“Deseo dedicarme salvajemente a la escritura”: Mónica Lavín
La escritora presenta su nuevo libro de cuentos en el que reúne 23 historias que van de la soledad al deseo
La vulnerabilidad, la incertidumbre, el paso del tiempo, las fisuras de lo cotidiano, los sismos, las fracturas, la soledad, el deseo y las violencias relatadas desde lo sutil, no desde la terrible violencia que está en nuestra realidad y nos acecha, son los temas que laten en las 23 historias reunidas en “El lado salvaje” (Tusquets Editores, 2024), el nuevo libro de cuentos de la escritora y ensayista Mónica Lavín, quien asegura que su búsqueda es plantearle al lector momentos perturbadores que le muestren su vulnerabilidad, pero al mismo tiempo echar luz sobre las oscuridades humanas y cotidianas.
La autora de “Últimos días de mis padres” y “Yo, la peor”, quien cultiva el cuento, la novela y el ensayo, es profesora e investigadora de la Academia de Creación Literaria de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México y columnista, asegura que estas 23 historias que contiene su nueva obra las ha escrito a lo largo de una década y en ellas se ha “vaciado de cuentos” y ahora se enfoca en una nueva novela y en definir su situación laboral. Va a cumplir 69 años y lo único que anhela es “dedicarme salvajemente a la escritura”.
En “El lado salvaje” congrega historias que provienen de un proyecto del Sistema Nacional de Creadores, que era dialogar con otros cuentos de autores como Julio Cortázar, Raymond Carver, Carson McCullers, Dorothy Parker, John Cheever y Agatha Christie, pero también con cuentos sobre lo cotidiano.
-¿El punto de encuentro de las historias es el cotidiano que se quiebra?
-La idea del rompimiento, de la cual yo no soy consciente como eje rector, no la pienso como un eje rector de mi escritura, pero da un retrato seguramente de lo que yo pienso del cuento. Para mí el cuento está donde algo se rompe, sale del cauce de lo esperado, de lo previsible, y por otro lado, creo que me interesa llevar las cosas a otro límite, sacarlas, si la realidad no las ha sacado, yo sacarlas a la hora de la escritura para preguntarme ciertas cosas.
-¿Historias que tienen como detonador el cambio, la angustia, la incertidumbre?
-Estos cuentos en realidad han sido escritos a lo largo de 10 años, no es un trabajo del último libro publicado ahora, es un trabajo de lenta elaboración de cada pieza que ha ido pasando por diferentes momentos, pero que, sin duda, todos tienen que ver con el cambio o con lo vulnerable, la vulnerabilidad es algo que me interesa siempre. Un cuento parece que se escribe rápido, quizás la primera versión sale de un tirón, pero luego es un trabajo muy lento. Me gusta mucho escribirlos así porque te permite el tallado fino, quitarle la rebaba, sentir un control de la materia narrativa que permite más el cuento que la novela. Además, cada uno es un universo cerrado que va a cohabitar con el otro.
Son cuentos muy literarios y al tiempo muy cotidianos.
Una parte tiene que ver con mi último proyecto del Sistema Nacional de Creadores, que era dialogar con otros cuentos, yo estoy siempre dialogando con los cuentos que me han hecho la escritora de cuento que soy, la degustadora de lecturas de cuento, busqué con quién me doy un mano a mano y aunque no esté Cortázar vivo, estoy dialogando con él y con otros.
-¿Hay un deseo por indagar en la vulnerabilidad?
-Hay varios que tienen como tema el sismo, que es el cambio y la ruptura, las fracturas. Lo vulnerable también está en lo íntimo, en el cuerpo, ante el paso del tiempo, quizás la mayor vulnerabilidad de todos es el paso del tiempo, porque es inexorable, porque no hay manera de detenerlo y es desde donde yo escribo este libro, desde lo vulnerables que somos biológicamente, más la amenaza externa como la violencia, el desamor, las fracturas históricas, grandes mudanzas de continentes, migraciones.
-¿Qué tanto las historias tienen que ver contigo, con el acontecer, con la violencia?
-En estos cuentos a veces hay disparadores muy concretos, que yo puedo reconocer porque las historias salen de algún lado, por ejemplo “El deprimido” sale del tráfico de la Ciudad de México, de estar bajo tierra, respirar humo y sentir cierta angustia y la incertidumbre que es otro de los temas que hay que aceptar, que vivimos en una especie de incertidumbre en muchos aspectos, a veces la única certeza que tenemos es la amorosa, que está en nuestra emoción, y la contemplación de la belleza o cobijarte con ciertos rituales. Vivimos una época de una gran incertidumbre, como se acabaron las utopías, hacia dónde caminar no es muy claro, entonces quizás la literatura es una manera de caminar hacia algo que nos dé un cobijo en esta incertidumbre.
