Cultura

Versos de vida eterna

La vida de Rosario Castellanos, escritora emblemática de la literatura mexicana, es retomada por la autora Rebeca Orozco, quien lanza la novela “El aire en que se crece"

De lo pequeño a lo grande, del detalle pequeño al panorama general, así es como la autora Rebeca Orozco afirma que se debe hacer literatura “porque es justamente lo pequeño lo que dice mucho de un personaje, con un pormenor te das cuentas de muchos cosas, así pasa también en la vida. Esas naderías a mí me gustan mucho para las narraciones”, cuenta la escritora.

Esta idea la llevó a la práctica con fidelidad en su más reciente libro: “El aire en que se crece”, novela sobre la vida de Rosario Castellanos, poeta emblemática de las letras mexicanas que cautivó a Orozco con sus versos durante el Festival del Alma, en Valle de Bravo, cuando se realizó una lectura en voz alta de sus textos: “A causa de la belleza de su poesía fue que me lancé a realizar esta especie de biografía novelada”.

Aunque la escritora mexicana ya tenía experiencia con la narración de vidas de personajes históricos (debido a la novela “Tres golpes de tacón”, sobre Josefa Ortiz de Domínguez), relatar los días de Castellanos fue una aventura compleja; la primer labor ardua fue el recaba información “de la época, de la vida cotidiana, cómo vivía la gente, cómo paseaba, cómo vestía, las costumbres, qué sucedía en la política y con los cambios sociales. Esto es para que exista un contexto en donde se muevan los personajes, es parte de mi método”.

Además, Orozco entrevistó a Dolores Castro, poeta y amiga de Castellanos desde la secundaria, y a Raúl Ortiz y Ortiz, quien fue su colega cuando ambos eran maestros en la UNAM, su fiel confidente y su profesor de inglés antes de convertirse en la embajadora de Israel. Ambos encuentros, fueron fundamentales para la novela, pues proporcionaron las anécdotas personales de la autora de “Oficio de tinieblas”: Ortiz y Ortiz contó las problemáticas de la relación tormentosa entre Rosario y su esposo, Ricardo Guerra; y Castro recordó la timidez de la escritora en su adolescencia, cuando ni siquiera quería salir a tomar un helado. “Este tipo de anécdotas aportan mucho a la trama; le dan un lado más íntimo”, detalla Orozco.

Voces oscilantes

Paralelamente a la investigación contextual, Rebeca escribía la novela, “así me enriquecía con el proceso de investigación”. Otro factor que caracteriza a “El aire en que se crece” es la oscilación de la prosa de su autora y los versos de la poeta oriunda de Chiapas.

“Durante la trama, se introducen versos de Rosario Castellanos: Yo primero, como se hace tradicionalmente, iba a contar algo y luego meter un poema que escribió en ese momento o en esa época. Sin embargo, comencé a hacerlo diferente, empecé a experimentar e introduje un verso dentro de mi narración. Es como si Rosario estuviera siempre acompañándome con su propia voz en mi prosa, entonces, me gustó mucho porque de repente el verso de ella hacía que mi escrito siguiera un cierto ritmo; disfruté de jugar así con sus poemas”.

Para lograrlo, la autora se sumergió en las letras de Castellanos para encontrar el verso apropiado para cada suceso descrito. Así, entre la investigación, la escritura creativa propiamente y las relecturas, “fue una novela muy laboriosa”.

Ficción para amenizar

La primera versión de “El aire en que se crece” comenzó como una típica biografía, con datos y descripciones, pero Orozco “no quería un libro que fuera de sus obras y sus descripciones, por lo que quité mucho de este material y traté de hacer una narrativa más amena en la que contara una anécdota sobre algún libro, eliminé mucho material que consideré teórico y pesado”.

La información “dura” se intercambió por cuestiones íntimas. “Yo veo un dato: ‘Rosario Castellanos estudió en la secundaria que dirigía su papá en Comitán’, pero no se dice nada de cómo llegaba a la escuela, cuáles eran sus pensamientos de adolescente, cómo miraba a sus compañeros; así que yo llevo a escena todo esto a partir de este pequeño dato, es como si montara toda una obra de teatro, le pongo escenario, las voces, el diálogo… Fue mucho trabajo”.

Además de escenificar, se exponen las sensaciones de Castellanos, “por ejemplo, cuando está en la embajada de Israel y se va su hijo a México, ella se cambia para una de las muchas reuniones diplomáticas pero no hay quien le suba el cierre del vestido: muestra la soledad,  fue una idea que a mí me vino a la mente para poder dar a entender lo sola que se sentía, pero claro que es ficción, basado en textos donde habla sobre su soledad, pero lo llevo a escena”.

Al describir sentimientos, reflexiones y pensamientos  de la poeta, Orozco reconoce que “esta novela es mi punto de vista sobre Rosario, porque si se compara con la película ‘Los adioses’ tiene coincidencias, pero también muchas diferencias porque cada persona capta diferente a un mismo personaje, y después cada lector se hará su propia Rosario, es lo hermoso del arte: te presenta muchas posibilidades”.

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