Juan Rulfo: el perfil de un artista múltiple
En un aniversario más del natalicio del autor de “Pedro Páramo”, recordamos la polifacética carrera del creador jalisciense
El escritor mexicano Juan Rulfo, quien nació un 16 de mayo de 1917 en Jalisco -aunque su cuna la siguen disputando Apulco, San Gabriel y Sayula-, tuvo por nombre de registro Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno, un largo apelativo que redujo a dos vocablos para reconocerlo como padre de dos obras: el libro de cuentos “El llano en llamas” (1953) y la novela “Pedro Páramo” (1955), que lo convirtieron en uno de los escritores más importantes de lengua española en el siglo XX y uno de los autores nacionales más leídos en el país y el extranjero.
Cuando Rulfo murió, el 7 de enero de 1986, era patente que la importancia de su obra perviviría y sería materia de estudio y revisión. Con todo, en el principio no podía adivinarse, pero fue el tercero de cinco hermanos en una familia acomodada. Ingresó en la escuela primaria en 1924, el mismo año en que falleció su padre; seis años después lo haría también su madre. Quedó bajo la custodia de su abuela y, posteriormente, entró a un internado en Guadalajara.
Los inicios
Se mudó a la Ciudad de México en 1934. A finales de esa década se inició como escritor y fotógrafo, y a partir de 1945 comenzó a publicar sus cuentos en las revistas “América”, de la capital, y “Pan”, de Guadalajara, mientras que sus imágenes aparecieron por primera vez (también en “América”) en 1949.
En 1946 comenzó a trabajar para una empresa de neumáticos como agente viajero y, dos años después, contrajo matrimonio con Clara Aparicio con quien tuvo cuatro hijos. En 1952 y 1953 obtuvo dos becas del Centro Mexicano de Escritores, lo que le permitió publicar “El llano en llamas”, con siete cuentos ya publicados y ocho nuevos; además, de “Pedro Páramo” publicó tres adelantos en 1954, en tres diferentes revistas. En 1958 terminó de escribir su segunda novela, “El gallo de oro”, que no se publicó hasta 1980.
Trabajos y distinciones
A partir de la publicación de los dos primeros títulos el prestigio literario de Rulfo se incrementó de manera constante, hasta convertirse en el escritor mexicano más reconocido en México y el extranjero, donde cosechó admiradores de la talla de José María Arguedas, Jorge Luis Borges, Gabriel García Márquez, Günter Grass, Susan Sontag, Elias Canetti, Tahar Ben Jelloun, Gao Xingjian y Kenzaburo Oe, entre otros.
Obtuvo reconocimientos como el Premio Xavier Villaurrutia en 1956, el Premio Nacional de Literatura en 1970, fue elegido miembro de la Academia Mexicana de la Lengua en 1976 y ganó el Premio Príncipe de Asturias de España en 1983. Las dos últimas décadas de su vida, Rulfo las dedicó a su trabajo en el Instituto Nacional Indigenista de México, donde se encargó de la edición de una de las colecciones más importantes de antropología contemporánea y antigua de México.
“Pedro Páramo” (1955)
Si a Juan Rulfo se le considera el escritor mexicano más leído y estudiado en el país y en el extranjero se debe sobre todo a su emblemática novela, “Pedro Páramo”, una historia difícil de clasificar en la que el entorno, la hacienda de La Media Luna, es un lugar donde los muertos (o fantasmas) reciben a Juan Preciado -quien llega en busca de su padre- y todo se trastoca, el tiempo y el espacio dejan de ser lo habitual y el lenguaje, aunque con una base popular marcada, se convierte en un registro poético.
Una de las claves para indagar en el estilo de Rulfo se encuentra en una entrevista (de 1973) donde habla de la escritura de “Pedro Páramo” como una búsqueda en la que contaba con “los personajes y el ambiente”, y conocía bien “esa región del país, donde había pasado la infancia”, aunque a pesar de ello “no encontraba un modo de expresarlas”, por lo que intentó hacerlo con la lengua que “había oído de mi gente”, para dar con un sistema que consistió en “utilizar el lenguaje del pueblo, el lenguaje hablado que yo había oído de mis mayores, y que sigue vivo hasta hoy”.
Con el tiempo, “Pedro Páramo” pasó de una novela mexicana, a ser universal, pues -como señaló su autor en una ocasión- “los problemas humanos son iguales en todas partes. No son temas nuevos el amor, la muerte, la injusticia, el sufrimiento”, que están sugeridos en la novela; así, el contexto para el libro está entre la Revolución y la Cristiada, con personajes originales que provienen de la realidad, y que, como apuntó el escritor jalisciense Hugo Gutiérrez Vega, “son ya arquetipos de la realidad jalisciense y de la realidad en nuestro país”.
Rulfo fotógrafo
En 1980, durante un homenaje que le hizo el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) de México, quedó claro que Rulfo jamás había dejado de hacer fotografías. Sólo sus amigos cercanos, en especial quienes lo acompañaron en sus viajes por el país, lo habían visto disparar su cámara. Pero hace más de cuatro décadas fue sorpresivo que el escritor mexicano de mayor reconocimiento mundial se reveló como un fotógrafo de una profundidad enorme. Dos años despues, en 1982, se exhibieron en Berlín 60 fotos suyas, y fue un éxito.
Su obra fotográfica más conocida está recopilada en la célebre edición del INBA, de 1980, un libro que se compone de cien fotografías tomadas por Rulfo entre los años de 1940 y 1955, bajo el nombre de “Inframundo. El México de Juan Rulfo”, donde revela el panorama de un México inquietante, como lo hace en su obra narrativa. Son imágenes en las que se revela como un experto en el arte fotográfico y no un aficionado.
En sus fotos, el mundo se registra en su deterioro y su grandeza humana, hay escenas de pueblos tras la fiesta, en el día pleno y con los tonos del blanco y negro en equilibrio; hay también rostros, polvo, ropa raída, imágenes donde se percibe el despojo de décadas y la magnificencia de la naturaleza en los paisajes (todo lo cual ha hecho a no pocos comentaristas igualar su capacidad literaria con su registro de imágenes). No en balde muchos fotógrafos reconocidos en este país han rendido tributo a la obra fotográfica de Rulfo, baste mencionar entre ellos a Manuel Álvarez Bravo, Nacho López, Mariana Yampolsky o Lola Álvarez Bravo.
En el cine
Además escribió guiones para cine, donde destacan la versión de “El gallo de oro”, dirigida por Roberto Gavaldón en 1964, con adaptación de Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez, o “El rincón de las vírgenes”, dirigida por Alberto Isaac en 1972, una adaptación de dos cuentos suyos que aparecen en “El llano en llamas”. Las versiones de José Bolaños (1978) y de Arturo Ripstein (1986) sobre temas rulfianos no se acercaron a lo conseguido antes.
Para el cine nacional, que sigue intentando recrear el universo de su novela emblemática, Rulfo es un misterio y una pesquisa; al menos, en lo que se refiere a la escritura de guiones, el autor de “Pedro Páramo” es ante todo un amante de la sencillez y el diálogo concreto; el carácter poético de su prosa es más bien el de alguien que trastoca los elementos comunes de la sentencia para darles una estructura singular.