Túneles de Guadalajara: ¿Realidad o fantasía? Teorías, hechos históricos y testimonio de un explorador urbano
La leyenda de los túneles de Guadalajara forma parte del imaginario colectivo de los tapatíos. Checa aquí los datos históricos, las curiosidades que vienen del mito y la leyenda, y el testimonio de un explorador que ha estado en ellos
La ciudad de Guadalajara es historia viva. Historia que caminamos a diario entre sus calles plagadas de fincas derruidas, historia que contemplamos en las fachadas de piedra de sus catedrales silenciosas, las mismas catedrales que atestiguaron los dolores, las penas, las felicidades y los amores imposibles de los tapatíos de siglos anteriores; historia que respiramos en sus recintos que entre muros de adobe fresco mantienen cautiva una atmósfera distinta a la nuestra; una atmósfera de otros soles, de otros tiempos, de otros días.
Pero también hay historias que no se ven. Historias que nos fueron legadas por medio de las maravillas de la tradición oral: los relatos de añoranza de nuestros abuelos, cuyos tiempos recónditos siempre fueron mejores; las anécdotas que de niños nos contaban a la medianoche con la narrativa del miedo, las leyendas que se esparcen de barrio en barrio, de calle en calle y de persona a persona como pétalos en el viento, y que conocemos y sentimos como nuestras sin entender muy bien por qué, como una herencia ignorada que ha echado sus raíces muy profundo dentro de nosotros.
Entre las diversas leyendas que conforman el imaginario tapatío, una de las más interesantes e incomprensibles es la de los túneles de Guadalajara. De cómo en la Catedral, más allá de sus criptas, más allá de sus altares, se escucha el sonido indiscutible del agua corriendo entre piedras ocultas. Este universo laberíntico que, según cuentan, conecta los puntos más importantes de la ciudad por debajo de la tierra; pasadizos insospechados que enlazan casonas, fincas, monumentos históricos, capillas y panteones en una lógica subterránea que se escapa al raciocinio común.
¿Por qué hay túneles en Guadalajara?
Todas las leyendas, como se sabe, están conformadas por una parte verídica. Y lo cierto es que, bajo las calles de nuestra ciudad, existe una red enmarañada de túneles la cual nos es desconocida casi en su totalidad. La universidad de Guadalajara se refiere a ellos como “túneles de la guerra cristera”, que fueron usados “para escapar de los soldados durante el conflicto armado que se vivió en el país de 1926 a 1929, durante el mandato del ex presidente Plutarco Elías Calles”. Por su parte, el Hospital Civil menciona que “en tiempos de la colonia se utilizaban para comunicación y transporte ya que en algunos de ellos cabían perfectamente caballos; para escapar de revueltas y probablemente también eran utilizados por los obispos; para ir al antiguo Palacio del Obispado o Episcopal”.
El Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) indica que “estos túneles servían para conectar la mayor parte de los edificios principales de la ciudad, tales como el hospicio Cabañas, el Teatro Degollado y el Panteón de Belén”. Una investigación llevada a cabo por la doctora Alicia Torres Rodríguez, de la Universidad de Guadalajara, indica que lo que por leyenda conocemos como “túneles de Guadalajara”, son en realidad galerías filtrantes, las cuales fueron construidas a lo largo del periodo colonial para llevar agua potable a la zona metropolitana.
Esta es una obra de fray Pedro Antonio Buzeta, que llegó a la ciudad en 1731, y que “concluyó que la opción más viable era el aprovechamiento de las aguas subterráneas ubicadas al poniente de la ciudad (...) Surgió con ello la propuesta del aprovechamiento de aguas a través de la construcción de galerías filtrantes para la captación y conducción del agua a Guadalajara”.
Túneles de Guadalajara: ¿Realidad o fantasía?
