El ejemplo dancístico sin racismo
Héctor Hernández, padre del bailarín Isaac Hernández, nos habla sobre el vínculo que tuvo con su maestro, el recién fallecido Arthur Mitchell
El pasado 19 de septiembre murió el maestro, coreógrafo y ex bailarín, Arthur Mitchell a los 84 años de edad en Manhattan, Nueva York, a causa de complicaciones cardiacas. El artista deja un legado muy importante en la danza, ya que con su arte rompió las barreras raciales y construyó una escuela importante para los bailarines del mundo que en adelante harían de esto su estilo de vida. El padre de Isaac Hernández, don Héctor, lo recuerda con cariño y admiración pues fue su alumno entre 1969 y 1973 en la Gran Manzana.
“Me impactó mucho (la noticia), han pasado tantos años de esta situación de cuando trabajé con él, colaboramos en toda la formación de establecer las bases para que hubieran los apoyos, el reconocimiento y el entendimiento de que (la danza) era algo verdaderamente importante en la vida de la sociedad americana y sobre todo en los afroamericanos. Hace unos años fui a verlo y me encontré con la mala noticia de que estaba internado, en cuidados intensivos por una operación al corazón. Le iba a mostrar el trabajo que estamos haciendo en Tlajomulco, le dejé un reporte que traía de las actividades”, comparte en entrevista.
Según destaca el diario El País de España en su publicación del 20 de septiembre, Mitchell fue el primer bailarín negro al que se le consideró como una estrella del ballet y que el ruso George Balanchine, maestro de danza de la época entre los años 50 y 60, le otorgó a Arthur roles muy importantes como “Sueño de una noche de verano” en 1962, “Agon” en 1967 y “Metastaseis & Pithoprakta” en 1968. Don Héctor ratifica que su maestro, en efecto, fue el primer bailarín negro en salir a escena con una bailarina blanca y para la época fue todo un escándalo.
Héctor Hernández al enterarse del deceso del artista le compartió a sus alumnos, las enseñanzas de vida que le dejó cuando él era bailarín. “Fue la persona que pulió realmente más mi carrera y mi mentalidad porque me tocó ver cómo él dejó su carrera y se dedicó a promover, buscar y a dar conferencias sobre la necesidad que había de abrir la oportunidad a la comunidad negra (sobre todo) los jóvenes, para apartarlos del crimen, de los vicios y de toda la delincuencia que se deba, por ejemplo en el barrio de Harlem”.
Señala que vio como los chicos cambiaban cuando se acercaban a él, “yo también me animaba mucho a andar ahí con ellos, trabajando y haciendo lo que teníamos que hacer. Yo les dije a mis alumnos que no estaría aquí con ellos si no hubiera sido porque conocí al señor Arthur Mitchell, y ellos (sus estudiantes) tampoco estaría aquí conmigo porque él me inspiró a ser alguien semejante a lo que él hizo”.
Cuando joven, don Héctor se encontraba en Nueva York decidiendo qué iba a hacer con respecto a su carrera, “estaba en una compañía neoyorquina, pero me sentía inquieto porque me preguntaba que iba a ser de mi vida más adelante, si en realidad me iba a dedicar a esto. Entonces, uno de mis compañeros quien es afroamericano, me preguntó si no me gustaría trabajar con Arthur Mitchell, yo pensé que en una obra o algo, pero él me dijo que en realidad, Arthur quería hacer una escuela, formando una compañía con afroamericanos. Mi compañero me dijo que aunque no era negro, era latino y que de alguna manera también había también cierta opinión negativa para con nosotros”.
Don Héctor fue a una presentación donde se invitó a propietarios de negocios de la comunidad afroamericana para que apoyaran con donativos para sostener la escuela y construir un edificio. Él platicó con Arthur al finalizar el evento y un lunes hizo una audición, le explicó que no tenían muchos medios, pero sí la voluntad y se quedó. “Arthur fue el primer negro que bailó en una compañía blanca como principal con una mujer blanca, se hizo un escándalo en ese tiempo, casi cierran la compañía New York City Ballet y casi corren a Balanchine por haberlo puesto a bailar con una mujer blanca, pero fue un éxito y logró ir adelante”.
“Yo establecí una relación muy personal con ellos donde podía platicar, cuestionar y contar mis sueños con respecto a lo que él había generado en mi persona”, dice Héctor Hernández en el sentido de que él quería replicar esa pasión por la educación entre los jóvenes más vulnerables aquí en México. Y ahora es una realidad la que él hace porque no solo ha impulsado a sus hijos a ser los mejores bailarines del mundo, también está detrás de otros niños y jóvenes promesas para que cumplan sus sueños.
Influencia en México
La escuela que creó Mitchell fue “Dance Theatre of Harlem” en conjunto con Karel Shook en el año de 1968. En el 69 ingresó Héctor, para en 1973 partir a Monterrey buscando cumplir su misión en la vida. “Precisamente encontré una carta que me escribió Karel donde me felicitaba y animaba por tomar la decisión de venir a México a compartir los conocimientos que yo había adquirido y por el tiempo que yo le regalaba a mi nación y a sus jóvenes para atraerlos hacia algo positivo. Esa fue la influencia que yo tuve de estas personas. Y ahora es lo mismo que yo estoy haciendo, formo mis discípulos para que sean colaboradores y que sean continuadores de mi trabajo, de mi proyecto y de mi sueño de llegar a tener un conservatorio gratuito y abierto a todos los jóvenes mexicanos que quieran alcanzar altos niveles de progreso y de desarrollo”.
En Monterrey, de donde es originario don Héctor, comenzó sus sueños, las cosas no fueron tan sencillas, por lo que decidió buscar suerte en Guadalajara donde desde entonces se estableció, las oportunidades costaron y siguen costando, pero él no quita el dedo del renglón, esa es una lección que le dejó Arthur que se llevará con él para toda la vida.
“Yo trabajé con 150 maestros, era una persona que no me interesaban los paseos o diversiones, salía de trabajar a las 17:00 horas y me iba a tomar clases al Carnegie Hall con maestros grandes o viejos, y platicaba sobre técnicas de trabajo que quería asimilar, me gustaba conocer la historia y el trabajo que hacían. Vi que todos me aportaron algo y cuando tuve que aplicar un método o sistema de cómo dar clase, saqué lo mejor de todos ellos. De Arthur Mitchell aprendí la libertad para bailar. Él es un héroe nacional en Estados Unidos, está considerado como un icono en la cuestión cultural, él en un momento de crisis aportó a la sociedad una salida, una opción que trajo tranquilidad, emoción e inspiración a los jóvenes”, finaliza.