Somos también lo que escuchamos
La música que escuchamos influye directamente en la construcción de nuestro mundo interior, nuestra personalidad y también en nuestra cosmovisión
Independientemente de que sigamos o no los consejos y recomendaciones de los nutricionistas y expertos de la salud, la gran mayoría de las personas ahora tenemos el mínimo conocimiento para saber que la alimentación juega un papel fundamental en nuestro bienestar físico y mental. Pero yo voy más allá, y me pregunto: si somos lo que comemos, ¿no somos también lo que escuchamos? ¿Cuánto tiempo tardará esta ola de conciencia para extenderse hasta abarcar la música que escuchamos?
Recordemos que la música es, entre otras cosas, pensamiento y acción. De tal manera que la música que escuchamos influye directamente en la construcción de nuestro mundo interior, nuestra personalidad, y por ende nuestra cosmovisión que finalmente determina la forma en la que interactuamos con la realidad. Por esto es que la música es considerada como un medio de programación sumamente poderoso, y utilizada en todas las áreas de la comunicación y recreación, desde los comerciales de la tv, gimnasios, cafés, estadios, y hasta las campañas de los políticos. Valdría entonces hacernos también la siguiente pregunta: ¿a qué nos estamos programando con la música que escuchamos?
Esto no significa tampoco que debamos ser demasiado analíticos al respecto, o llegar al punto de la intolerancia sobre ciertos géneros o estilos, llegando al extremo de prohibir algún artista y su música. “Prohibido prohibir”, y como sociedad y Estado, se debe garantizar siempre la libre expresión de las ideas y su manifestación cultural a través del arte. Por el contrario, creo que nuestras decisiones de consumo individual deben estar siempre basadas en la conciencia y la razón. Además, una dieta nutritiva y balanceada requiere de una amplia variedad de sabores y colores, así también nuestra dieta musical.
Pero aquí es donde entra la particularidad del piano, pues a lo largo de mi vida, primero como consumidor, luego como compositor, he ido descubriendo cómo este género posee un gran poder para tocar fibras profundas y sensibilizarnos en muchos sentidos. No deja de asombrarme por ejemplo, cuando algunos de los asistentes de mis conciertos se acercan para compartirme un poco sobre su experiencia mencionando reiteradamente algunas palabras clave como “paz” y “sanación”, entre otras propias de los procesos del desarrollo humano, aún cuando mi música no contiene letra. Como si de alguna manera las ondas sonoras mismas y su vibración estuvieran codificadas con estos mensajes universales. Supongo que eso es parte de la magia de la música, y de sus cualidades metafísicas que hace que a todos los seres humanos nos conmueve por igual. En lo personal, no estoy seguro si podría decir que la música es una medicina, como algunos afirman, pero sí un súper alimento.
Por último, yo sostengo que una cultura de piano es una cultura de paz. Y tengo el anhelo y la convicción de que promoviendo su consumo se puede contribuir a la pacificación de nuestra sociedad y a la transformación de personas más conscientes, sensibles, y humanas.
Sobre el autor
Fernando Manuel es pianista y compositor; es consejero para la Cultura y las Artes de Zapopan.
Para saber
Crónicas del Antropoceno es un espacio para la reflexión sobre la época humana y sus consecuencias producido por el Museo de Ciencias Ambientales de la Universidad de Guadalajara que incluye una columna y un podcast disponible en todas las plataformas digitales.
CT