Cultura

La visión consagrada de Roberto Rébora

Sus tres décadas de experiencia en el mundo del arte lo han llevado a trascender, sin embargo sigue en la construcción de una gran carrera

El camino de la pintura no es fácil, asegura Roberto Rébora, pintor tapatío que con 30 años de trayectoria marcados por aplausos y premios codiciados, reflexiona sobre las complejidades y retos que implica el encontrar un lugar para exponer en México y las luchas que las corrientes artísticas tradicionales enfrentan ante las expresiones contemporáneas. Rébora ha labrado su propia suerte.

Su trabajo causa admiración entre los grandes conocedores y críticos del arte, pero también asombra y causa curiosidad en aquellos que desconocen su legado pictórico y que logran identificarse, desde la ingenuidad y la ignorancia de la técnica y estética, con sus trazos que siempre cargan con un fuerte mensaje sobre el desenvolvimiento humano.

Previo a llevar su más reciente serie “Flujo mundo” a la Universidad del Claustro de Sor Juana en Ciudad de México, Roberto Rébora abre las puertas de su taller antes de que cada obra tome su camino en solitario, ese desprendimiento al que este tapatío ha hecho una costumbre y le ha permitido estar más allá de las fronteras mexicanas.

“Ahora se presenta una oportunidad en un momento en el que es muy difícil exponer para los pintores en México. No es sencillo tener espacios públicos para exhibir, hace muchos años que las instituciones públicas que han cambiado, han estado dedicadas mayormente a exhibir arte contemporáneo que no necesariamente tienen que ver con la pintura, no es que la pintura esté excluida del arte contemporáneo, pero se privilegia más otras formas de hacer arte que a la pintura”.

Transiciones

En su andar, Rébora se ha topado con momentos de excelencia, pero también con curvas de incertidumbre e insatisfacción que lo han impulsado a ser más perfeccionista, a jamás dejar descansar esa búsqueda personal que se refleje por completo en cada pincelada.

Así transitó en 2018, -año en el que destaca- fue momento de plantarse de frente a los ciclos y sus cierres, de dar por concluidos 26 años del refugio que consolidó en Ciudad de México y que siempre alternaba entre un ir y venir con Guadalajara: Taller Ditora.

“Fue un año importante en mi trabajo, cerré Taller Ditora, espacio en el que trabajé 26 años, pero con miras a abrir otro. Cerré un ciclo de trabajo que me permitió concluir un proceso muy largo para sentirme más libre y ligero de carga, ordené, tiré todo aquello que se acumuló y me dispuse desde septiembre pasado para preparar ‘Flujo mundo’”.

Taller Ditora, espacio que Rébora concibió como su taller biográfico-histórico, fungió como epicentro creativo en el que al menos 90% de su trabajo lo desarrolló allí, y en el que indudablemente estableció una relación bastante íntima con el entorno de la capital mexicana y consolidar por completo su visión y forma de ejecutar su labor pictórica.

“El trabajo artístico es una secuencia de pasos, no puedes dar grandes saltos. Es una secuencia de tu propio desarrollo, subes o desciendes”, puntualiza Rébora al detallar el proceso que dio origen a “Flujo mundo” como consecuencia de la serie de Media Star.

“‘Flujo mundo’ son la secuencia de los tres años anteriores dedicándome a elaborar la virtualidad en el plano. Ahora lo que viene de aquello es la pretensión de volver a relacionar al ser, al individuo, en la trata de las redes que nos predeterminan actualmente nuestra forma de vida, las redes de comunicación desde la expresión plástica”.

Incertidumbres

¿En qué momento una obra queda lista? ¿Cómo es lidiar con la insatisfacción de no quedar conforme con el resultado que se avecina? Roberto Rébora contesta partiendo de sus propias experiencias, de esa visión clara y concreta que siempre tiene al momento de trabajar y el futuro que develarán sus trazos.

“Uno da todas sus capacidades, su pasión y visión, con el afán de conseguir algo que pueda tener permanencia en el tiempo. La intención la tengo muy clara y los resultados están a la vista. Uno termina por aceptar sus propias limitaciones cuando convives con ellas todos los días, intentas empelarlas, dominarlas en formas expresivas que den ese salto doble, uno se muere en el intento”.

Es indudable que el éxito es una constante en Roberto Rébora, sin embargo, desde su visión como artista reconoce que los momentos turbios también representan la oportunidad de seguir fortaleciendo esa pasión por las resinas, pigmentos, lienzos, pinceles y cualquier cosa que intervenga en la creación de una obra de arte.

“Hay periodos felices en tu trabajo creativo, en los que tienes una motivación o una solución plástica con las que te sientes cómodo, con el tiempo confirmas esos hallazgos, cuadros que se sostienen y dejan de pertenecerte, se vuelven imágenes estables, que te siguen representando y respirando.

También hay periodos difíciles, llenos de dudas, pero en el que también suceden cosas, nacen cuadros, encuentros con soluciones que con el tiempo pueden o no sostenerse. Yo he arriesgado mucho mis modos de solucionar mis cuadros, llevan marcados con precisión los periodos por los que he pasado”.

Roberto Rébora considera que si bien es gratificante que un experto o conocedor de la pintura congenie con su propuesta, el acercamiento que también ha tenido con personas ajenas al mundo cultural y en especial a la expresión pictórica es un encuentro por mucho enriquecedor.

“Está el espectador que se ha cultivado desde la educación la comprensión al fenómeno artístico, ahí se establece una conversación, pero también está el otro espectador igual de importante que no tiene preparación, sin embargo, tiene una inmediatez de lectura. En mi caso ambos son importantes, me importa la opinión de alguien que no conoce y me puede dar una opinión genuina, espontánea y real, así como quien está en grado de analizar y hacer una crítica, ahí está la riqueza de la cultura”.

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