Renuevan casona del Centro Histórico
Iniciativa privada y gobierno trabajan en conjunto para devolverle su esplendor y demostrar que la rehabilitación de fincas es más rentable que su destrucción
Siete meses fueron suficientes para cambiarle el rostro a una finca histórica en el Centro de Guadalajara. Se trata del inmueble ubicado en la calle Enrique González Martínez 290, esquina con Miguel Blanco. Desde el exterior se aprecia la rehabilitación: donde antes veíamos paredes semiderruidas y grafiteadas sin ton ni son ahora lucen muros en perfecto estado, gracias a Ignacio Orozco Soto y José Luis Orozco Soto.
Ambos abogan por rehabilitar el Centro: “Nos parece muy importante el Centro de Guadalajara y vemos que está un poco decaído”. La finca en la que trabajaron estaba ocupada por talleres, con el patio techado y los arcos tapados: “La casa tenía categoría, pero por dentro estaba deshecha”. Al descubrir el potencial que tenía invitaron a amigos para sumarse al proyecto e invertir. Así se colocaron los nueve espacios habitacionales que resultaron.
Para la rehabilitación, platicó Ignacio Orozco, contaron con el apoyo de Secretaría de Cultura y del Patronato del Centro Histórico de Guadalajara. El mensaje es claro para los propietarios de otros inmuebles similares: sí se puede hacer negocio con las fincas, siempre y cuando se restauren de forma correcta, comentó Ignacio. El ingeniero agregó: “Podemos poco a poco ir restaurando muchas casas y hacerlas habitacionales”; además, rescatar las estructuras centenarias resulta más barato que derrumbar y construir, comentó.
En particular, la construcción de esta casona data del siglo XIX, en su primera sección, la colonial. La segunda sección es de los años veinte del siglo pasado; una tercera sección se construyó en esta adecuación del espacio (allí se construyeron dos de los departamentos). El grosor de los muros es una señal de las diferentes etapas: los más viejos en la planta baja miden hasta 1.10 metros, de adobe; en la segunda planta su tamaño se reduce por el tipo de construcción que se practicaba a principios del siglo XX, con ladrillo adobón; los modernos se hicieron con las técnicas contemporáneas.
Cada uno de los nueve departamentos cuenta con una distribución diferente, todos con baño, sala, comedor, cocineta y recámara. Miden entre 65 y 85 metros cuadrados, y la decoración de interiores estuvo a cargo de Mónica Mayorga Castañeda. Hay un área común para los servicios básicos, además de una terraza. El público meta de los nueve espacios habitacionales, comentó Ignacio, son personas con cariño e intenciones por rehabilitar el Centro Histórico tapatío.
Un pendiente es el tema de seguridad, al que consideran deficiente todavía: “Va a ir mejorando conforme mejoremos la zona”. Otro tema es el de la limpieza de la zona, una responsabilidad de todos. Orozco resaltó el contraste que ostenta la fachada al estar limpia o estar grafiteada, que influye en la percepción: “Con eso nada más se da un cambio radical, nada más con la limpieza de fachadas. Cambia el aspecto, y si vemos un lugar sucio la gente tira basura; si lo vemos sucio no. Esa va a ser la tendencia. Tenemos unas fincas hermosas en el centro, la gente se ha olvidado. Hay que jalar más gente hacia el Centro”.
Otros trabajos
Este no es el primer proyecto de rescate patrimonial que realizan: entre sus proyectos anteriores está la Casa Coronado (Calle G. Coronado, núm. 117). Sobre esta práctica, Ignacio dijo: “Las propiedades están más o menos accesibles, todavía. La rehabilitación es similar: hay que arreglar todo, drenajes, instalación eléctrica, todo”.