-¿Tienes posibilidades distintas desde el cuento?
-Vivo el cuento diferente a la novela, me produce placeres adrenalínicos y además me gusta la oscuridad que permite el cuento, la revelación de la oscuridad como nuestro lado violento, nuestro lado impredecible.
-¿Ante esa revelación de la oscuridad pones al lector, lo dejas ante el abismo?
No es que no me quiera comprometer con un final, pero el cuento precisamente es un género muy tirano, tiene que acabar donde debe acabar para que no se pase a explicar cosas; que te descoloque y te deje ese sabor de “estas cosas pueden pasar”, porque nosotros podemos ser motivo de nuestra propia perturbación.
Está la violencia, pero no tan violenta como la vivimos. A mí me gusta apostar en la literatura por lo sutil, me parece que ya la violencia explícita en sí, ya es su propia historia y acaba mal y eso vivimos, pero hay ese otro tipo de hechos que nos violentan, que me parece que son más cotidianos y menos titular de periódico o conversación de noticia y a eso es a lo que me interesa ponerle el foco, incluso lo del machismo, estas ideas de hombre-mujer en diferentes estratos y momentos también me interesan y son las de todos los días y a mí me interesa lo de todos los días; el sufrimiento ni nos lo queremos imaginar, lo que vivimos de los feminicidios es terrible, nos agrede de una manera que no podemos incluso escribir, ¿cómo vas a escribir algo sutil alrededor de eso?, no hay manera; quisiera explorar la cotidianidad previa y posterior, yo prefiero entrar en el terreno de lo que sí es común en nuestras vidas, lo que casi podría pasarnos. A veces los silencios de los personajes son de una violencia terrible, que no es la violencia que se denuncia.
-¿Quieres atrapar la cotidianidad y sus contradicciones?
-La realidad está llena de contradicciones y esas contradicciones me interesan mucho porque creo que el cuento en su brevedad puede dar ese tronido, como cuando revientas el espárrago, y ese tronidito me parece que es el del cuento, al tronar algo que cambia; en la realidad siempre hay algo que está quebrándose, puede ser adentro, puede ser pequeña, menuda. Me gusta mucho escribir historias que tienen que ver con los mundos cotidianos.
-¿Sigues en el cuento o vas por una novela?
-Ahorita estoy vaciada de cuentos. Ahora sólo hay una libreta de ideas de cuentos y unas antenas que no sé cuándo vayan a agarrar algo, pero sé que lo harán, tengo confianza en mi atención; son más perturbadoras las ideas de la novela, a veces no es fácil encontrar la nueva historia que te va a tomar dos años de escritura, de incertidumbre, la novela siempre se escribe en la incertidumbre. Estoy trabajando una novela que me interesa mucho porque hace reflexiones sobre el hecho de escribir.
-¿Hacia dónde quieres ir ahora?
-Quiero tener tiempo de trabajar, doy clases todavía y doy mis talleres. Tengo deseos de dedicarme salvajemente a la escritura, de despejar un poco la cancha de compromisos que no tengan que ver con lo que más me gusta. Estoy en un momento de decisión, no respecto a la pasión de la escritura, sino qué hago con mi vida laboral. Ya me cansé de ser maestra, en la UACM llevo 20 años.
Voy a Tláhuac, me queda el Plantel de la Del valle caminando, pero la Universidad no tiene esa flexibilidad, yo ya tampoco tengo la flexibilidad de subir al Metro, es una zona peligrosa cuando te bajas. Todo siempre está cambiando, pero se murió Paul Auster, se murió otro compañero de trabajo, Héctor Carreto, el poeta de 70 años, colega en la Universidad y de repente digo, “hay que aprovechar el tiempo de la manera que mejor se puede y con la mayor dignidad”.
-¿Es tiempo de dedicarte al 100% a la escritura?
-Sí, quiero tener tiempo para explorar y experimentar. En estos cuentos pude jugar con otras estructuras y formas, ponerme en riesgo, amo la palabra, eso es lo que quiero hacer, sí mientras haya lucidez en la cabeza, ya voy a cumplir 69 años.
CT