Los túneles de Guadalajara, o galerías filtrantes, existen. Durante las obras difíciles de la construcción de la línea 3 del Tren Ligero, cuando una máquina incomprensible y gigantesca perforó el subsuelo de la ciudad, muchos de los túneles fueron descubiertos, e incluso quedaron visibles a la luz del día para la contemplación de los transeúntes atónitos. En la Plaza de Armas, donde hoy se encuentra la entrada a la estación Guadalajara Centro, las excavaciones superficiales revelaron una sección de los pasadizos subterráneos, justo enfrente del Palacio de Gobierno. Se creó incluso una petición para change.org, en 2015, que pedía “Alto a la destrucción de túneles históricos sin registro de Guadalajara”. La petición sólo alcanzó 57 firmas.
Jalisco Desconocido: El explorador urbano que conoce los túneles de Guadalajara
José Luis Abarca Ramos tiene 38 años de edad, maneja el canal de Youtube Jalisco Desconocido, es padre de familia, y tiene la característica envidiable de conocer la ciudad de Guadalajara como pocas personas en el mundo. Su afán insaciable por la exploración de rincones más allá de lo cotidiano nació desde la infancia. Nunca le gustaron los lugares concurridos a los que su familia lo llevaba para vacacionar o pasar los fines de semana, pero las cosas cambiaron cuando alrededor de sus 7, 8 años, unos tíos comenzaron a probar suerte con la detección de metales, y lo incluyeron en sus viajes a haciendas abandonadas y casas viejas, lo cual le sacudió para siempre el entusiasmo de “visitar lugares que normalmente la gente no conoce”.
¿Qué hay debajo de la Catedral de Guadalajara?
Su primer acercamiento con la leyenda de los túneles de Guadalajara se la debe a su madre. “Me contó que cuando ella estaba joven por ahí entró a la Catedral… pero esa es una historia que mucha gente te va a contar. Ella dice que lo vivió. Me dice que una vez entró a Catedral. Me dijo, ¿sabes qué hijo? Porque ella ya sabía que me gustaban esas cosas. Me dijo, abajo de Catedral hay un pozo. Ese pozo tiene dos estatuas de dos leones y si tú vas y te asomas hay unas escaleras y se escucha cómo corre un río”. Fue una anécdota que no olvidó nunca, y que lo llevó a seguir preguntando al respecto, sin ahínco, especialmente a gente mayor. “Todos concuerdan”, menciona Luis. “Entonces cuando ya hay un círculo, un nicho de personas que te hablan de lo mismo, hay que hacerles caso porque algo hay de verdad”.
El relato de su madre, y las propias conclusiones que él sacó, crearon en Luis Abarca una necesidad de investigación incontenible que lo llevó a recorrer los lugares emblemáticos del Centro Histórico: el Teatro Degollado, el Hospicio Cabañas y la Catedral misma, como si fuera un peregrino cumpliendo una manda. La suerte no estuvo a su favor. Algunos le decían que los túneles existían y le revelaban la ubicación, pero sin permitirle el ingreso a los mismos, y otros negaban su existencia de modo rotundo en un tremedal de informaciones contradictorias. En todo caso, existieran o no, el acceso a ellos le estaba vedado y no encontraba el modo de que fuera distinto, hasta que comenzó a desmoralizarse y desistió de su búsqueda. “El ánimo por investigar estaba por los suelos”, menciona. Lo dejé por la paz”.
Tuvieron que pasar algunas décadas para que se cumpliera el sueño de su infancia y de sus juventudes. En enero del 2021 comenzó a convivir con Martín, quien a su vez tiene otro canal en Youtube de exploración urbana, (Silent GDL). Mientras su amistad progresaba, Martín comenzó a mandarle fotografías de lo que en un principio Luis creyó que eran cuevas: pasajes subterráneos surcados de raíces, una mano emergiendo de una alcantarilla, y saludando al espectador. Pero Martín lo sacó de su error: eran los túneles de Guadalajara.
Confirmar que existían fue una sacudida para el carácter de explorador de Luis. Recobró la esperanza. Empezó a buscar por su cuenta, reanudando la investigación abandonada hacía décadas, sacando sus propias conclusiones, enlazando los testimonios obtenidos, y aprovechando las ventajas del internet. “Fue cuestión de hacerle caso a lo que cuenta la gente mayor”, afirma Luis. Respetó el silencio de Martín, pues no era su intención que el amigo reciente le revelara la ubicación específica de los túneles, ni siquiera tenía contemplado pedirle que lo llevara a ellos, y a su juicio era mejor que siguieran como estaban: desconocidos.
