La diversidad sexual es biodiversidad
La heteronorma nunca fue la regla, al contrario, la vida y su expresión sexual constantemente se diversifican
Para quien aún se cuestiona si la diversidad sexual es natural, permítanme aclarar que todo aquello que ocurre en nuestra realidad, obedece las leyes de la naturaleza y, por lo tanto, todo ser que accede a la vida, así como todo lo que expresa y experimenta, es natural.
Sin embargo, “lo natural” continúa siendo utilizado como juicio de valor para separar lo correcto de lo equivocado, o quizá lo recuerden en frases como: “lo natural es tener papá y mamá” o “que cambie su sexo es antinatural”. Esto se debe a que en algún punto del antropoceno, comenzamos a explicar la vida desde la famosa heteronormatividad.
Tener un mismo código nos permite comunicarnos y entender por “pulpo” y “araña” a dos animales de 8 patas muy diferentes entre sí. Pero la heteronorma es un sistema simbólico que ordena el mundo en torno al hombre blanco heterosexual cisgénero, colocándolo como la única referencia de lo bueno, lo correcto y lo natural. Por lo tanto, todas las demás expresiones de vida caemos en lo malo, lo incorrecto y lo “antinatural”.
Pero si retrocedemos al momento en que la vida encontró la manera de replicarse, observamos que la heteronorma nunca fue la regla, al contrario, la vida y su expresión sexual, constantemente se diversifican.
Las bacterias intercambian información genética creando un puente entre sus membranas, a lo que llamamos “conjugación”, una especie de sexo bacteriano no reproductivo, porque de la conjugación no surge descendencia, sino dos bacterias más sabias… ¿dónde he oído eso?
Los protozoarios, como el causante de la malaria o las amebas, inventaron eso de tener hijos, pero sus vidas también incluyen complejas fases de clonación, transformaciones físicas y fiestas reproductivas en el hígado de sus víctimas. El Psilocybe cubensis, ingrediente principal del chocohongo, no tiene géneros, vive bajo el suelo hasta conocer a otro individuo sexy con quien fusionar su citoplasma -sí, como en Dragon Ball- creando un nuevo organismo con dos juegos genéticos que emerge de la tierra para dispersar sus esporas.
La mayoría de las flores son hermafroditas, en el mismo órgano producen óvulos y polen (espermatozoides de las plantas) que intercambian con ayuda de insectos polinizadores, teniendo así, sexo sin conocer a sus múltiples parejas. Los corales pueden reproducirse por fragmentación, las abejas ponen huevos infértiles que dan machos y fértiles que dan hembras; muchos peces pueden cambiar de género a decisión propia y existen animales microscópicos donde nunca se han observado machos.
La homosexualidad ha sido reportada en 1,500 especies de animales (o quizá en más), desde gaviotas lesbianas en exitosas sociedades homoparentales hasta famosos leones gay del YouTube, e incluye a otros vertebrados, insectos, arañas, moluscos, cangrejos y hasta parásitos intestinales, básicamente todo el cast de Bob Esponja.
Entendamos que la biodiversidad no se limita al número de especies que existen, incluye lo que nos hace únicos genética y culturalmente, por lo que cada experiencia de vida desde aquel amor protista del precámbrico, pasando por todo el arcoíris del antropoceno, desafían la heteronorma, reconociendo dentro de lo natural, la gran biodiversidad sexual.
Sobre el autor
Marcos Vinagrillo es biólogo y maestro en comunicación de la ciencia y la cultura. Su experiencia y pasión se ha centrado en la comunicación ambiental a través de acuarios, zoológicos y jardines botánicos. Actualmente colabora con el Museo de Ciencias Ambientales en las narrativas de las exhibiciones vivas, los jardines y el proyecto del Jardín Educativo.
Para saber
Crónicas del Antropoceno es un espacio para la reflexión sobre la época humana y sus consecuencias producido por el Museo de Ciencias Ambientales de la Universidad de Guadalajara que incluye una columna y un podcast disponible en todas las plataformas digitales.