Cultura

Vivir y morir en "Guerracruz"

Violeta Santiago investiga el pasado criminal de un Estado que se ha convertido en diario de nota roja

Durante la madrugada veracruzana, el infierno abrió una sucursal en Coatzacoalcos y el fuego, alimentado por el crimen organizado, se llevó la vida de 29 personas.

La tragedia, como serpiente que se devora a sí misma, regresó a la memoria el horror que se vivió en Minatitlán, hace cuatro meses, cuando seis sujetos masacraron a 28 miembros de una familia que celebraba una fiesta.

Volvió la mirada triste a un Estado que ha sido renombrado como “Guerracruz” y que fue retratado, en su espiral de violencia, por la periodista Violeta Santiago.

“Lo que sucedió en Coatzacoalcos es la consecuencia de toda esta violencia que se ha enraizado en el Estado por casi una década; no podemos concebir lo que sucedió en Coatzacoalcos, al igual que lo que sucedió en Minatitlán hace unos meses sin dejar de ver los antecedentes. El problema de la violencia no explota de un día para otro, es algo que se va gestando y que permea en lo social y lo cultural y estas son las consecuencias. Hay mucha impunidad”.

Violeta Santiago, ganadora del premio Regina Martínez, señala la simbiosis entre gobierno y crimen organizado como uno de los acicates para que la impunidad pueda pasear en las calles sin ser molestada.

“La policía estatal tiene una participación increíble en la generación de la violencia, en muchos años se encargó de desaparecer a muchos ciudadanos. En México no tenemos que hacer una dicotomía entre buenos y malos, entre grupos criminales y el Estado porque hablamos de un mismo ente. Estas instituciones en lugar de proteger se vuelven un brazo criminal y propician una gran cantidad de violencia”.

Y advierte que el problema tiene un inicio preciso, pero no un final tangible. “Desde los últimos años del exgobernador Fidel Herrera ya se daban cuestiones como embolsados en el Puerto, había desapariciones forzadas; pero es con Javier Duarte que esto estalla: si pudiéramos darle una fecha sería en 2011 cuando dejaron una treintena de cuerpos frente al World Trade Center, en Boca del Río. La cuestión es cuándo vamos a alcanzar un clímax de violencia; así como tardaron en gestarse estos niveles de violencia, que pasaron muchos años para llegar a donde estamos, definitivamente pasarán muchos años para recuperar un estado de paz”.

Veracruz ha encontrado en sus bondades el sino de su tragedia: es un lugar privilegiado por sus recursos naturales y su situación geográfica, mismos que son un apetitoso botín para el crimen organizado, que explota las rutas que atraviesan el Estado y se encarnizan con sus ciudadanos.

“Tiene que ver la importancia del territorio en población, fuerza electoral, geográficamente está en una zona estratégica, conecta al Norte con el Sureste del país, las rutas migratorias lo tienen que atravesar, tiene puertos, tiene petróleo… Veracruz tiene una serie de condiciones que económicamente lo hacen fuerte y favorable y que lo hace atractivo. Coatzacoalcos se está convirtiendo en una ciudad fantasma por este tipo de ataques y extorsiones, lo que pasó es un ejemplo vivo sólo que a niveles mucho más altos”.

CORTESÍA

Periodistas mal pagados, la otra tragedia

Santiago, que se ha desempeñado como corresponsal del noticiero Aristegui Noticias, también advierte que el oficio de informar ha sido pauperizado con las consecuencias funestas para muchos. Sólo en el periodo de Javier Duarte fueron asesinados 17 periodistas.

“Es complejo ejercer en todos los niveles. Es una situación bastante complicada, no nada más porque la mayoría de nosotros, si somos de una ciudad pequeña, tenemos que cubrir todo: política, cultura, sociales y la nota roja. Y la nota roja ya no es lo que anteriormente cubríamos, al menos cada mes hay que reportear dos o tres asesinatos en la vía pública. Incluso hay muchos colegas que nunca han sido policiacos que han tenido que cubrir estas cuestiones”. Sin embargo, no son la nota roja y el ambiente de peligro y violencia los únicos riesgos que afrontan los periodistas. Los malos salarios y la falta de certeza económica son otro presagio funesto para el oficio.  “La mayoría no tiene un solo trabajo, debe tener varios empleos al mismo tiempo, o combinarlo con otras actividades que nada tienen que ver con el periodismo, para poder sacar un salario mensual que más o menos les permita mantener a su familia”.

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