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Un entretenimiento inteligente
Los invitados de la princesa es el retorno a su vocación de escritor, algo por lo que también ya ha sido reconocido este filósofo de lo contemporáneo
Se trata de saldar una cuenta personal, afirmó el filósofo donostiarra, pues desde el momento en que debió elegir su rumbo profesional quiso dedicarse a la literatura. Lo que pasó es que la carrera más cercana que se ofertaba entonces en Madrid, era Filosofía y Letras, “pero a mí lo que me interesaban eran las letras, no la filosofía”, contó Savater en una entrevista realizada durante su última visita a la Feria de Libro de Guadalajara.
Claro que entre los más de 80 títulos publicados bajo su nombre se cuentan algunas novelas como El gran laberinto (2005) y La hermandad de la buena suerte (2008), y algunas obras de teatro como Vente a Sinapia (1983) y Guerrero en casa (1992). Pero son ficciones que, como explicó el autor, siempre debió escribir a toda velocidad. No así Los invitados de la Princesa, la obra que le otorgó a Savater el Premio Primavera de Novela 2012 y la primera que responde a ese deseo del escritor de tomarse la ficción con más calma.
El protagonista de esa historia es Xabi Mendia, joven periodista vasco que asiste a la pequeña república isleña de Santa Clara para cubrir el Festín de la Cultura. Lo convoca la presidenta de la isla —conocida popularmente como la Princesa— quien desea convertir al país en referencia cultural del mundo; pero en sus planes interfieren las cenizas de un volcán que impide que la anfitriona se reúna con sus invitados.
Mientras tanto, el enviado especial de Mundo Vasco escucha las diversas historias de quienes están atorados en la isla, con las que Fernando Savater pudo explorar —según contó el escritor— algunos de sus géneros narrativos predilectos, como la ciencia ficción, el terror, la fantasía y el policiaco. Al mismo tiempo el filósofo aprovecha para cuestionar algunas de las supersticiones actuales sobre la cultura, la educación y a la gastronomía como expresión artística.
—¿De qué manera le interesó abordar el asunto de la cultura en Los invitados de la Princesa?
—En los humanos todo lo que no es biología es cultura: la palabra, la creación, la historia, las instituciones. Cultura es todo eso. Lo que pasa es que nosotros pensamos la cultura sólo como literatura o arte, pero los misiles tierra-aire también son cultura. Así que muchas veces lo que amenaza la propia cultura es otra forma de cultura. Tendríamos que preguntarnos bien qué tipo de cultura queremos, porque decir cultura es como decir alimento: hay buenos, malos, regulares, que sientan bien y que sientan mal.
—Por su estrecha relación con la filosofía, ¿a usted le interesa provocar reflexiones filosóficas con su literatura?
—A mí me gusta que mi literatura haga pensar. Por lo menos me gustaría que mi novela fuera un entretenimiento inteligente. Porque hay veces que la gente dice ‘eso es una tontería pero es muy divertido’, y yo con las tonterías no me divierto. A mí me gustaría un libro que fuera divertido pero sin humillar la inteligencia del lector, sino por el contrario, que lo estimule y lo haga reír y emocionarse, y que cuando acabe el libro siga pensando en cosas.
—¿Qué tiene una novela que a usted le interesa leer?
—Lo que pasa es que novela es un género muy amplio y a uno le gustan cosas muy diferentes, por ejemplo La isla del tesoro o Moby Dick me han encantado, pero también la Montaña mágica de Thomas Mann. No quisiera que todo el mundo se pasara la vida escribiendo el mismo tipo de novela porque sería muy aburrido. Lo que nos divierte a todos los que somos lectores es hacer un menú variado. Hoy te lees una novela de Agatha Christie, mañana te lees un cuento de Kafka y pasado te lees una poesía de Borges. La gracia está en poder cambiar y que no todo sea lo mismo. Luego lo que pasa es que un escritor no puede escribir cualquier cosa. A mi me parece importante que uno se dé cuenta del tipo de libro que puede escribir, y que no pretenda escribir una cosa que esté completamente fuera de su alcance o sus intereses.
—¿La literatura debe tener implícito un mensaje ético?
—La literatura siempre va a tratar de cosas éticas porque la vida de los hombres está llena de problemas éticos. Constantemente están ocurriendo cosas que tienen que ver con lo bueno, con lo malo, con lo conveniente, con lo inconveniente, porque la vida de los hombres está hecha así. No es que el escritor se pregunte, ‘¿qué lección moral voy a dar hoy?’; sino que, hablando de lo que sea, va a estar hablando de personas que tienen que estar haciendo elecciones morales. Luego eso puede alcanzar una densidad ideológica grande, por ejemplo Crimen y castigo, de Dostoievsky, donde el autor quiere hablar de la culpabilidad y lo hace de una manera que no es fácil para otros autores. Pero aunque hubiera contado otra historia mucho más sencillita, también hubiera hablado de ética.
—¿Comparte la idea de que la literatura es un lugar donde se puede buscar el sentido de la vida?
—Yo creo que la literatura nos hace ver facetas distintas de nuestra realidad. Es decir, la literatura multiplica nuestra alma. Todos vivimos vidas que con el tiempo se van haciendo cada vez más estrechas y más limitadas, en cambio la literatura te abre ventanas, te hace sentir emociones que tú no habías imaginado y de repente un autor te capta con gran fuerza y te quedas viviendo otra vida que no es la tuya. También te permite comprender que la vida es muy complicada; que no es pura rutina; que no consiste sólo en ver si tengo más dinero que la vecina o en comprar el último aparato. Y que además la complejidad de la vida es lo que te hace sentir vivo. La literatura te va dando pensamiento y eso hace que la vida se haga más profunda y se vaya ensanchando, al menos por dentro.
—¿Cree entonces que la vida de alguien está formada en gran parte por sus lecturas?
—Sin duda. Si yo tuviera que contar las grandes experiencias de mi vida puede haber algún asunto íntimo, pero fundamentalmente yo creo que el día que leí tal cosa o el día que descubrí a algún autor, a Borges por ejemplo, fue verdaderamente uno los grandes acontecimientos de mi vida. Y además, todo ha ido un poco detrás de eso.
—¿Tiene manías a la hora de leer?
—Ahora cuando cojo un libro ya no digo si es bueno o si es malo, más bien digo si es para mí o no es para mí. Durante bastante tiempo me ponía como condición que yo leía todo el libro hasta el final, aunque no me gustara nada. Solamente que cuánto menos me gustaba, más de prisa lo leía, y los buenos los hacía durar todo lo que podía. Ahora ya no soy tan paciente; si empiezo a leer y no me gusta, lo tiro, porque tampoco me queda tanto tiempo y quiero leer los buenos nada más.
—¿Y a la hora de escribir?
—Sí, yo estoy bastante habituado en ese aspecto. Escribo al final de la tarde, normalmente a las 7:30 o a las 8:00. Me siento con un whisky y un puro y mientras duran el whisky y el puro, dura la inspiración (risas).
La literatura te va dando pensamiento y eso hace que la vida se haga más profunda y se vaya ensanchando, al menos por dentro.
Fernando Savater.
PARA SABER
Ética de urgencia
Además de Los invitados de la Princesa, Fernando Savater publicó en 2012 el libro de ensayo Ética de Urgencia (Planeta), donde el autor explora los nuevos retos de la ética a partir de las preguntas de sus alumnos. Algunas de las cuestiones que se abordan son los nuevos movimientos sociales, las descargas ilegales en internet, las contradicciones del capitalismo, la fuerza y la debilidad de la democracia, la belleza, la muerte y la solidaridad.
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