El reto de vivir del arte desde otro empleo
A veces el talento no basta para abrirse paso en el complicado mundo de la creación cultural
Más allá de las galerías, museos y proyectos respaldados por becas, convocatorias, promotores e instituciones culturales que impulsan al talento en las artes gráficas y plásticas brindando espacios de exposición o financiamiento, en Guadalajara existen artistas que de manera independiente intentan forjar una carrera haciendo uso de las redes sociales, las recomendaciones de boca en boca y proyectos colectivos e individuales que nutren a la escena y al mercado underground.
Si bien algunos artistas venden sus obras y eso los motiva a no desistir del sueño de “vivir del arte”, no contar con un respaldo económico o institucional pareciera que los lleva a tener una especie de doble vida, a mantenerse muchas veces de hasta tres empleos simultáneos y que en algunos casos los limita a dedicarse completamente a la producción de arte; sus obras se convierten en un ingreso extra de dinero, pero no fijo o constante.
En el caso de Gustavo González, su perfil artístico conocido como “Cactuzoo” (@cactuzoo), logra desarrollarse en distintos ámbitos, pues ser diseñador gráfico, docente y tallerista artístico le permite tener una base financiera, y sus ilustraciones botánicas y de personajes hechas a mano y digitalmente transitan entre un vaivén, como en otros casos, donde a veces se vende y otras hay que lidiar con la ausencia de clientes y el bloqueo creativo.
“Sí me considero artista, es algo que me ha costado mucho trabajo, porque crecí con la idea de que para serlo necesitabas una acreditación académica, pero ahora tengo la perspectiva de que no se necesita esa certificación, porque el crear y el hacer te convierte en artista, pero la mayoría de las cosas que sé siempre fue por un maestro, porque el aprendizaje autodidacta puede ser un proceso más largo, muy atropellado, con errores”, comenta Gustavo González.
El trabajo diario
Hay que pagar vivienda, comida, transporte, gastos del hogar y un sinfín de responsabilidades como las de todo el mundo, sin embargo, algunos artistas en Guadalajara se las ingenian para lograr, como lo comenta el ilustrador y también oficinista Eduardo González (@elchubi_), un equilibrio entre su propósito artístico y la vida de oficina, aunque en algunas ocasiones esto les implique frustración, pero también satisfacciones cuando venden sus obras generadas en los tiempos libres, como pasatiempo o bajo comisión, es decir, por encargo.
“Soy mitad ilustrador y mitad ‘Godín’. Desde niño me gustó dibujar, lo típico que dibujas caricaturas, pero nunca pensé que podría dedicarme a esto o estudiar algo de diseño, arte. La gente te dice que dibujas ‘padre’, pero para mí era algo natural, no era un talento innato, porque todo tiene que ver con la práctica y hace poco me di cuenta que podía tener un ingreso con esto”, comenta Eduardo, egresado en Comunicación y de dónde obtiene su principal ingreso económico.
Esta experiencia también la comparte Jaime Johnston, quien mediante el linograbado ha impulsado su proyecto “Pan de Muerto Gráfico” (@pan_de_muerto_gráfico), a la par de ser psicólogo y terapeuta cognitivo para adultos mayores, aprendiendo el oficio de las gubias mediante talleres y clases particulares a lo largo de una década.
“No vivo del arte, vivo de ser terapeuta, pero tengo temporadas de producción y vendo esa obra para no tenerla acumulada. Estoy muy satisfecho, son cosas que vas aprendiendo en el camino, es cómo también lo haces con tu carrera, porque aprendes realmente afuera de la universidad y eso me pasó con el grabado. Cuando ya tienes herramientas te animas a emprender y hay mucha gente que vive así, artistas que viven de otro empleo”, apunta Jaime Johnston, a quien le han comprado obra para llevarla incluso a Praga (República Checa) y Los Ángeles (Estados Unidos).
Ir por la libre
Hay también quienes se aventuran a la vida freelancer, como Héctor Cuen (@hector_cuen), quien en la búsqueda de más oportunidades creativas y laborales migró hace nueve años desde su natal Ciudad Obregón (Sonora) a Guadalajara, trayendo consigo su formación universitaria en Diseño Gráfico y que hoy es la base para emprender su propio proyecto artístico tras renunciar a un trabajo estable de oficina y con las prestaciones sociales soñadas.
“En febrero de 2022 tomé la decisión de renunciar para tomar nuevos objetivos en lo artístico, enfocarme en hacer un plan. Sé que vivir del arte es muy difícil en nuestro país, porque no siento que haya una apreciación al valor, pero soy diseñador gráfico y si no hago arte hago diseño”.
