Cultura

Pitaya y Pitahaya: Origen, beneficios, y todo lo que tienes que saber de estas frutas exóticas

Las pitayas y pitahayas alegran el paladar de los tapatíos a partir del mes de marzo. Checa aquí de dónde vienen, cómo es su proceso de producción, y las curiosidades más interesantes de estas frutas multicolor 

Despuntando la primavera, preámbulo del verano, las pitayas y pitahayas embellecen las calles de Guadalajara. En particular en las inmediaciones de las 9 esquinas y el barrio de Mexicaltzingo, donde convergen los vientos encontrados de la ciudad, y donde los tapatíos se citan iniciando los meses más calurosos de cada año, cuando los vendedores silenciosos venidos de rincones lejanos se postran con sus canastos cargados de estos frutos que por su forma, sabor y sus colores parecen provenir de algún universo tropical y exótico. 

¿Dónde nacen las pitayas y pitahayas?

Las pitayas y pitahayas deben atravesar un largo camino antes de llegar a Guadalajara. Según el gobierno de Jalisco, la producción se da en la región Lagunas del estado de Jalisco, que incluye los municipios de Sayula, Atoyac y Amacueca, entre otros, pero la tradición se centra principalmente en Techaluta de Montenegro, en cuya bandera puede verse ondear la imagen indiscutible de la pitaya, y donde año con año se celebra un festival en honor al fruto. 

Pitayas y pitahayas: Las frutas multicolor

La naturaleza de las pitayas y pitahayas rompen con todo esquema de lo cotidiano. Su contenido es un misterio: tras su cáscara inusual, deslumbran de pronto con la intensidad de sus colores ocultos: un blanco brillante como el algodón, un rosado intenso que se compara al de las bugambilias, un anaranjado pálido como los pétalos de cempasúchil, un rojo sangriento como la flor de la jamaica, e incluso un verde pálido que remonta a las texturas del aguacate. Y, sin importar el color, en todas sus variantes las pitayas y pitahayas están perladas de infinidad de semillas negras que se retuercen entre los dientes como granos de arena. 

Un colibrí aleteando en torno al jugo de una pitaya expuesta. EL INFORMADOR/ARCHIVO

Parece contradictorio que, a pesar de ser un fruto jugoso, dulce y refrescante, las pitayas necesiten de los climas áridos y los calores largos de las sierras silenciosas de Jalisco, pues bajo estas condiciones climatológicas de mediodías aletargados concentran sus azúcares. La lluvia, en ese sentido inoportuna, produce frutos desabridos. Las pitayas se gestan entre las espinas de los cactus bajo la tenacidad del sol y a las orillas salitrosas de la laguna seca de Sayula, con sus tolvaneras que desdibujan con polvo el horizonte. 

¿Cuáles son las diferencias entre las pitayas y las pitahayas?

Según el Gobierno de México, existen dos variantes: las pitayas y las pitahayas. Las primeras se caracterizan por su cáscara de espinas; es imposible comerla a menos que le sean desprendidas todas las púas que la naturaleza puso en su piel, y se pueden encontrar en la superficie de los órganos (los típicos cactus erguidos). Las pitahayas, por otro lado, no tienen espinas, y son el fruto de un tipo de cactácea trepadora que crece como enredadera entre los troncos de los árboles, e incluso en la superficie de otros cactus.

El cactus trepador en donde se producen las pitahayas. ESPECIAL/GOBIERNO DE MÉXICO

La pitahaya da una flor única, blanca, con pistilos de oro, y que tiene la virtud desconcertante de florecer un único día al año, y tan sólo bajo la noche. No necesita del sol, de la luz del día, para eclosionar. La flor imprevista nace de pronto bajo el silencio de la luna, al amparo de la medianoche y entre alboroto de murciélagos, que, atraídos por su fragancia en las penumbras, la polinizan. 

La flor de la Pitahaya. ESPECIAL/GOBIERNO DE MÉXICO

¿Qué beneficios tienen la pitaya y la pitahaya?

Según el Gobierno de México, "la pitaya y la pitahaya contienen propiedades nutrimentales en contenido de vitaminas C, B (B1 o tiamina, B3 o niacina y B2 o rivoflavina), potasio, hierro, calcio y fósforo, además de ser bajas en calorías y de ayudar a la digestión por ser ricas en fibra".

¿Cómo se produce la pitaya?

Flor Justo Hernández tiene 23 años, es oriunda de Sayula, y cada primavera se dedica, junto con su familia, a recoger las pitayas que crecen en su propiedad. Nunca creyó que buena parte de su vida actual estaría ligada a estas frutas que en su infancia le parecían un lujo inaccesible. "Mis papás nos llevaban a la plaza a dar una vuelta a ver las pitayas", cuenta Flor. "Pero a verlas. Ya que terminábamos, nos compraban una pitaya a mi hermana y a mí, o sea, una para cada quien. Porque son caras, a nosotros se nos hacían caras, y era como un lujo". 

Flor Justo Hernández en su huerto de pitayas. CORTESÍA

No obstante, algunos años atrás, cuando era adolescente, sus padres compraron un terreno que formaba parte de una pitayera (un huerto de órganos de pitaya), y sobre éste construyeron su propiedad, dejando los cactus intactos. No tenían experiencia alguna en las complicadas artes de las pitayas, desconocían sus cuidados, y mucho menos sabían recolectarlas. A tal grado que, en aquel primer año, las regalaban para que no se echaran a perder. Flor cuenta que los primeros tres años la felicidad era tal que comía pitayas a diario. 

Flor Justo Hernández recolectando las pitayas de los órganos. CORTESÍA

Para recoger las pitayas, Flor cuenta que ella y su padre se levantan temprano por las mañanas y hacen uso de un palo especial, parecido a un tridente, con el que desprenden el fruto de los órganos. Deben hacerlo antes del sol, que con su luz "apachurra" los frutos. Después proceden a desprenderle las espinas y limpiarles la tierra.

Es un negocio familiar. Una vez listas para comercializarse, Flor y su familia entregan las pitayas a domicilio en las calles de Sayula, lo que los diferencia de los demás vendedores, y esta costumbre surgió a raíz de la pandemia de COVID-19, cuando su huerto de pitayos se volvió un sostén que los mantuvo a flote en las incertidumbres económicas de las cuarentenas interminables. "Con pandemia o sin pandemia, la gente siguió comprando pitayas" dice Flor. "Si no hubiera sido por esto -las pitayas- no sé de dónde hubiéramos sacado dinero". 

"Ningún pitayo es igual a otro"

Para que los frutos abundantes no se les echen a perder, su familia también produce pan, helado y aguas de pitaya. Flor, que estudió en Ciudad Guzmán una carrera en agriobiotecnología, es ya una experta en el arte de las pitayas. Llegaron a su vida cuando tenía 16 años, a contrario de otros productores que tuvieron un acercamiento desde la infancia. "Que yo sepa, hay productores de pitayas que fertilizan a los pitayos para una mejor producción (...). Y pues nosotros no (...), dan las pitayas lo que tengan que dar, y nos da lo que Dios quiera darnos y se vende lo que se tiene que vender". 

 "Ningún pitayo es igual a otro", dice Flor, con entusiasmo. "Siempre va a ser diferente, hay de diferentes tamaños, colores y sabor". 

Con información de Gobierno de México

FS

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