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Arqueólogos subacuáticos ponen nombre a barcos hundidos en México

Su misión es poner nombre a los barcos hundidos y recuperar las historias que se perdieron en las profundidades de océanos y lagos

CIUDAD DE MÉXICO (15/JUN/2013).- Su misión es poner nombre a los barcos hundidos y recuperar las historias que se perdieron en las profundidades de océanos y lagos: son arqueólogos mexicanos que desde hace años están a la caza de tesoros sumergidos.

"Entrar en el agua es saber que lo que está uno viendo, si bien fue un accidente naval en donde seguramente se perdieron muchas vidas", te permite recuperar las historias que de otra manera "hubieran quedado en el olvido", dijo a Efe la arqueóloga Helena Barba.

Es responsable del área de Arqueología Subacuática de la península de Yucatán del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), encargada de la protección, conservación e investigación del patrimonio cultural sumergido.

En los casi diez años que llevan trabajando en esta zona, se han encontrado un total de 338 navíos de entre los siglos XVI y XXI, de los que 60 tienen una historia, "ya se les puede poner nombre y apellidos", explicó la arqueóloga.

"Es un trabajo de archivo, de detective, porque es tan importante la parte arqueológica como la histórica en la que hay que relacionar todos los artefactos encontrados con los documentos", añadió.

El último barco bautizado ha sido el buque británico HMS Forth, hundido hace 164 años frente a las costas de la península de Yucatán, en el temible Arrecife Alacranes.

El Arrecife Alacranes fue durante mucho tiempo punto de referencia para la navegación debido a su peligrosidad por la compleja red de corales, bancos de arena y pequeñas islas que emergen discretamente del fondo del mar y que han causado diversos naufragios desde el siglo XVI.

Este arrecife es precisamente una de las zonas en las que se invierte más tiempo y dinero en buscar barcos, ya que el primer paso de las investigaciones es delimitar las áreas potenciales de búsqueda, y esta es una de ellas por la alta posibilidad de accidentes.

Barba explicó que, una vez que se delimitan las zonas, los arqueólogos acuden "a campo" acompañados por alguien que conozca el lugar, generalmente pescadores o marineros locales que saben identificar un viento o una marea.

"Ellos nos van delimitando la aguja en el pajar y entonces aplicamos ya en campo dos técnicas, la humana a través de visualización directa desde la embarcación o la tecnológica a través de herramientas", añadió.

Una vez se localizan los restos desde la superficie, llega el momento de sumergirse, llegar a ellos y estudiar tanto la carga que se encuentra como las características del navío.

Después de estudiados serán cotejados con registros como el Archivo General de Indias, creado en el siglo XVIII por el rey español Carlos III para centralizar la documentación referente a la administración de las colonias españolas y en el que también se anotaban los barcos perdidos.
Normalmente, intentan estudiar 'in situ' las piezas, sin sacarlas del mar, salvo en tres excepciones, que sea imprescindible para la investigación, que esté en peligro de saqueo o que su estado de conservación sea tan grave que no se pueda preservar a futuro quedándose en el agua.

La mayoría de los barcos encontrados, explicó Barba, son del siglo XIX porque estaban hechos de metal, ya que los de madera se deterioran con suma facilidad por el "gusano teredo", que devora ese material y que de hecho hizo estragos entre la flota en las épocas de la conquista.

"Cuando vamos a un barco hundido lo que más se conserva son los elementos de artillería, los cañones. También elementos metálicos relacionados con la navegación como las anclas o relacionados con la misma estructura del barco", indicó.

En México, la arqueología subacuática se practica en el Golfo de México y el mar Caribe, pero también en la península de Baja California y en los lagos del volcán Nevado de Toluca.

Además de preservar estos lugares, la arqueóloga explicó la importancia de darlos a conocer y aseguró que hay planes de hacer algún museo subacuático.

Actualmente quien desee ver estas zonas puede hacerlo, siempre y cuando pida un permiso especial al INAH y esté acompañado por alguno de sus especialistas, cubriendo los gastos de la expedición.

Lo que no encontrarán los buceadores visitantes será esa imagen tan promocionada por las películas, la del esqueleto del capitán que nunca soltó el timón, pues los huesos, explicó Barba, también son devorados por los gusanos borradores de historias contra los que los arqueólogos tratan de luchar.
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