Cultura

El alma del diseño mexicano

La diseñadora industrial Cristina Padilla llevará a la Bienal Iberoamericana de Diseño en Madrid las tradiciones mexicanas plasmadas a través de su arte

Más allá de lo atractivo que pueda resultar el diseño desde su esencia visual, el contexto cultural y la interpretación que se le pueda dar un objeto es elemental para Cristina Padilla, diseñadora industrial, responsable de representar a México en la próxima Bienal Iberoamericana de Diseño, en Madrid, en donde esta joven creativa compartirá las tradiciones mexicanas desde una mirada vanguardista y contemporánea.

Desde pequeña, Cristina Padilla ha estado relacionada a los procesos creativos y de diseño, su familia cercana a la arquitectura, al diseño de muebles y fabricación de calzado, fue elemental para que esta joven egresada de la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México, optara por desarrollar su propio instinto creativo desde su pasión y estudio por las tradiciones mexicanas.

En el Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño de la Universidad de Guadalajara, Cristina comenzó a desarrollar uno de los proyectos que hoy la sitúan como representante mexicana en el extranjero y tras titularse como maestra en Diseño y Desarrollo de Nuevos Productos con línea de investigación en Identidad Cultural y el Diseño, llegará en noviembre a la bienal con el proyecto: “Comunicación de la cultura a través de los objetos cotidianos: Códigos sensoriales aplicados al diseño y desarrollo de nuevos productos de cerámica utilitaria artesanal”, enfocado en las expresiones culturales de Jalisco.

“Se mostrará una compilación de proyectos académicos de universidades de América Latina, España y Portugal. Presentamos qué es lo que sucede en el ámbito del diseño actual, trabajos de diseño industrial, gráfico, textiles, editoriales y distintas ramas de diseño. Esto es un aprendizaje para todos”.

La investigación de Cristina Padilla radica en compartir cómo se pueden transmitir mensajes a través de los objetos y que se plasma en diseño tangible en colecciones de objetos, que en este caso, ella desarrolló objetos de distintos materiales para mesa que reflejan distintas expresiones culturales de Jalisco.

“Las representaciones sociales son las formas en cómo la cultura va evolucionando en distintas expresiones tangibles, porque nunca es estática por eso es la importancia de la innovación. Intento retomar expresiones culturales que se formaron con el choque de dos culturas, desde las prehispánicas hasta la colonización española en México, de ahí surgieron actividades como la charrería, que es un intercambio de las actividades del campo, la llegada del caballo a México y eso se transformó en algo que es considerado el deporte nacional y es una expresión cultural”.

Investigación de fondo

En su proceso, Cristina Padilla retoma elementos tangibles de expresiones culturales como la charrería o la música para, desde su visión creativa, plasmarlos en diseños atractivos con alta carga cultural y sentido de pertenencia e identidad.

“Seleccioné la ornamentación charra, el sombrero charro, el vestido de las escaramuzas, la herradura del caballo o las espuelas de las botas, por ejemplo, que plasmé en objetos de manera muy simbólica y conservando las formas, ritmos y sus tonos. No es que deforme el sombrero de charro, es una extracción y síntesis conceptual que plasmo en un diseño”.

Con esta idea y apegada a sus proceso de investigación y orgullo por sus raíces nacionales, Cristina Padilla creó cuatro colecciones que retoman elementos e íconos representativos de la cultura mexicana, por ejemplo, una vajilla inspirada en el proceso del tequila y el paisaje agavero, interpretando desde lo creativo la textura de los agaves, la piña cuando es cortada, los tonos de un agave azul.

“De esta forma se pueden transmitir valores culturales de nuestras expresiones y cada quien puede darle su propia interpretación, eso pasa con la comunicación. Le veo mucho valor a que la gente detecte estos elementos, es un lenguaje universal, y por otro lado, es importante de tener mensajes directos al tener contacto directo con un objeto. Parte de mi trabajo es explicar qué significa cada elemento de estos objetos y a su vez puedan transmitirlo a otras personas”.

De esta forma, Cristina Padilla llegará a Madrid -del 20 al 22 de noviembre- con cuatro colecciones, una vajilla inspirada en el paisaje agavero, otra más basada en la charrería, así como floreros que se inspiran en las melodías musicales del mariachi y la relación entre la música y el color, y una entrega más retoma la cosmovisión de la cultura wixárika con un set de candelabros.

