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La furia del mar malogra la ofensiva contra los balleneros en la Antártida

El Brigitte Bardot fue adquirido a raíz de que el Ady Gil se hundiera en enero del año pasado en un enfrentamiento con los balleneros japoneses

SÍDNEY, AUSTRALIA (29/DIC/2011).- La furia del mar ha golpeado a la organización ecologista Sea Shepherd al dejar fuera de combate a uno de sus dos barcos, nada más iniciar su nueva campaña de acoso a los buques balleneros japoneses que faenan en la Antártida.

Tras este revés, el capitán Alex Cornelissen, del barco Bob Barker, indicó a Efe que ahora siente "un poquito más de presión", aunque aseguró que Sea Shepherd proseguirá con su objetivo dado que "estamos aquí para defender a las ballenas".

El Bob Barker, un navío preparado para romper el hielo, forma junto con el Brigitte Bardot y el Steve Irwin la flota enviada en diciembre a la zona por Sea Shepherd con el propósito de impedir que los barcos balleneros japoneses capturen esta temporada unos 900 cetáceos con supuestos "fines científicos".

Pero el pasado miércoles, una gigantesca ola de seis metros abrió una grieta en el casco y daño uno de los pontones del Brigitte Bardot, un navío equipado con potentes motores y adquirido hace poco tiempo.

Este incidente ocurrió a unos dos mil 400 kilómetros al suroeste de la costa del puerto australiano de Freemantle, cuando la nave, con 10 tripulantes a bordo, intentaba dar caza al barco factoría nipón Nisshin Maru.

Ahora el Brigitte Bardot, que fue adquirido a raíz de que el Ady Gil se hundiera en enero del año pasado en un enfrentamiento con los balleneros japoneses, navega de regreso a Freemantle para ser reparado, una labor "que durará meses", señaló Cornelissen.

Además, el Steve Irwin, que ha acudido en su ayuda, le escoltará hasta puerto y después regresará lo antes posible para unirse a la campaña de acoso que lleva a cabo el Bob Parker, en solitario.

Esta octava campaña de Sea Shepherd fue denominada "Operación viento divino", como la de los "kamikaze" o pilotos suicidas nipones que combatieron durante la Segunda Guerra Mundial, con la finalidad de dar a los buques balleneros el mensaje de que perseguirá con fiereza malograr la temporada de caza de cetáceos.

Japón, país con una arraigada tradición ballenera, ha invertido unos 29 millones de dólares (22 millones de euros) en reforzar la protección de sus tres barcos comandados por el Yushin Maru, que partió este mes hacia la Antártida.

El Gobierno nipón acrecentó la seguridad en los barcos a raíz del tinte agresivo de la estrategia desarrollada por la organización ecologista, que realizó abordajes, lanzamiento de bombas pestilentes y sus activistas se encadenaron al casco de balleneros, actividades que obligaron a la flota nipona a suspender en febrero pasado la temporada anual de caza de ballenas.

El capitán Cornelissen aseguró que el objetivo inmediato es localizar el buque Nisshin Maru", aunque admitió que va a ser "difícil", especialmente ahora que Sea Sehpherd se ha quedado sin el Brigitte Bardot, un barco que "es rapidísimo".

La campaña además se realiza en una de las zonas más remotas e inhóspitas del planeta como son las aguas antárticas y en estos momentos hay "bastante hielo", además de olas enormes, explicó el capitán del Bob Barker.

"Da igual, vamos a continuar", enfatizó Cornelissen en una entrevista con Efe por teléfono desde su barco,

"La flotilla japonesa está bajando hacia la región (antártica) y todavía hay tiempo porque no han empezado su campaña (de caza)", puntualizó.

La caza comercial de ballenas está prohibida desde 1986, pero diversas excepciones han permitido a países como Japón, Islandia y Noruega continuar con las capturas.

En Japón, que retomó en 1987 la captura de ballenas alegando motivos científicos y desde entonces fija de forma unilateral una cuota anual de unos mil ejemplares anuales, el consumo de la carne de estos mamíferos se ha reducido en los restaurantes nipones en los últimos años.

Australia interpuso el año pasado una demanda ante la Corte Internacional de Justicia contra la caza japonesa de ballenas por considerar que persigue fines comerciales y no científicos, mientras que varios países latinoamericanos han pedido a Japón que ponga fin a esta práctica.
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