Volver a Mishima
El autor japonés forma parte del canon literario nipón; mañana se celebra su aniversario natalicio
Dentro del canon de la literatura nipona el nombre de Yukio Mishima ocupa un lugar indiscutible como uno de los autores más representativos del siglo XX. Nacido el 14 de enero de 1925, su muerte impactó a la sociedad el 25 de noviembre de 1970, al recurrir al viejo ritual samurái del harakiri (literalmente “corte del vientre”). Su muerte controvertida resonó en concordancia con la manera en que vivió y que expresó a través de sus obras, desafiando la opinión pública con temáticas sobre sexualidad, erotismo, la belleza y la muerte.
Pero su suicidio a los 45 años no impidió que dejara una nutrida bibliografía, en la que encontramos cuento, novela, teatro, ensayo literario e incluso incursiones en otros medios, como el cine, en el que actuó y dirigió el cortometraje “Yûkoku” (1966, disponible para verse en línea en sitios como www.ubu.com). La historia que encarnó y que decidió llevar a la pantalla grande es un reflejo también de sus preocupaciones entre la historia con la figura de un oficial del ejército y el cuestionamiento de la vida misma, pues en su cortometraje al igual que en otras de sus obras está presente la muerte por mano propia con el harakiri. A la postre, esta reiteración del suicidio ritual presagió el adiós que decidió tomar.
Su narrativa en español se encuentra dentro del sello de Alianza Editorial. En su amplia obra hay clásicos como la tetralogía titulada “El mar de la fertilidad”, que incluye la célebre “Caballos desbocados”, además de “Nieve de primavera” y “El templo del alba”: la tetralogía se completó de manera póstuma con la publicación de “La corrupción de un ángel”. La amistad, la reencarnación y el contexto social de Japón en el siglo XX son los principales temas de la saga. Otros títulos recomendables de su narrativa son “La perla y otros cuentos”, “Los sables y otros relatos”, “La escuela de la carne”, “Después del banquete” y “Vestidos de noche”.
Para la escena, una particularidad entre la veintena de obras que Mishima escribió es que no se ciñó sólo a la forma contemporánea del teatro, pues recurrió al estilo clásico, en especial a las formas noh y kabuki, cuyos auges se vivieron en los siglos XIV y XVII. De su obra ensayística, una pieza clave para comprender su narrativa y su propia vida es “La ética del samurái en el Japón moderno”. La obra está basada en el libro “Hagakure”, de Yamamoto Tsunetomo, quien se convirtió en monje budista tras dejar las armas en el siglo XVIII. El texto que versa Mishima representó una enseñanza clara sobre el deber del samurái, una doctrina que no dejó de ser vigente en Japón sino hasta los años de la posguerra (razón por la cual Yukio retomó los preceptos para reivindicarlos).
La máscara y el cuerpo
Entre las múltiples constantes que habitan en la prosa (y la vida) de Mishima están dos elementos simbólicos que marcan directrices en la interpretación: el uso de la máscara y el culto al cuerpo. Si bien en los idiomas derivados del latín tenemos la carga semántica de persona como un vocablo que significó máscara, en la cultura japonesa está arraigado el uso de la máscara para cubrir el rostro, como un elemento de profundo simbolismo. Por ello Mishima tituló una de sus primeras novelas como “Confesiones de una máscara”. El texto se publicó en 1949, y significó el primer gran éxito literario del entonces joven Yukio. Koo-Chan, el emblemático protagonista y narrador de este libro, augura esa característica en las personalidades de las narrativas del autor: las diferencias con los otros, la introspección y el descubrimiento de la homosexualidad en una sociedad cerrada le generan al protagonista una máscara encarnada en el rostro, detrás del cual esconde a su verdadero yo.
En cuanto al cuerpo, un libro que explora de manera más directa el sentido del cuerpo es “El sol y el acero”, un texto breve (poco más de cien páginas) en el que el autor oscila entre el ensayo y la expresión autobiográfica. Lejos de la superficialidad, la visión de Yukio es la del desarrollo físico como un espejo del desarrollo de la mente y, sobre todo, de la espiritualidad.
Los premios
Ahora sabemos que Mishima fue candidato al Premio Nobel de Literatura por lo menos en 1963, 1964 y 1965. Existe la afirmación común de que lo “perdió” en 1968 ante Yasunari Kawabata, su compatriota: ese dato es falso, pues no se han abierto los archivos del Nobel de ese año -tienen que pasar 50 años para que se conozca quién más estuvo nominado-, pero la Academia Sueca sólo ha actualizado hasta el 1966.
Entre los premios que sí recibió el escritor están el Shincho y el Yomiuri, por “El rumor del oleaje” y “El Pabellón de Oro” respectivamente. Esta última, otra de sus más famosas y traducidas, expone la vida de un joven solitario, con temáticas como la belleza y la espiritualidad: el padre de Mizoguchi, el protagonista, es un monje budista que lo forma con la fascinación del templo del Pabellón de Oro, un lugar al que llega tras la muerte del padre. En el rubro de los galardones, desde 1988 los mismos organizadores del Premio Shincho establecieron el Premio Mishima Yukio, en honor al escritor.
En su legado también se enumera la creación de Tatenokai, que literalmente se traduce como Sociedad del Escudo, un grupo miliciano cuyo objetivo fue defender las tradiciones japonesas, entre ellas la importancia del emperador (figura de la cual era partidario). Al momento de su muerte, el grupo constaba de menos de un centenar de personas. El harakiri que se aplicó Mishima fue conjunto con otro de los fundadores de la sociedad, luego de fracasar en sus intentos de restablecer el orden imperial con un golpe de Estado.