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Viajeros en la Historia

Rubruquis y Karakorum de la Tartaria

Después de haber atravesado gran parte del desierto y los oasis de Catay y la Tartaria (China y Mongolia), Rubruquis y su grupo por fin llegaron a la ciudad mongola de Karakorum, para entrevistarse con el Gran Khan (Mangu Khan), pero resultó que éste no estaba en la ciudad; se encontraba en una de sus residencias, “situada al otro lado de las montañas que se elevaban en la parte septentrional de la comarca.” Pero mientras permanecieron en la ciudad, Rubruquis recogió algunas noticias de sus pobladores, como sus costumbres, forma de organización política, lengua y demás.

También estudio la cultura china, de la que estaba lo suficientemente cerca y presenció algunos templos budistas. Descubrió, por ejemplo, “la existencia de papel-moneda en China”, y que su escritura no era alfabética, sino ideográfica, entre otras cosas.

Mangu finalmente los atendió, y con él entablaron largas conversaciones sobre religión y política. Rubruquis lo describe como un hombre “con nariz aguileña, de mediana estatura, echado en un diván y vestido con una brillante piel manchada como la de una vaca marina”. Mangu era amante de los animales y su palacio estaba rodeado por  halcones y otras aves. Las fiestas eran algo que no podía faltar en la corte del gobernante; preparaban infinidad de bebidas que también ofrecieron a los visitantes occidentales: diferentes tipos de licores, un ponche llamado “arrak”, leche de yegua fermentada y una especie de “hidromel”.

 Los viajeros fueron invitados a uno de estos festines pero se abstuvieron de beberlas, mientras que Mangu se deleitaba sin medida. Julio Verne explica que el gobernante mongol llegaba a “perder el conocimiento bajo la influencia de aquellas bebidas excitantes.” En estas fiestas se reunían los jefes de pueblos de aquel país y rendían obediencia al Gran Khan.

Muchas de estas manifestaciones de cultura tártara, Rubruquis las descalificó en la obra que escribió al regresar a Francia, pero aun así no dejó de reconocer que se encontraba en un “país bien organizado.” Destaca la rapidez con la que se transita en sus carreteras del imperio mongol. Sus prisioneros trabajaban en la fabricación de armas y en la explotación de las minas de Bocol, y eran bien tratados en su alimentación y demás, por lo que no se quejaban de su situación. Rubruquis observó esta organización bastante consolidada en el imperio.

Pero no todo en realidad era color de rosa; no olvidemos que la misión del viaje de  Rubruquis y su grupo era cristianizar la Tartaria, pero por otro lado, el jefe mongol, aunque les dio buen trato, siempre se mostró desconfiado de los visitantes, cosa que detectó rápidamente el monje franciscano. En realidad había una lucha silenciosa entre ambos, lucha que representaba el conflicto entre cristianismo y orientalismo.

Incluso, en un pasaje de su Historia de la Geografía que escribió al regresar del viaje, Rubruquis explicó que al tener el primer contacto con los mongoles le pareció que se “adentraba en otro siglo”; y luego de haber sido sometido a una meticulosa revisión por otro grupo de soldados mongoles, dice: “hízome el efecto de que escapaba de manos de demonios.” El mismo Mangu, cuando la comitiva de Rubruquis le solicitó el permiso para partir de regreso a Flandes, mandó decirles que “el demonio occidental podía volverse cuanto antes”, lo cual hicieron de inmediato sin hacérselo repetir.

Siguieron la misma ruta de regreso, aunque en Sarai, cerca del Volga, doblaron hacia el sur y costearon el Mar Caspio, descubriendo que no estaba conectado al Océano Ártico como se creía; ésta fue otra de sus grandes aportaciones a la geografía medieval, incluso, comparable con la obra de Marco Polo. Pasó por “pueblos ambulantes” que tenían casas de campaña redondas elaboradas con varas y forradas con tela, que todavía en nuestros días se siguen utilizando en aquella región.

En su viaje Rubruquis descubrió muchas cosas peculiares del pueblo tártaro, y aunque algunos especialistas dicen que pasó por alto muchas de sus características, se ha considerado que su viaje aportó una de las primeras descripciones científicas y culturales de Asia. El mismo Rubruquis observó que los asiáticos cristianizados (“chino-nestorianos”), tenían su propia forma de ver y entender el mundo; tenían, por ejemplo, la costumbre de asociar a la esposa varias concubinas, lo cual era una “costumbre arraigada en el Imperio del Medio desde tiempos inmemoriales”. Muchas cosas fueron las que observó que le sorprendieron de sobre manera, pero en cuanto a su misión evangelizadora tuvo que reconocer que no obtuvo éxito y expresó: “Me parece inútil que otro hermano efectúe un viaje al país de los mongoles, como lo hemos hecho yo y los dominicos”, por lo que la actividad misional en Asia tuvo que ser abandonada por largos años.


Cristóbal Durán
ollin5@hotmail.com
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