Cultura

Federico Uribe, de la tragedia al arte

Con sus obras este artista propone una reflexión sobre la convivencia humana; su trabajo lo ha llevado hasta la Bienal de Venecia

El arte no solo se refleja en obras realizadas con los materiales más costosos de la industria artística, los desechos comunes también pueden ser el detonante para cautivar al más inexperto de los estilos y corrientes de creación.

Federico Uribe se ha caracterizado por dar un vuelco a materiales que, si bien no son nuevos en la práctica artística, sí proponen un contexto diferente para reflexionar sobre la convivencia humana, desde la contaminación hasta la violencia.

Integrado a la reciente Bienal de Venecia, en Italia, Federico Uribe, de origen colombiano, reflexiona sobre la evolución que ha tenido su trayectoria artística, del impacto que sus obras causan más allá de las galerías más prestigiadas, de cómo un cable, un plástico o una bala pueden explicar las peores decisiones del ser humano, como el arrebatar vidas o el contaminar mares.

La relación de Federico con México es profunda. Durante algún tiempo vivió en Guadalajara y parte de la cultura mexicana influyó en él para llevar su arte a otros niveles, para ser un referente de la creatividad curtida desde América Latina.

-¿Cómo ha sido la respuesta de tu trabajo en la Bienal de Venecia?

-Ha sido muy emotiva la reacción respecto a mi arrecife de plástico, ha sido un instante de consciencia para las personas que han tenido la oportunidad de ver esto de frente, reflexionar sobre su propio uso del plástico y la relación que tenemos con este objeto y que pareciera que no podemos quitar, está por todos lados en nuestras vidas, que es una realidad que el plástico está en el mar y nos lo estamos comiendo, es lo que está pasando. Es un problema moral, nos estamos autodestruyendo al tirar ocho toneladas de plástico al mar cada año.

-¿Cómo enfocas tu arte para despertar esa reflexión social sobre los materiales que utilizas?

-Soy un artista, no soy un político ni tengo la intención de hacer política con esto. Creo que el arte es una manera de expresión elitista para la gente que le interesa esta manera de la expresión. La repercusión política de mi planteamiento creo que es muy menor, pero para quien tiene la oportunidad de verlo, a lo mejor sí logra un instante de consciencia.

-¿Cuál fue ese momento que te motivó a trabajar en esta ocasión con el plástico?

-Tenía mucho tiempo pensando en esto, pero no había tenido la oportunidad para crearlo y ahora el poder llegar a Venecia consideré que era el momento. Tenía mucho tiempo coleccionando este plástico. Duré casi un año haciendo esta pieza, todo con mis propias manos. Estoy muy orgulloso de mi tarea.

-Como artista, llevar la tragedia a la belleza estética ¿Cómo se ha desarrollado este estilo muy personal, el poder crear un acercamiento distinto a lo que es el arte con materiales poco convencionales?

-Trabajo con el propósito de la belleza, creo que ese es parte del propósito del arte. Ahora el arte conceptual resolvió que era más importante la demostración de la inteligencia que la belleza. Creo en la posibilidad de la comunicación a través de la plástica y el valor estético de las cosas. Encuentro la posibilidad y valor estético de cualquier objeto que llega a mis manos, leo a los objetos como son, no lo que significan, leo desde la textura, forma, color. Tengo la posibilidad de disociarlo de su uso y poderlo usar plásticamente.

-Has trabajado con objetos distantes entre sí por su uso, desde el plástico hasta las balas…

-El uso de las balas y el plástico, que son particularmente dañinos a la humanidad, es un reto más fuerte. Trabajar con plástico es muy desagradable a las manos, y con las balas, siendo colombiano o mexicano no puedes no asociarlo con la violencia y la muerte, hemos vivido esa guerra contra el narcotráfico, México y Colombia la han vivido de manera muy inevitable, cruda y horrible. Intentar construir belleza con estos dos objetos, permite quizá revalorarlos estéticamente, de brindarnos un instante de consciencia. No pretendo enseñarle nada a nadie, me interesa que la gente vea las cosas de otra manera, que hay belleza en todas partes, que depende de uno, en quien la ve y la busca.

-¿Crees que este tipo de arte se les acerca a los niños? Se cree que para acercar a los niños al desarrollo del arte hay que darles materiales tradicionales como acuarelas o plastilina, por ejemplo…

-Los niños son mis mejores seguidores, son mis fans. Es impresionante la reacción de los niños y tengo un registro de un montón de madres que me han escrito para decirme que vieron alguna exposición mía y después el niño llegó a su casa y partió todos sus lápices en pedacitos y creó un muñeco con eso, que empezó a ver de qué otra manera podía usar otros objetos. En los niños esa consciencia se vuelve realidad, sí lo ven y lo hacen, ven esa posibilidad estética de las cosas.

-¿Cómo nació la inquietud de trabajar estética y artísticamente con balas?

-En Estados Unidos el mercado de armas y municiones es libre. Compro las balas con un reciclador, quizá las recogen de campos de tiro y dependiendo del metal y color de la bala me las venden a diferente precio. Al principio pensé que hacía un planteamiento sobre la cacería que es un deporte que se práctica todo el tiempo, y no matan para comer, matan para ver caer, eso me impresionó terriblemente, cuando empecé a trabajar las balas no puedo evitar esa conexión con la muerte y la guerra en Colombia. Al principio hacía animales realistas con balas y ahora son metáforas de emociones humanas.

Paz. Un vínculo difícil de establecer cuando se hace arte con elementos que son considerados como violentos, como las balas. CORTESÍA / F. Uribe

Sobre el autor

Nacido en 1962, y con más de 25 años de trayectoria profesional, el artista interpreta las siluetas de objetos que lo rodean para armar su propio universo, un plano tridimensional que cobra vida propia. El artista también del pincel y del cincel, ha encontrado en el “armado” de figuras su fuente de creación.

Uribe estudió arte en la Universidad de Los Andes, en su ciudad natal, y en 1988 dejó su país para profundizar en su quehacer creativo en Nueva York, bajo la supervisión de Luis Camnitzer. Así comenzó el viaje que incluyó años de aprendizaje en Cuba, Mexico, Rusia, Reino Unido y Estados Unidos.

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