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CRÓNICA: Una noche en el Campus Party

En el área del campamento se escucha música, se duerme tarde y se negocia con la comida. Aquí un relato como campusero

GUADALAJARA, JALISCO (28/JUN/2014).- "Aaaay la culeeebra", "17 años" y el camión de los helados. Todos esos sonidos sólo son capaces de escucharse al mismo tiempo en la parte alta de la Expo Guadalajara, con los miles de campuseros en el Movistar Campus Party.

La revisión para entrar al área de campamento es como la de un aeropuerto. Había detectores de metales, de objetos extraños y de licores; que de todos modos lograban ingresar (los dos últimos, lo primero no me consta).

Las tiendas de campaña son todas iguales, por lo que si un joven atarantado por el ajetreo del ir y venir de conferencias –hasta seis al mismo tiempo- olvide la letra en la que se quedó podría tardar en encontrar su morada.

Atención con dejar los zapatos afuera, los ánimos están encendidos aún a las 12 de la noche y esos tenis podrían funcionar de proyectiles y terminar en manos de alguna botarga de la que no es fácil recuperarlos.

Regresando a las casas de campaña. ¡Qué pesar para aquellos que miden más de 1.70! Esta reportera logra el metro y medio y con dificultades pudo acomodarse. Y nada de pensar en liberar las piernas y estirarlas, cada tienda tiene un candado que protege las pertenecías de los chavos que ahí viven.

Tras el escándalo por una conferencia y una edecán que sobrepasó los muros de la Expo, es cierto que las mujeres están incluidas en el programa, entre los asistentes y por supuesto en el campamento. Pero sin duda no son mayoría, de hecho no hay una zona sólo para niñas.

Ellas son las más solicitadas después de los ponentes magistrales. No habían pasado ni cinco minutos de haber tuiteado que estaría pasando la noche en el campamento cuando llegaron decenas de mensajes de mis seguidores preguntándome por donde iba a andar.

Por el tema del baño no hay mayor preocupación salvo medirle el tiempo para que las ganas no hagan una mala pasada. Las filas son largas para las mujeres. Hay baños para varones y damas, así como regaderas para cada sexo.

Los chicos son capaces de hacer de todo por comida -comida chatarra, en realidad-. Caerse de las sillas, arrojarse contra un jenga gigante, pedirlo de rodillas… En fin cualquier peripecia vale la pena por una pizza, una sopa instantánea o el refresco. Y es que los organizadores no permitieron en esta edición vender comida a los huéspedes, ganancias que en otros años servía para recupera un poco de su inversión en el Campus Party.

A las tres de la mañana, cuando los vigilantes hicieron su rondín y notaron que algunas tiendas "se movían", prefirieron soltar la risa y pasar de largo. No fuera a ser la de malas y toparse con sorpresas.

Esta reportera durmió apenas tres horas, como pude logré acomodarme en el mini desastre del camping;  usé una chamarra de almohada y una playera de cortesía como pijama. La noche pudo ser peor, pero lejos de quitarme las ganas de volver, las quejas no serán factor para no regresar en el 2015.

EL INFORMADOR / ANA BETANCOURT

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