Pero él quería vivirlos en carne propia, hasta que finalmente encontró la entrada. Dio con el lugar. Por aquellos días, Martín finalmente lo invitó a que lo acompañara a un recorrido dentro de los túneles, y su sorpresa fue grande cuando Luis Abarca se le anticipó. Pues ya conocía, sin haber estado nunca en ella, la entrada por la que Martín iba a darle acceso a lo que había estado buscando toda su vida. “Felicidades” le dijo Martín. “Vamos a entrar por ahí”.
El día llegó. Cuando Luis Abarca entró a los túneles por primera vez, se le sacudieron las entrañas con las ganas de llorar. Era algo que estaba buscando desde la infancia, y desde entonces habían transcurrido veintiocho años. “Sentí que estaba entrando a un castillo de Europa. Porque aquí en México no encuentras ninguna construcción así. Bajas cerca de veinte, treinta metros por unas escaleras de caracol de cantera, redondas, llegas a la parte de abajo, llegas a un cuarto donde ves túneles hacia todos lados, ves otras escaleras clausuradas, empiezas a sentir esa sensación de felicidad pero de miedo… esos túneles de verdad son imponentes (...) te falta oxígeno ahí abajo”.
“Puedes estar 24 horas y no lo recorres todo”.
No tuvo suficiente con la primera vez y siguió explorándolos, conociendo más entradas, identificando los pasadizos que conectan distintos puntos de la ciudad de Guadalajara. Una vez él y Martín caminaron dos horas en línea recta. Sus recorridos han terminado en puertas bloqueadas con cemento y madera, en alcantarillas a plena luz del día, en secciones que incluso tienen dos niveles más abajo de profundidad, pero que por su inestabilidad es imposible acceder. Ha atravesado pasadizos donde corre agua limpia.
Ha pasado por secciones donde llegan las raíces de los árboles, que en su búsqueda de agua se hacen paso a través de las entrañas de la tierra. Hay partes de los túneles tan antiguas que no fueron construidas con ladrillos, sino con jal. La historia respira más viva que nunca en las profundidades de Guadalajara, entre las penumbras y los mismos cauces tímidos que corren impenitentes desde hace siglos. Allá abajo el mundo es distinto. Y también ha tenido experiencias inexplicables que se acercan a lo sobrenatural.
¿Dónde se encuentran los túneles de Guadalajara?
“Puedes estar 24 horas y no lo recorres todo”, afirma Luis. Tiene un don de historiador auténtico, incluso más tenaz que un historiador mismo, y coincide con los académicos en que los túneles son obra de fray Pedro Antonio Buzeta. “Se terminaron de construir en la época del gobernador Luis Curiel (...) estos túneles ya estaban abarcando toda la ciudad. Van desde lo que es los Colomos, Parque Hundido hasta el Colli, el Centro, Analco, Mexicaltzingo, Tetlán, Parque de San Rafael… nomás para que te des la dimensión”.
El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) califica estos túneles como el sistema de drenaje antiguo de Guadalajara, versión con la que Luis no coincide, pues el agua que corre a través de éstos es prístina, y no se construyen drenajes con las dimensiones para que transite y quepa un caballo, o habilitados para que haya luz.
“Toda la gente de la Guadalajara antigua sabía que ellos tenían acceso a esos túneles”, menciona Luis. “Bueno, casas grandes, como la Casa Caballero, la Casa de los Perros, todas las iglesias tenían acceso a los túneles, casas de políticos de la Guadalajara antigua (...) Se dice que los padres tenían que tener una junta en Palacio de Gobierno (...) de repente se sabía que estaban comiendo con el que estaba de encargado de la ciudad. Comían y regresaban a la Catedral. Nunca salieron por la Iglesia. Entonces se empezó a generar ese mito de los túneles de Guadalajara, pero si lo quieres ver fríamente, como lo que son, son las galerías filtrantes”.
