Cultura

"Gracias a mi manada que me hace más animal": Gabriela Cabezón Cámara

En su discurso, Gabriela Cabezón Cámara rindió tributo a las luchas sociales y ambientales 

La atmósfera del salón Juan Rulfo de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) estaba cargada de expectación. En el escenario, la escritora argentina Gabriela Cabezón Cámara aguardaba con una calma contenida, su mirada fija, detrás de los lentes, en el centro del recinto. Las palabras de Marisol Schulz, directora de la FIL, resplandecían en el aire: elogios que trazaban su trayectoria, pero fue al escuchar la frase “con actitud roquera que la hace destacar” cuando Gabriela giró ligeramente la cabeza y esbozó una sonrisa, ese gesto que anunciaba complicidad y gratitud.

La escritora, galardonada con el Premio de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz 2024, dejó atrás la quietud en cuanto tomó el micrófono. Su cuerpo comenzó a moverse, como si cada palabra de su discurso de agradecimiento tuviera su propia cadencia, un ritmo visceral. La energía era palpable, sus pies acompañaban las frases con un compás invisible, subrayando cada pensamiento con gestos llenos de fuerza y vitalidad.

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“A la libertad de Juana, gracias, al amor que nos reúne…”, inició, y desde ahí, su voz se convirtió en un torrente de emociones. Gabriela no solo agradecía, celebraba. Las palabras se multiplicaban, se convertían en un homenaje a todo lo que constituye la existencia: “La vida está siendo muy generosa conmigo, gracias a mi manada que me hace más animal. Estoy presente festejando las mañanas, los encuentros, los olores, los sabores, los colores… devuelven el alma al cuerpo”

Su discurso fue un viaje sensorial y emocional. Evocó el placer de lo cotidiano, la esencia misma de lo que nos hace humanos. “Dormir, soñar, tomar sol, leer, remar, correr, levantar cosas pesadas, bailar… este cuerpo que también tiene miedo, que no se quiere morir, que goza y sufre y que porque siente puede entender el dolor de los demás.” Era como si cada palabra tejiera un puente entre su ser más íntimo y el mundo exterior, entre lo personal y lo universal.

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En su discurso, la autora también rindió tributo a las luchas sociales y ambientales. Con un tono firme, recordó: “Gracias a los pueblos que defienden del vampiro voraz que es el capital a los bosques, los humedales, las selvas… Es gracias a ellos, a los pueblos, que tenemos agua y aire todavía.” Su voz se quebró ligeramente al mencionar las vidas que se pierden en estas luchas, pero la fuerza de su mensaje permaneció intacta.

Gabriela cerró con un mantra que resonó en todo el salón: “Vida, vida, vida, gracias a la vida, gracias.” Las palabras, repetidas como una invocación, recordaban la urgencia de lo que está en riesgo, de lo que debemos defender. Y en ese agradecimiento, en esa celebración, la literatura volvió a revelarse como lo que ella misma describió: “el tejido de todo lo que respira haciéndose historias.”

YC

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