar con la crisis los familiares más jóvenes han diseñado una página de Facebooky han nombrado a su mezcal Sangre de Maguey, buscando en las redes sociales una alternativa para la venta de su producto.
La esperanza de la familia no es infundada, pues de acuerdo con la Secretaría de Economía de Oaxaca, la industria mezcalera es una de las que más ha crecido en los últimos años, 173% desde 2015, y la entidad concentra 90% de la producción anual, que en 2019 se estimó en 7.1 millones de litros. De ellos, 4.7 se envasaron para exportación y 80.3% de ese total es oaxaqueño.
Tradición de más de un siglo
Amanece en La Pila
Marcelino y sus hijos ya están alrededor del horno trabajando. Han esperado varios días para encenderlo, pues las constantes lluvias no lo han permitido. Las piñas de maguey, ya cortadas y listas, esperan a un costado.
El horno, un gran hoyo en la tierra, está hecho especialmente para cocer el maguey y lleva más de 100 años sirviendo a la familia Jarquín. "Mi abuelo hizo el horno, él ya producía mezcal aquí, nada ha cambiado, aquí jugábamos de niños a darle vueltas", recuerda Silverio.
El horno no se ha modificado y la manera en la que estos mezcaleros producen la bebida, tampoco. El proceso es completamente tradicional, desde la siembra de los magueyes, su crianza y el corte, basándose en las fases de la luna, respetando la tradición. "Tenemos que cortar el maguey en luna creciente, la sazón del maguey es mejor, también su producción, ese es el punto. Esa es la tradición que tenemos, le tenemos fe al conocimiento de antes", relata Silverio.
El horno permanecerá encendido ocho horas, tiempo de incertidumbre, pues las nubes están presentes y puede comenzar a llover en cualquier momento.
Entre los habitantes de La Pila es común ayudarse en la siembra, el corte de maguey o en el cerrado del horno. "Casi no hay trabajadores y los pocos que hay quieren ganar mucho, por eso mejor nos ayudamos entre vecinos", explica.
IM