“Yo creo que yo, que he estado mucho tiempo ahí abajo, conozco el 10% de los túneles”
Aquí es donde se mezclan la realidad y la fantasía, las leyendas formadas a lo largo de siglos. Los registros históricos coinciden en que, lo que por mito se le conocen por túneles, son las galerías filtrantes construidas en el siglo XVIII por fray Pedro Antonio Buzeta para llevar agua pura a la zona metropolitana de Guadalajara. Las leyendas comenzaron a nacer a partir del uso que los tapatíos de siglos anteriores le dieron a estos conductos subterráneos: escondites y rutas de escape en tiempos de guerra, pasadizos rápidos para cardenales, políticos y ricos de la época, guaridas para amores clandestinos, e incluso existen teorías que implican logias masónicas y símbolos ocultos en los monumentos tapatíos, que coinciden con la ubicación de los túneles.
Lo cierto es que muchos de los edificios icónicos de la ciudad están conectados por debajo de la tierra, y sin importar cuál fue su propósito en el pasado, los túneles funcionaron más allá que ser simples galerías filtrantes o drenajes antiguos. “Yo creo que yo, que he estado mucho tiempo ahí abajo, conozco el 10% de los túneles”, afirma Luis Abarca.
Capilla de la Medalla Milagrosa: Otro hallazgo urbano
Su labor de explorador urbano le ha dado a Luis Abarca un sentido de la responsabilidad con sus descubrimientos: ya no es un mero afán exploratorio, sino una necesidad de conservar y cuidar lo que por años y años se ha mantenido vedado a la mayoría de los tapatíos. Del mismo modo que, por simple curiosidad y análisis dio con los túneles, su tenacidad de explorador lo llevó a la Capilla de la Medalla Milagrosa, oculta entre fincas y negocios que la circundan, e inaccesible por métodos convencionales.
No fue sino hasta que él y Martín de Silent GDL, acompañados de Gory Valdez -sin el cual no hubiera sido posible la aventura-, compartieron en sus respectivos canales, que la capilla olvidada volvió a tener relevancia para la sociedad y sus historiadores, no necesariamente positiva. Aunque el contenido de su canal tenga un propósito venido del corazón, muchas personas le han dado mal uso, poco consciente e irresponsable, lo que lo motiva a ser respetuoso y receloso con sus hallazgos. Nunca creyó el alcance que tendría en la gente, ni a dónde lo llevaría lo que en un principio sólo era la curiosidad de conocer el mundo.
Jalisco Desconocido, más allá de los Túneles de Guadalajara
“Me gusta que las personas me escriban”, menciona Luis, que recibe mensajes de adultos mayores, de adolescentes que inician sus exploraciones urbanas, e incluso de gente que no eran asidua a las actividades físicas hasta que vieron sus videos. Ser explorador y compartir sus recorridos en su canal de Youtube le modificó su personalidad a bien, su lugar en el mundo, sus días. Ha conocido nuevas personas que lo inspiran y lo motivan a seguir descubriendo rincones ignorados ya no sólo de Jalisco o de México, sino el mundo. “Yo busco que la gente conozca (…) todo lo que hago al día de hoy le meto el corazón”. No quiere perder su estilo, su esencia, lo que él es, lo que lo entusiasma.
“Es un cambio totalmente en mi vida, para bien” menciona Luis. “Simplemente yo de ser una persona cohibida, que no hablaba, pues hablo, perdí miedo…. Y digo, qué mal estaba, qué mal que hasta mis treinta y tantos años me enteré qué mal estaba. Eso no era vida. No era vida, y ahorita lo que trato de inculcarle a mis hijos y a mi familia es que hay que salir (…) Entonces, así como este cambio estoy teniendo, yo siento que ese impacto estoy teniendo con mucha gente”, finalizó.
Puedes ver las exploraciones urbanas en los canales oficiales de Jalisco Desconocido y Silent GDL.
Con información de Universidad de Guadalajara, Hospital Civil, INAH e ISSSTE.
FS