También está el caso de la animadora Marisa Flores (@marisafloresv), quien en lugar de vender obra porque no le gustan las comisiones, vive del arte impartiendo clases de dibujo, vendiendo su conocimiento autodidacta desarrollado desde la adolescencia y después de abandonar la licenciatura de animación y emprender el camino freelancer.
“Sí tenía ganas de estudiar artes y mi papá no me dejó, me dijo que estudiara animación, pero no me gustó y me salí, seguí como autodidacta. Me considero artista, me la paso dibujando todo el día, aunque ya no es para venta, es para mí o dar clases. Yo no conozco nada del mundo de los museos, estoy totalmente perdida, pero en la animación y entretenimiento hay posibilidad de trabajar en un estudio o freelancer, pero no me gusta eso. Para mí vivir del arte es dar clases de dibujo”, explica Marisa, quien por sus clases independientes cobra dos mil pesos enseñando diseño de escenarios, puntos de fuga, composición y perspectiva atmosférica, entro otras temáticas.
“Como muchas cosas ya son por internet, puedes ir a proyectos internacionales, ser freelancer, hay mucho, solo es buscarle. Es medio difícil, pero aunque todo por internet también es competido, siempre hay para todos, esa es la magia. Yo la obra física que hago no sé cómo venderla ni en dónde o quién la compre y en lo digital no me gusta trabajar por encargos”.
El síndrome del impostor
Los halagos y los ánimos de sus familias y amigos no faltan, pero en más de alguna ocasión estos artistas han presentado el llamado “síndrome del impostor”, crisis existenciales -comentan con humor- que los ha llevado no solo a dudar de su talento, sino incluso a dejar por momentos su producción artística y dedicarse a sus otros oficios.
“Hubo un tiempo en que dejé de ilustrar, porque consideraba que no era bueno, tenía esa idea de que había personas ilustrando mejor, que yo no sabía, ese es el síndrome que se apodera de nosotros, pero a partir del 2018 decidí abrir mi Instagram para exponer mi trabajo y hasta el 2020 hice una comisión, no me lo podía creer porque nunca había vendido un dibujo, yo sin saber cobrar y cuánto vale mi trabajo”, explica Héctor Cuen.
Aunque entre los artistas independientes impulsan proyectos para generar exposiciones o vincularse con centros culturales y ayudarse mutuamente con el flujo de potenciales clientes, es complicado considerar que se forma parte una red o comunidad a la que se puede recurrir en momentos de crisis: “en la gran red de las artes plásticas de Jalisco, siento que no figuro para nada”, añade Gustavo, aunque sí participa constantemente en grupos y colectivos con intereses artísticos en común.
Eduardo González considera que a la par del talento, lograr posicionar una propuesta artística también depende de otras herramientas que se aprenden en la práctica constante: “depende de los contactos y habilidades que tengas para vender, yo me considero pésimo vendedor y tampoco tengo las aspiraciones de serlo. Soy consciente de que no está peleado poder conseguir dinero con tu talento sea cual sea, pero cuando solo lo haces por vender, como que pierde una esencia y estás más predispuesto a la frustración”.
Aprender sobre la marcha
Gustavo, Héctor, Eduardo, Jaime y Marisa no fueron estudiantes de alguna licenciatura artística, ya sea por razones económicas, familiares, incertidumbre, estigmas y hasta por aspectos geográficos, pero en su mayoría se consideran artistas o son identificados así por sus amigos, familiares y compañeros de trabajo, pues si algo los caracteriza, aunque no estén exponiendo en un museo o tengan a un promotor detrás de sus proyectos, es que diariamente dibujan, pintan, diseñan, hablan del arte, y sobre todo tratan de mantener activo su negocio artístico.
“Siempre he intentado meter a la ilustración en donde esté trabajando, en todas las oportunidades lo he hecho, así he podido sacar este gusto. No me considero artista, siento que es una palabra muy grande, veo a la ilustración como un oficio”, comenta Eduardo González, quien entre sus primeras obras vendidas más significativas destaca la hecha a una editorial por 500 pesos hace cinco años.
Todos tienen historias similares sobre cómo vendieron su primera obra, sin saber entonces cómo establecer un precio justo a su trabajo considerando la creatividad, originalidad y sobre todo el tiempo, materiales y dinero invertido.
“Vivir del arte es mantenerte trabajando mucho, pero necesitas un montón de promoción, a mí no me es posible, necesito una fuente de ingresos constante, ahora tengo un salario fijo como docente y diseñador gráfico, pero el obtenido del arte es más significativo, pero no constante”, apunta Gustavo.