“Creo que una exposición de esta magnitud te abre muchas puertas como creador, es la posibilidad de dar a conocer tu proyecto fuera de México, puedes vincularte con diseño de otros países. Considero que hay más conocimiento sobre los proceso detrás del diseño, ya hay más interés por saber de dónde vienen las cosas”.

Cristina Padilla comparte:

El México de mis sabores

México. El de mis amores, el de mis sabores. El del rosa mexicano que se viste, que se come, que se habita. El del amarillo como el sol que tuesta la piel, que es también el de la luna que ilumina nuestras noches y ése de la flor que honra a la muerte. El del azul verdoso como su mar y como sus campos en el occidente. El México de la riqueza natural que se convierte en riqueza cultural. Ése que todos los días se sienta a la mesa que es espacio de encuentro; entre el plato y la receta secreta, entre el paladar y cada ingrediente, entre las manos que preparan y los corazones contentos que reciben, entre los amigos, entre la familia, aún entre desconocidos que de pronto dejan de serlo. El México del aguacate, del chile, del jitomate, del tequila, del cacao, del nopal, del mezcal, del maíz azul, morado, dorado. Mi México. El que me ha visto crecer y admirarme con sus bellezas, y llorar ante su desigualdad e injusticias. Ése que se levanta cada mañana a dar lo mejor de sí por su gente. Ése que vibra, ése que es dual, ése que es baile, ése que es sonrisa.

Es este México de mis sabores el que hoy impulsa mis pasos como diseñadora hacia un lugar desde el que hablar fuerte sobre los valores más profundos que yo encuentro en sus formas. A lo largo de un camino apasionante de observación, he confirmado que los objetos nos cuentan historias; cada uno de ellos a través de sus formas y funciones nos habla claro sobre la cultura a la que representa, aquélla que le da la vida. Es así que hoy me enorgullezco de compartir un proyecto de diseño que pretende rescatar y volver a hacer presente en la vida cotidiana esos valores que existen detrás de las expresiones culturales de un pueblo tan maravilloso como lo es México, mi México. Es un proyecto que se llama Molinillo y su campo de acción es la mesa. La mesa mexicana que a simple vista es una tabla con cuatro patas, de madera, de metal, de plástico, pero que en realidad es una plataforma de sabores, familia, colores, historias, olores, valores, texturas, sabiduría, naturaleza, tradición.

Desde una tierra mojada, entre atardeceres dorados, el “son de la negra”, ojos bonitos, azul Chapala y unas cuantas tardes de equipal, nace este proyecto que comienza con el diseño de cuatro colecciones de objetos artesanales para la mesa que comparten las historias más sonadas de un Jalisco que es referente cultural de nuestro México diverso; platos y tazas que desde las formas de la piña del agave azul, los tonos azules, verdes y morados de sus hojas, la textura de la tierra y los ciclos de la cosecha, nos recuerdan la importancia y el valor de la naturaleza y el trabajo en el campo, el respeto a los ritmos, la alegría que hay en el disfrute de un buen trago junto a los amigos o ese buen amor; manteles, vasos y más platos que desde el movimiento, elegancia, tonalidades, símbolos y brillos del sombrero del charro, las espuelas de sus botas y el vuelo del vestido de la escaramuza, ilustran el orgullo por la patria, el honor que existe en la valentía, el amor al caballo, la presencia de la dualidad y de esa devoción guadalupana que sigue viva hoy; floreros que entre la altura y colores de su decoración nos cantan pedacitos de esas canciones que en noches de luna se escuchan en los balcones o en las cantinas, esas canciones que le cantan a la vida; candelabros que en su sutil cambio de altura, tamaño y materiales indican los niveles de la luz divina y misteriosa que en lo concreto del camino nos guía hacia el lugar más alto que hay.

Objetos que desde su forma y función hacen sensible la riqueza y esencia mexicana en los momentos más ordinarios, aquéllos que con suerte se comparten con la gente más querida, en lo cotidiano y simple de todos los días.

Objetos que aún, tienen muchas más historias que contar.

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