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Viajeros en la Historia
Cristóbal Durán
Hacia finales de 1402, el rey de Castilla, Enrique III, recibió la visita de un emisario del Khan Timur, señor de los mongoles y emperador de Samarcanda, conocido en Europa occidental era como Tamorlán. El emisario que llegó a Castilla, Mohamad Alcaxi, traía una carta del emperador para el rey, en ella daba noticia del reciente triunfo de los mongoles sobre el sultán Bayaceto, cerca de Ankara. De este modo, el rey castellano decidió enviar una embajada hacia Oriente para así regresar la visita al emperador mongol, mostrarle sus respetos y proponerle una alianza para pelear contra los turcos. Comisionó entonces a su camarero, el madrileño Ruy González de Clavijo, quien se hizo cargo de todos los detalles del viaje.
En mayo de 1403 levaron anclas en el puerto de Santa María, Cádiz, con destino a Samarcanda, capital de la Gran Bukaria, hoy Uzbekistán, lugar de residencia de la corte de Tamorlán. Un fraile y un escudero, además de la tripulación y otro sirvientes, formaban la embajada y emprendían el más importante viaje de su vida. La primera parte del viaje fue por mar; navegaron el Mediterráneo hasta pasar por Constantinopla donde describió con lujo de detalles la iglesia de Santa Sofía, “…que quiere decir en lenguaje griego tanto como vera sapiencia, que es el fijo de Dios. Y a esta significancia fue hecha esta iglesia que es la mayor y la más honrada y la más privilegiada que en la ciudad hay… en ella está el patriarca de los griegos, que ellos llaman matropola…”
Continuó luego hasta llegar a Trebisonda, noreste de Turquía en el Pontus Euxinus (mar Negro), por donde el mítico Jasón y sus argonautas anduvieron en busca del vellocino de oro. En este punto prosiguieron el viaje por tierra, esquivando la vigilancia musulmana. Llegaron luego a Calmarin, “la primera ciudad que fue hecha en el mundo después del Diluvio, que la edificaron los del linaje de Noé…” Después a la ciudad de Tauris, Soltaria, Atengala, Ancoy y otras tantas que registró a todo detalle en su itinerario.
En septiembre de 1404 estaban llegando a Samarcanda; la fastuosa corte del emperador les preparó una calurosa bienvenida diplomática en la que también estuvo presente el embajador de China, quien intentaba resolver un conflicto entre ambas naciones.
Entregaron la carta del rey de Castilla, además de numerosos regalos. En su honor fueron organizadas varias fiestas por parte de los miembros de la familia de Tamorlán; “…trajeron muchos carneros que cocieron y adobaron, y un caballo que asaron; e hicieron arroz de muchas maneras, y trajeron mucha fruta, y diéronles a comer: y de que hubieron comido dio a los dichos Embajadores dos caballos y una ropa de camocan y un sombrero...” Los 75 días que permanecieron en la ciudad fueron agasajados por los anfitriones. La ciudad les pareció asombrosa; la majestuosa mezquita de Bibi Khanoum (esposa de Tamorlán) estaba en construcción y es hoy una de las más importantes del lugar.
El conflicto con China no se resolvió e hizo crisis; los mongoles empezaron los preparativos para la guerra y los embajadores del rey de Castilla fueron desatendidos, incluso les pidieron que mejor regresaran a Hispania ya que la guerra era inminente. Con un sentimiento de frustración por la expulsión, abandonaron Samarcanda en noviembre de 1404; dos meses después murió el emperador mongol, con lo cual se perdió toda posibilidad de reconstruir las relaciones, por lo menos durante algunos años.
La embajada de Enrique III regresó a Castilla en marzo de 1406; Clavijo escribió un extraordinario libro que llamó Embajada a Tamorlán, joya de la literatura e historia medievales. Continuó al servicio del rey y después se retiró a su pueblo, donde murió y fue sepultado en la iglesia de San Francisco el Grande. Su tumba, como su libro, está llena de recuerdos y detalles del pasado que lo hizo grande.
Cristóbal Durán
ollin5@hotmail.com
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