Cultura

El Museo del Prado se nutre con arte iberoamericano

El recinto cultural español buscará reforzar sus lazos con otras naciones a través del lenguaje creativo

“Acercar al público español una historia ignorada sobre el arte iberoamericano”. Sobre esta premisa se erige la exposición “Tornaviaje. Arte Iberoamericano en España”, que llega al Prado para presentar el tráfico de obras artísticas entre España y América Latina tras la conquista del nuevo continente a través de más de un centenar de obras.

“La tesis principal de la exposición es contar al publico español una historia que ignora: que el trafico artístico no es unidireccional como nos habían contado, sino que se compone de un flujo de dos direcciones”, dijo el director del Museo Nacional del Prado, Miguel Falomir, sobre la muestra, que pretende “que el público se familiarice con el arte virreinal”.

Tras la conquista de América y hasta la Independencia llegaron a España “más objetos desde América que desde Italia o Flandes”, y lo hicieron en un flujo bidireccional, que se convierte en el hilo conductor que toma la exposición, cuya apertura estaba prevista para el año pasado y se vio pospuesta debido a la crisis sanitaria.

“No es que esta etapa haya estado menos estudiada, pero sí que es menos conocida por la ciudadanía en general”, puntualiza de forma previa a la inauguración el comisario de la muestra, Rafael López Guzmán, Catedrático de Historia del Arte Iberoamericano en la Universidad de Granada.

“Son obras que llegaron en época virreinal, sobretodo en la Edad Moderna, y que poco a poco han perdido la historia de su relato: por qué llegaron, cuáles eran su funciones o su origen”, explica sobre las obras, muchas de ellas pertenecientes a la antigua colección real, junto a la que se exhibieron en los mismos palacios que obras de Rubens o Velázquez.

Es precisamente de esta forma como las piezas “se han ido mezclando con nuestro patrimonio”, un punto de partida para el que el Prado aglutina estas obras con el fin de ofrecer una visión más completa de la circulación de estos objetos artísticos, que “no gozaban de una especifidad concreta a la hora de ser estudiados” y que ahora se reúnen en un amplio grupo con “un significado completo”.

Elaborados por artistas mestizos o indígenas, los objetos presentan materiales, temáticas y técnicas desconocidas que hablan desde las “aspiraciones identitarias de las élites criollas” a motivaciones documentales, devocionales y estéticas, y que llegan al Prado tras un minucioso trabajo de cuatro años de duración.

“La exposición se divide en cuatro áreas temáticas que juegan con el concepto del tornaviaje”, explica el comisario sobre la estructura de la muestra. En la exposición, que permanecerá en las salas A y B del edificio de los Jerónimos hasta el próximo 13 de febrero, los visitantes pueden observar un total de 107 obras, de las cuales 26 han sido restauradas para la ocasión.

Realizada en colaboración con la Fundación AXA, la muestra es además una iniciativa en la que el Museo Nacional de Antropología, el Museo de América, el Museo de Ciencias Naturales y el Real Jardín Botánico acompañarán a la exposición con proyectos y muestras creadas específicamente para la ocasión.

La huella mexicana

La exposición estará compuesta por tres secciones. En un relato que da a conocer la cultura de los virreinatos americanos poniendo en énfasis “sus valores iconográficos y simbólicos”, además de aquellos que les otorgaron las sociedades receptoras, la muestra se articula en torno a cuatro secciones diferentes.

“Primero analizamos la geografía americana y cómo se organizaba, teniendo en cuenta el proceso de conquista”, explica López Guzmán sobre la primera parte, “Geografía, Conquista y Sociedad”, en la que destaca el “Biombo de la Conquista de México y La muy noble y leal ciudad de México” (1675-1692), que refleja “el ideario de las élites criollas”.

La segunda sección, “Imágenes y cultos de ida y vuelta”, habla de “los elementos devocionales que van y vienen de América”, un eje en el que el culto y la catequización cobran un gran protagonismo, ya que “justificaron la conquista a nivel ideológico”, y de cuya sección destaca la obra “Santa Rosa de Lima” de Murillo.

La tercera parte corresponde a “Las travesías del arte”, que atienden a “aquellos objetos que vienen de América. Desde ajuares civiles particulares hasta eclesiásticos”, y en la que el comisario destaca el “Obrador Quiteño”, plata con pedrería e incrustaciones que, datada de principios del XVIII, es “la primera vez que se expone públicamente debido a su gran valor”.

La última sección, “Impronta Indiana”, habla de la “hibridación entre elementos culturales, configurando “una historia del arte más plural, donde cobran relevancia las piezas realizadas con la técnica del encochado, “un arte realizado con conchas a medio camino entre la pintura y el trabajo artesanal”.

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