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Ha nacido otra dinastía

La afición, las 61 mil 629 personas que se dieron cita en el Allegiant Stadium, hizo lo suyo en un Super Bowl dramático

En Las Vegas todo es espectacular: las luces, los casinos, el estadio y sí, también lo fue el Super Bowl.

Era el último cuarto, con nueve segundos en el reloj de juego. Los 49ers estaban arriba en el marcador por tres puntos, pero nueve segundos son una eternidad cuando tienes un equipo de época como los Chiefs. Un gol de campo bastó para empatar el marcador 19-19 y obligar a que se jugaran tiempos extras.

San Francisco ganó el volado y apostó todas sus fichas en su decisión: tener la primera ofensiva. Un error.

El ataque de los 49ers sufrió como lo hizo prácticamente toda la segunda mitad, Purdy buscó a sus ases, pero lo único que consiguió fue acercar a su equipo a un gol de campo que fue bien pateado por Jake Moody, que antes falló un punto extra que podría haber evitado el over time, para poner el marcador 22-19.

Pero venía Patrick Mahomes al terreno de juego, con la posibilidad de terminar todo logrando un Touchdown y eso siempre serán malas noticias para el rival.

La afición, las 61 mil 629 personas que se dieron cita en el Allegiant Stadium, hizo lo suyo. En su mayoría, apoyando a los 49ers, empezaron a intentar ensordecer a Mahomes. Giraron las toallas, gritaron, aplaudieron y abuchearon, pero a un fuera de serie eso solo lo engrandece.

El líder de Kansas City hizo lo que sabe hacer, cargar el equipo al hombro. Movió las cadenas en terceras oportunidades, corrió y salió de la bolsa de protección.

Con seis segundos en el reloj, Mahomes sacó la jugada y arrojó el ovoide y como si se tratan de los dados en una mesa en el casino que empezó a girar, casi en cámara lenta como lo ameritaba la escena. Lo que estaba por suceder era inevitable porque cuando Mahomes está en zona roja y es el momento de brillar él no falla y así fue. El balón encontró las manos de Mecoler Hardman y entonces mientras el reloj de juego llegaba a cero... la dinastía quedó decretada.  

Patrick Mahomes, Travis Kelce, Isiah Pacheco rompieron las apuestas, pero lo hicieron justo como le gusta a Las Vegas: a lo grande. Vinieron a la "Ciudad del Pecado", apostaron todo y cobraron su premio cuando levantaron el trofeo Vince Lombardi.

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