Una mirada hacia el interior de Guillermo Fernández
Las memorias del escritor tapatío se concentran en “Éste”, una autobiografía del FCE sobre el autor asesinado en 2012
"Este” es un viaje personal, lleno de encuentros vitales (con gente afín, con libros y con lugares históricos). El Fondo de Cultura Económica publicó en 2017 estas memorias de Guillermo Fernández, quien fue asesinado en su hogar en Toluca, en el año 2012 (crimen todavía sin resolver por las autoridades). La solapa nos lo recuerda: el autor nació en Guadalajara, en 1932… aunque la veracidad de esa fecha la pone en duda el propio Guillermo en el relato de su vida.
El libro autobiográfico tiene su origen en la petición del escritor Jorge Esquinca, quien solicitó al poeta y traductor que colaborara en un suplemento cultural con textos sobre su vida. Nueve fueron las colaboraciones para el extinto periódico “Siglo 21”, que le sirvieron como punto de partida para seguir escribiendo sus recuerdos.
El viaje empieza en Guadalajara, en el Barrio de Santa Tere, para más señas. Fernández abandonó el terruño muy joven en busca de emprender un camino propio en la Ciudad de México. Siendo apenas un niño no pasó de Chapala, donde permaneció poco tiempo antes de mudarse (o ser mudado) a un internado en Paracho. Su familia lo dio por muerto. Las primeras amistades y las primeras lecturas pueblan las páginas en el arranque del libro, para luego regresar a Guadalajara.
Guillermo Fernández participó en la vida cultural de la ciudad, además de seguir “en la carretera” por su actividad como agente de ventas. Igualmente trabajó como publicista y publicó su primer libro en Jalisco, mismo que destruyó según cuenta. En su obra también relata los episodios de destrucción patrimonial que ha vivido Guadalajara, en pos de un supuesto “progreso”: En uno de sus regresos el poeta fue testigo del ensanchamiento de la Avenida Juárez, donde vio una “larga herida” de escombros.
Por sus opiniones fue “exiliado” en Campeche. También pasó un periodo en Zamora, donde fracasó en su intento por construir un espacio cultural (primero con el nulo apoyo económico del Gobierno y después, tras conseguir fondos, por advertir un “madruguete” en el crédito, además de no soportar la obsesión por la cultura local).
Tardó varios años en llegar, pero el trayecto de aquel niño rumbo a la Ciudad de México lo concretó el adulto. En la capital del país volvió a las agencias de publicidad, incluso fue vecino de cubículo de Fernando del Paso, quien en sus ratos libres terminaba “José Trigo”, su primera novela. Sin buscarlo de manera explícita, Guillermo empezó a conocer a algunos poetas: Para él era más importante leerlos, sin necesidad de estar en contacto con las personas que escribían los versos.
En la capital del país Guillermo vivió el 68, en dos momentos azarosos: su plan era ir a la manifestación, pero llegó tarde, tras comenzar los ataques. Al poco tiempo fue secuestrado, aunque lo liberaron muy pronto. Lo supo después: sus captores buscaban a otro Guillermo Fernández, un estudiante activista que habitaba en el mismo edificio que él.
Atracción italiana
La vocación como traductor llegó tarde en su vida, de la mano del aprendizaje del idioma de Dante. En los años setenta decidió mudarse a Italia para terminar de aprender el idioma italiano: aquella época alternó un año en México y otro en Italia. Al mismo tiempo que se sumergía en la literatura del país (clásica y contemporánea), Guillermo preparó una voluminosa antología de poesía italiana, que no llegó a ver editada. Plagado de anécdotas, sin duda una que resalta en “Éste” sucede durante su estancia italiana, cuando harto de los turistas decide pernoctar de manera furtiva en las ruinas de Pompeya. Fueron dos noches las que pasó allí, siendo descubierto la segunda: logró salir librado gracias a la intervención de la embajada mexicana.
Buena parte de su labor como traductor se publicó en la UNAM. Sus traducciones también se publicaron por el Gobierno del Estado de México, donde vivió sus últimos años: allí fundó “La Colección de la Tierra”, título inspirado en el ciclo de canciones de Mahler. Leonardo da Vinci, Dino Buzzati, Giovanni Papini, Italo Svevo y Giacomo Leopardi fueron algunos de los autores que trajo al español.
Personaje multipremiado
Por su obra y aporte a la cultura, Guillermo Fernández recibió el Premio Jalisco en el rubro de literatura, por parte del gobierno del Estado; del gobierno italiano recibió la Orden al Mérito de la República Italiana, con el grado de Caballero, por su promoción de la literatura italiana. En Guadalajara recibió el Premio Juan de Mairena en 2011. Su poesía reunida la han publicado el FCE y la Secretaría de Cultura de Jalisco.
Más que la literatura o la traducción, durante todo el libro está presente la Música. Así, con mayúscula: fue el arte predilecto de Guillermo y siempre lo acompañó. Entre sus aventuras resalta su paso por la navegación, aunque poca: Fernández se dio el gusto de programar un acetato para que resonara en las bocinas del barco “La Mer” (la mar), la famosa composición del francés Claude Debussy. Nunca tocó ningún instrumento, pese a su gran pasión por la música. Guillermo Fernández incluye pocos versos suyos en “Éste”, pero sí nos comparte el poema “Hacia la noche”, donde se leen partes de un verso: “No cabe ya mirar sino hacia adentro”.