Cultura

Distopías sobre el recuerdo

“Retrato de mi madre con perros” es la más reciente novela del escritor mexicano, cuya narración se enfoca en el olvido absoluto del pasado

El escritor mexicano Daniel Rodríguez Barrón publicó la novela “Retrato de mi madre con perros”, dentro del sello Seix Barral. Cercano a la distopía, los habitantes de la novela alimentan los contenidos de internet, siempre con la inmediatez como un factor preponderante. El resultado es un olvido absoluto del pasado. Con un estilo ágil, de la mano con la brevedad, este libro narra un paisaje social con ciertos tonos de desolación y decadencia, donde el recuerdo del personaje y su indagación por su historia personal marcan la pauta a contracorriente de la sociedad. El autor nos platicó vía telefónica sobre cómo surgió el origen de esta trama:

-Mirando el paisaje desolado del día de hoy. Creo que todas las distopías hablan del aquí y del ahora. Estaba en el metro y veía a todo el mundo mirando el celular. No era normal. El hecho de que lo hagamos todos los días, casi todos, no significaba que fuera normal. Pertenezco a una generación anterior a la de los celulares, eso no ocurría antes. No es que estuviéramos leyendo filosofía, pero la gente miraba a la calle, hablaba con su vecino, leía un periódico. Ahora estamos aislados, en una burbuja. Pensé en llevarlo al extremo, extremar la situación y convertirla en una distopía.

-Está en toda la novela la obsesión por el presente (que tal vez se vincula a esa relación con la tecnología). En la novela está el olvido de quienes ya no están vivos, por ejemplo. Es la inmediatez que se vive.

-Sí, por ejemplo, el asunto de los muertos es por siempre estar pasando la página. Lo que hace el personaje es decir no: hay cosas que todavía no pasan y cosas que se quedan, cosas importantes que debemos pensar, como la muerte de su madre. Quiere repensarlo y seguir pensando esa historia en lugar de pasar la página. Manda a la red aquello que no quieren oír: hablar de la muerte, de cosas fijas.

-Con la madre llama la atención la profesión de actriz, que simula; y la búsqueda del padre, quien ejerce en una religión.

-En ambos casos lo que quería plantear es cuán desconocidos son nuestros padres. Los conocemos por lo que nos cuentan, a partir del momento en que nacimos. Pero no, tienen una vida privada, deseos, una vida ajena a la nuestra. Como hijos no lo contemplamos, o no lo queremos saber. La madre, al ser actriz, tiene muchos papeles posibles: la buena, la mala, la bruja, la niña. Se convierte en todo, tiene todas las posibilidades. El padre, como sacerdote o como juez, tiene la simulación de quien dirige, legaliza y corrige. El personaje se da cuenta de que sus padres tienen muchas imágenes, representan muchas cosas.

-Como actriz la madre tiene múltiples papeles, cada uno “resguardado” en una parte de su cuerpo, lo cuenta en entrevista. Recuerda a Pirandello y su novela “Uno, ninguno y cienmil”: el personaje se da cuenta de que su nariz está desviada, nota que para cada persona es alguien diferente.

-No conocía la novela de Pirandello. La madre tiene en el fondo a todos sus papeles, en las manos, en los pies. En el corazón está “Yocasta”.

-En el sentido corporal hay una analogía zoomorfa, con las gemelas. ¿Cómo se introduce esta novela junto a tus otros libros? Lo digo por el título (“Retrato de mi madre con perros”) y por otros libros tuyos (“La soledad de los animales” o “Los mataderos de la noche”).

-Pienso en esos libros no como una trilogía, porque los personajes son distintos, pero sí comparten algo. Los personajes centrales son aislados, con disgusto con el mundo y consigo mismos: con su físico, con su trabajo, con lo que son. Hay una suerte de ajuste de cuentas a lo largo de la novela. Se revive su pasado y un poco lo justifican, se perdonan. De los animales, creo que en los textos representan la humana. Estos animales son mucho más sensibles, más intuitivos que nosotros mismos.

-Me gustaría que hablaras sobre la estructura: es una novela corta, con cierto leitmotiv con capítulos hipercortos que generan una inquietud con las frases y los diálogos.

-Tiene que ver un poco con la primera novela. Lo que intento experimentar es ver hasta dónde es posible llegar. La soledad de los animales empieza donde termina, mientras se lee se aproximan no al final, sino al principio. Aquí quise hacer, como está recordando el personaje, en realidad no solo es lo que ocurre, sino lo que recuerda todo el tiempo. Es una novela en espiral: regresa, sigue al presente, vuelve a regresar, y al mismo tiempo sigue avanzando. Me interesa esa experimentación, contar la historia de manera distinta. Creo que estamos muy acostumbrados a que nos cuenten las historias de manera distinta.

-Has escrito también teatro, y también hay una adaptación al cine de una de tus obras.

-Lo de dramaturgo quedó en el pasado, fue mi primer amor, diría. Lo que hice fue aprender sobre los diálogos. La rapidez de los párrafos y los capítulos tiene relación con las escenas en el teatro. Así se presentan los personajes en el teatro, nunca, o casi nunca hay un narrador que nos dice qué piensan los personajes o qué van a hacer. Entran a escena. Es lo que permite el teatro. La película es muy curioso, está basada una obra de teatro: el directo, Gustavo Crivilone, buscaba una pieza que pudiera filmar en un solo escenario, algo muy controlable. Alguien, una amiga que nos conoce, le dio “La luna vista por los muertos” y le encantó. Ya está filmada, ahorita mismo se está editando. Esperamos que en este mismo año la podamos ver. Se llamará “Diorama”.

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