100 días en cultura, entre ocurrencias y símbolos
Dos expertos en política cultural de México, Eduardo Cruz Vázquez y Carlos Lara, hacen un análisis de las acciones que ha realizado la dependencia gubernamental dirigida por Alejandra Frausto
En 100 días del actual gobierno, una de las cifras más novedosas para el sector Cultura es la de cerca de un millón de visitantes a Los Pinos, que abrió sus puertas al público el 1 de diciembre. Si ese millón llegó por el morbo de conocer cómo vivían los mandatarios de México o por la oferta cultural, esa es otra historia.
Junto con Los Pinos, Cultura tiene nuevas tareas, dependencias y espacios, como el Fondo Nacional Para el Fomento de las Artesanías (Fonart).
Andrés Manuel López Obrador planteó el 18 de febrero que el centro penitenciario de las Islas Marías se transforme en un centro de arte, cultura y de promoción del cuidado ambiental, aunque una propuesta posterior solo incluyó lo ambiental, y será la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) la responsable de su administración.
Otra de las nuevas tareas de Cultura es la de su traslado a Tlaxcala.
Estas acciones, coinciden expertos en política cultural en México, Eduardo Cruz Vázquez y Carlos Lara, son parte del juego de símbolos que importan mucho al nuevo gobierno.
“No dejan de ser un asunto administrativo”, sostiene Cruz. “Son simbolismo hueco”, apunta Lara.
La apertura de la exresidencia oficial de Los Pinos generó desde las primeras horas del 1 de diciembre una inusitada respuesta. La expectativa por entrar coincidió con la proyección de “Roma”, del cineasta Alfonso Cuarón.
La apertura del lugar también abrió la historia de la colección de arte de la presidencia, un conjunto de 33 pinturas, de las cuales solo unas cuantas se encontraron en el recinto y cuyo destino no dejó acotado el gobierno saliente -como el de muchos bienes muebles en la exresidencia-. Personal de Cultura informó que la colección se encuentra en una bodega.
En torno a Los Pinos no han faltado los anuncios y noticias; sin embargo, lo que sí ha faltado es un programa acerca del uso que dará al recinto la propia Secretaría de Cultura.
El pasado jueves, por ejemplo, eran pocos los visitantes a Los Pinos: los fines de semana llegan más personas, entre 10 y 15 mil, según personal del lugar. Los espacios se mantienen abiertos, pero el público no puede subirse a los cañones; el mantenimiento continúa, pero los jardines no se ven podados como en los primeros días.
Acciones sin trascendencia
Eduardo Cruz Vázquez, periodista y coordinador del Grupo de Reflexión sobre Economía y Cultura (Grecu), en la UAM Xochimilco, no ve trascendentes las nuevas funciones de Cultura: “El manejo de espacios como Los Pinos se inscribe en una consecuencia lógica de que es un área que puede hacerlo. Sin embargo, no deja de ser un proceso administrativo. Lo central es que en este periodo no hemos identificado con plenitud las diferencias con relación a la gestión pasada”.
Cruz Vázquez lo sitúa en un contexto de crear símbolos: “Eso se suma (Los Pinos) por una oferta de campaña o porque hay una línea de régimen diferente. Simbólicamente es importante, se estaba mandando un mensaje al integrar un espacio destinado a la Presidencia. Es algo intrascendente frente a la necesidad de que la Secretaría haga entrega de todo el proceso que esto tendrá”.
Carlos Lara, analista de comunicación y cultura, comparte la idea de que se apuesta por consolidar símbolos: “Todo espacio que se gane en favor de la cultura es bueno. Sin embargo, la lógica obtusa de querer hacer actos simbólicos permite que, más que proyectos, políticas o programas, éstos sean ocurrencias, palabra que no le gusta a la Cuarta Transformación, pero son ocurrencias enmascaradas en un simbolismo hueco, porque al Presidente le encantan los símbolos”.
Lara celebra cómo la gente se ha apropiado del espacio y se pregunta dónde están los programas que lo definirán: “Lamento que se tengan que hacer esta serie de acciones que se le ocurren al Presidente y que ponen a trabajar a Cultura. Sería mejor tener acciones organizadas que comprar petates para ver películas”.
Desde el 10 de enero, Cultura tiene otra sede en Tlaxcala. En el edificio que fuera sede del Instituto Tlaxcalteca de Cultura se encuentran oficinas de la dependencia federal, y aunque se han organizado conferencias, el proceso de descentralización es más vistoso que estratégico.
El caso del Fonart tampoco se ha concretado. Si bien la dependencia ya es parte de Cultura, desde el punto de vista presupuestal depende de la Secretaría de Bienestar.
“Si quieren descentralizar tienen que hacer un diagnóstico, aplicar un federalismo cultural y un programa sobre qué le toca hacer a la federación, a los Estados y a los municipios. Pagar una renta en Tlaxcala no es descentralizar”, comenta Carlos Lara.
Tampoco ve logros en el caso del Fonart: “Es una idea equivocada que va en sentido contrario al desarrollo de la actividad artesanal. Está bien que los saques de Sedesol, porque ahí los tenías bajo un esquema asistencial, pero que se integre a la Secretaría de Economía, ¿para qué en Cultura? ¡Para hacer simposios, librotes! Y mientras no hacen nada, Amazon ya vende arte popular mexicano”.
Sin brújula ni timón
Eduardo Cruz Vázquez cuestiona la falta de un proyecto claro a lo largo de los primeros 100 días: “No conocemos un documento frente a temas como no entregar recursos a organizaciones de la sociedad civil. Se establecieron elementos en el documento de ‘El Poder de la Cultura’, pero esto es un marco referencial. Me hubiera gustado que en las primeras semanas de gestión se presentara un diagnóstico de las condiciones de la secretaría y las líneas de acción”.
Para el coordinador del Grecu “han sido 100 días revestidos por los escándalos, dificultades heredadas y por las impericias para detenerlas. La Secretaría luce sin timón, sin brújula. Parecería estar en una especie de marasmo frente a la herencia y de cara a lo que viene”.
En ese sentido, Cruz Vázquez se pregunta si lo relacionado con el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca) no es parte de una estrategia para validar modificaciones: “Es un instrumento financiero, un fideicomiso, no una dependencia. No sabemos si quieren liquidarlo y convertirlo en una dependencia”.
Carlos Lara tampoco cree que se pueda hacer un buen balance, las buenas noticias, el hallazgo en Yucatán o la devolución de los exvotos, dice, se opacan por ocurrencias: “La reunión del Fonca es una metáfora. Si no tienes nada que decir, espera a tenerlo, no organices nada. Es ir de ocurrencia en ocurrencia”.
Conflictos laborales
- Falta de pagos: Trabajadores contratados por Capítulo 3000, operativos de confianza, sindicalizados e investigadores de la Secretaría de Cultura, del INBA e INAH, se han manifestado en reiteradas ocasiones en el Palacio Nacional, Bellas Artes o Paseo de la Reforma, contra la falta de pago de salarios, recorte a prestaciones (como bonos de puntualidad) y por despidos masivos, algo que afecta en las labores artísticas, así como de investigación.
- Justificación: La secretaria de Cultura, Alejandra Frausto, ha dicho que el proyecto de la dependencia está encaminado hacia una reestructuración. En febrero, Omar Monroy, de la Unidad de Administración y Finanzas, aseguró que no había despidos masivos.
- Cifras: La Secretaría de Cultura informó en una solicitud de información que en 28 unidades administrativas como el Fonca, el Cenart y direcciones generales, las “no recontrataciones” o renuncias van de 2 a 37 en cada uno.