Nueva rana de cristal de Ecuador aguardó 20 años para ser famosa
La diminuta Hyalinobatrachium yaku, encontrada por primera vez en la Amazonia ecuatoriana en 1998 y fue descrita para la ciencia en mayo pasado
QUITO, ECUADOR (08/JUN/2017).- Una nueva especie de rana de cristal descubierta en Ecuador, de las pocas que dejan ver su rojo corazón latiendo, pasó unos 20 años conservada en formol hasta que Facebook la llevó a la fama.
La diminuta Hyalinobatrachium yaku, encontrada por primera vez en la Amazonia ecuatoriana en 1998 pero descrita para la ciencia en mayo pasado, es una rareza en la familia de las ranas de cristal, distinguidas por su piel ventral transparente.
Este anfibio que alcanza un tamaño de hasta 22 milímetros está entre las 15 especies, de las 153 registradas de este tipo, que muestran su corazón. Las demás tienen ese órgano cubierto por una membrana blanca que lo protege de la luz.
"Apenas el 0.2% de las especies de anfibios (7.644) muestran el corazón rojo y todas ellas están en el género Hyalinobatrachium", explicó Juan Manuel Guayasamín, biólogo de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ) que participó en la investigación.
En un laboratorio de la USFQ está el primer ejemplar hallado de esta rana. Pálido por el paso de los años y por acción del formol, el espécimen reposa dentro de un frasco junto a otros anfibios.
Aunque genéticamente tiene similitudes con otra especie de rana de cristal, su canto de larga duración y mayor frecuencia la distinguen. Además, se diferencia por tener en el dorso manchas verdes como gotas de acuarela.
Su transparencia, que aún no ha sido ampliamente estudiada, podría ser un mecanismo para despistar a depredadores. "La otra posibilidad es que energéticamente sea más eficiente el tener un vientre transparente, en cuanto no se requiere sintetizar elementos que produzcan opacidad corporal", señaló Guayasamín.
Gracias a Facebook
Diego Cisneros, director de Biología de la USFQ, tenía 17 años cuando en 1998 encontró un ejemplar de Hyalinobatrachium yaku en Ahuano, en la amazónica provincia de Napo, al este de Quito. Aunque buscó incansablemente, no halló más ranas de la misma especie hasta 2015, cuando se la encontró en Facebook.
"¡Mira, esa es la ranita que recolecté!", exclamó Cisneros al ver la foto en el muro de unos colegas. Así se enteró de que otros investigadores habían recolectado más ejemplares en dos provincias vecinas de Napo: en Orellana, en la reserva Timburicocha, y en Pastaza, en la comunidad kichwa de Kallana.
En la descripción de la nueva especie, publicada en la revista especializada Zookeys, participaron científicos ecuatorianos de la USFQ y de la Universidad Indoamérica de Ecuador, así como estadounidenses de The Biodiversity Group y Third Millenium Alliance.
Hyalinobatrachium yaku, que sumó la palabra kichwa (quichua) 'yaku', que significa agua, al nombre científico 'Hyalinobatrachium' que identifica al género de anfibios anuros de la familia de las ranas de cristal, habita justo donde los Andes se juntan con la selva amazónica, una región rica en biodiversidad y reservas de petróleo y minerales.
En riesgo sin bosques
"Esta ranita representa la importancia del agua y la conservación del recurso", comentó Cisneros, agregando que la especie depende de ríos limpios para sobrevivir y reproducirse.
La deforestación, los asentamientos humanos, la construcción de carreteras y el impacto de la actividad petrolera y minera ponen en riesgo a esta nueva especie, pues destruyen los bosques nativos.
Dado que las ranas tienen una piel delgada que les permite respirar son susceptibles a cualquier cambio ambiental. "Eso provoca que los anfibios se extingan súper fácil", apuntó el experto, al destacar que estos animales son "buenos indicadores" de los efectos del daño ambiental.
Con la Hyalinobatrachium yaku, Ecuador, uno de los países con mayor biodiversidad del mundo, suma en su lista un total de 587 especies de ranas.
Pese a los nuevos hallazgos todavía hay trabajo pendiente. Cisneros estima que solo en las colecciones de anfibios del país hay unas 100 especies que esperan su turno para ser presentadas al mundo.
"Trabajamos a contrarreloj porque hay veces en que hoy entras a un bosque y mañana ya no hay bosque", lamentó el investigador.