Jorge F. Hernández nos habla de libros malditos
A través de un podcast de 10 capítulos, el autor nos ofrece un recorrido por la literatura que en su momento fue censurada
La serie “Libros Malditos”, producida por Himalaya y narrada por el escritor mexicano Jorge F. Hernández, inició la transmisión de sus 10 episodios, uno por semana, en los que se revisará un conjunto de publicaciones que en diferentes épocas han sido condenadas sin motivo, buscando desentrañar los motivos de su prohibición o explicar cómo puede convertirse en un peligro estos “asombrosos instrumentos” -diría Borges- de la humanidad.
En esta decena de podcasts, el autor -lector acucioso y voraz- abordará obras controversiales como “Los versos satánicos”, de Salman Rushdie; la novela de Vladimir Nabokov, “Lolita”; el clásico de Charles Darwin, “El origen de las especies”; el polémico libro “Los hijos de Sánchez”, de Óscar Lewis; “Los 120 días de Sodoma”, del Marqués de Sade; “Mi lucha”, de Adolf Hitler; “Naranja mecánica, de Anthony Burgess; “El guardián entre el centeno”, de J. D. Salinger; “Ulises”, de James Joyce; y “El evangelio de Judas”.
En entrevista con EL INFORMADOR, el escritor cuenta que haber concretado el proyecto “fue un milagro” pues, tras su remoción como agregado cultural en España y los dimes y diretes subsecuentes, “fui a la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara invitado por mi hermana con el pretexto de la boda de mi sobrina y, como suelo decir, la feria suele provocar epifanías; ahí se me acercó un amigo, Baltasar Domínguez, productor de audio a quien conozco de Radio UNAM, él me sugirió la idea (que es suya) porque quizá pensó que mi voz se prestaba para hablar de libros malditos”.
En este contexto, prosigue F. Hernández, “mi desempleo justificaba el ánimo del tema, es decir, la condena, la censura, estar en una lista negra, todo lo cual me interesaba más por vivirlo en carne propia. Así, mi amigo me propuso los títulos iniciales y yo sugerí otros, con lo cual quedó la lista final; y tuvimos suerte, por su profesionalismo y por toda la parafernalia tecnológica a que tenemos acceso, para poder grabar los episodios en Guadalajara, salvo los últimos tres que hicimos en la Ciudad de México”.
Formatos y plataformas
En cuanto al podcast, refiere el autor de “La emperatriz de Lavapiés” que “coincide saber de ello con mi iniciación en los audiolibros, que me encantaron, y comencé a consumirlos, además yo mismo grabé mi última novela en ese formato. Ahora, con la pandemia nos volvimos más usuarios de lo auditivo, lo grabado y las proyecciones en streaming; yo mismo produje un libro de ‘cuentínimos’ que venían con audio, pero no era un podcast, aunque ahí noté su proliferación”.
Tras darse cuenta de la abundancia de podcasts, continúa el narrador, “me contagié y me volví un usuario; para cuando me invitó Baltasar Domínguez yo ya sabía de qué iba esto y él tenía claro sus tiempos favorables. Uno de los mayores placeres de un lector es, además de leer, hablar de lo que se lee. Todo ha cuajado, porque mis oyentes se dividen en dos: los que no tienen idea del libro de que hablo (invitados a leerlo) y los que ya lo leyeron (y ahí se arma una buena tertulia)”.
En lo que se refiere al material que comenta, los libros, indica F. Hernández, estos “comparten una sintomatología. Primero, la lista quedó rebasada en mi cabeza y creció demasiado, como cuando uno va al supermercado. La sintomatología se limita a dos cosas: los que quedaron prohibidos por su contenido o bien porque al publicarse su lectura no agradó a sus lectores y padecieron la censura. ¿El común denominador? Que han sido libros ‘parias’, esto es, condenados a no leerse”.
De acuerdo con el escritor, hablar de libros que se han considerado “malditos” nos pone ante la necesaria discusión sobre la prohibición de las publicaciones, porque caer en actos de censura no sería extraño; “la única manera de verificar que Hitler era maligno es leer su libro, ahí está el antisemitismo, la idea de supremacía y muchos horrores”.
Y es que la línea es muy fina entre aquello que se sospeche digno de descalificación o no, “y a veces sale el tiro por la culata, como cuando al secretario de Estado Carlos Abascal se le ocurrió prohibir ‘Aura’, la novela de Fuentes, y lo que consiguió es que al autor cobrara enormes regalías. Parece que el afán por prohibir desata una respuesta innata, hay lectores que desaconsejan lecturas a un niño y lo que despiertan es justo su interés. Cuando mis tías mojigatas me decían que no debía leer algo porque contenía cochinadas, yo deseaba saber qué clase de cochinadas eran”, asegura el escritor.
De igual modo, los “pecados” y las épocas cambian, como cuando se juzga un libro por “inmoral” y décadas después su contenido es homófobo o misógino (tal el caso de ‘El guardián entre el centeno’, de Salinger); “lo cierto es que cada libro tiene sus motivos para hacer la lista”, afirma F. Hernández, “entre los muchos ingredientes que convierten a un texto en ‘prohibido’ también está el fanatismo, que con todos sus sabores y matices, puede marcar el destino de un título o un autor. Y la lista puede crecer desmesuradamente, quizá por esto hacemos otra serie, ojalá”.
Ejemplo reciente y tiro por la culata
Después de darse a conocer -hace unos días- la decisión de la junta escolar de un condado de Tennessee para prohibir la lectura de “Maus”, la célebre novela gráfica de Art Spiegelman, por “uso innecesario de blasfemias y desnudez”, la primera consecuencia material de dicha determinación (calificada por el autor de tener un aire de “autocracia y fascismo”) es que el libro se ha colocado en la cima de las listas de los libros más vendidos de Amazon. En “Maus” lo que se relata es el horror vivido por el padre y la familia del escritor en los campos de concentración nazis.
Sobre el autor
Narrador y ensayista. Candidato al doctorado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid. Ha sido profesor en la UNAM, el ITAM, la Universidad Anáhuac y el Centro Cultural Helénico; tutor de los becarios en ensayo de la Fundación para las Letras Mexicanas.
Colaborador en las revistas Artes de México, Cambio, FMR, Matador y Vuelta; y en los periódicos El País (España), Milenio Diario, Novedades y Reforma. En 1998 quedó finalista del Premio Alfaguara de Novela con “La emperatriz de Lavapiés” (1999). También ha publicado otros títulos como “La soledad del silencio” (1988), “Réquiem para un ángel” (2007), “Un montón de piedras” (2013) o “Un bosque flotante” (2021).