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Tómala por la cintura y baila

Cada lunes una zona del camellón de la avenida Chapultepec se convierte en libre pista de baile para quien quiera sumarse

GUADALAJARA, JALISCO (14/ABR/2013).- Dos personas bailan en Chapultepec. Están tomadas de la mano y la cintura. Una bocina colocada sobre una banca expulsa un ritmo que sabe a salsa. Es lunes y el día está a punto de llegar a las 19:00 horas. La pareja, joven aún, disfruta así el principio de la semana. Todo lo demás no importa; el trabajo, el tráfico, el estrés, nada arruina ese momento. Nada lo arruinará durante las siguientes horas. Nada.

No han pasado 15 minutos cuando ya no son dos personas bailando. Más de una docena de parejas se mueve con la música. Un pie atrás y otro adelante. Los talones se alzan y rápido cambian de postura. Vistos desde lejos parecen un mar con olas inquietas.

Todas las parejas están en fila. Uno de los hombres que minutos antes bailaba con otro ahora da instrucciones. Es una clase al aire libre en una avenida que está acostumbrada a estos actos espontáneos. Es una oportunidad de soltar las piernas y darle sabor al cuerpo. Que la tarde y la noche los encuentre bailando. Que el lunes termine con pieles sudorosas.

El instructor toma por la cintura a una mujer y pone la muestra. Los alumnos observan, cuidan que no se les escape un detalle. Ahora ustedes, dice el maestro. Los aprendices repiten los pasos y cambian de pareja. Es como tener una cita a ciegas cada 10 minutos.

Desde hace un año la costumbre de que cada lunes se presente un grupo de salsa en Chapultepec, entre La Paz y Lerdo de Tejada, comenzó a formarse. Ese día es la excepción. Será por la cercanía de la Semana Santa. Aun así, no hay pretextos para no activarse. Después de las 20:00 horas la clase termina, pero los ánimos perduran. Mientras la grabadora no deje de sonar, la gente seguirá bailando. Que alguien le avise a los que permanecen sentados que es el momento de redimirse.

Bailar sin música

Lunes 1 de abril. A las 19:30 horas todo transcurre con cierta normalidad en la Avenida Chapultepec. Hombres y mujeres circulan en bicicleta, patines, patinetas o simplemente a pie, tomados de la mano. El camellón que está entre La Paz y Lerdo de Tejada se puede caminar de principio a fin sin interrupciones. Pareciera un detalle poco relevante, pero el transcurso de las horas mostrará por qué no es así.

A unos metros de la fuente que hay en ese tramo de avenida, algunas mujeres sacuden las caderas. No hay música, pero ellas tienen el ritmo en la cabeza y al parecer en todo el cuerpo. La ausencia de bocinas nunca les causará problema.

Las cinco mujeres siguen los pasos de otra más. La líder, que se para frente a su pequeño grupo, mide alrededor de 1.60 metros, tiene piel morena y cabello chino. Mueve sus piernas envueltas en un pantalón negro ajustado que hace notar un cuerpo ejercitado. Mueve circularmente sus hombros cubiertos por una blusa morada. Sus alumnas observan y la imitan. Una de ellas, que estremece su falda morada a cada movimiento, pierde el ritmo y espera unos segundos para volver a seguir a sus compañeras. Aquí no hay regaños. Aquí se aprende sin angustias.

Al poco tiempo una mujer morena, más alta que la anterior y también con un cuerpo que es imán de miradas, toma el mando del grupo que a las 20:00 horas ya se triplicó. Con su acento caribeño indica los pasos al tiempo que los muestra. Sin descansos, que apenas es el calentamiento.

Del otro extremo del camellón, un par de hombres acomodan instrumentos en el suelo. Es el aviso de lo que vendrá.

Organización, nada más

La salsa no le es un género desconocido a Chapultepec. En  ese cruce donde se arma el bailongo cada lunes está el Callejón de los Rumberos, que se suma a otros bares que al menos los fines de semana hacen su ambiente guapachoso. La novedad es el ritmo al aire libre, una idea que nació en el Centro Universitario de Ciencias Económico Administrativas (CUCEA).

Universitarios de diversas carreras coincidieron en una clase de salsa otorgada por la institución educativa. En el seno de ese grupo nació la idea y el 30 de abril de 2012 se materializó: una grabadora en el camellón y unas cuantas invitaciones que casi un año después desembocan en una fiesta multitudinaria con música en vivo.

Todos los lunes, a partir de las 19:00 horas, hay decenas de personas sentadas en las bancas y al borde de la jardinera, esperando que comience la clase y posteriormente el show. Es la rutina semanal que no aburre. En Facebook hay un grupo que se llama “Chapultepec salsero” y ahí se convoca a la gente. Otras personas simplemente caminan por el rumbo y detienen su paso, atraídas por la fiesta de principio de semana.

Leonarys González es una de las partícipes en este proyecto. Es cubana y radica en México desde hace cinco años. Su trabajo consiste en ser la coreógrafa de un club de salsa y da clases en su propia escuela. A eso le suma otra actividad que realiza por mero gusto: enseñar a bailar a la gente al aire libre y sin cobrar un peso. Ella recuerda que hace un año eran unos siete aficionados a la salsa los que se reunían alrededor de la grabadora. No había clases, el que quisiera bailar lo hacía y ya. Hoy se sorprende de lo que han logrado.

La melodía sale de una bocina mientras los músicos preparan los últimos detalles. La gente ya hizo de ese camellón un lugar casi intransitable. Y eso que la noche apenas comienza.

De repente te da/por volverme a buscar

Adiós sol. Aquí ya no haces falta. Esta fiesta prefiere vivir de noche. Los cuerpos se pegan al ritmo de la bachata. Unos más juntos que otros, pero juntos al fin. Las rodillas encuentran lugar entre un par de piernas. Los brazos se acomodan en las espaldas ajenas y quedan apenas por debajo de la nuca. Las caderas se menean tan seductoramente que es imposible no caer ante ellas. Adiós, sol, regresa hasta mañana.

La música para por unos segundos. Un hombre al micrófono anuncia que el grupo Salsoul ya está listo. El teclado es el primero en sonar. Le sigue una voz que canta: “De repente te da/por volverme a buscar/por hablar de los dos/y salir a cenar”. Las percusiones dan el banderazo para que la multitud de piernas vuelva a lo suyo.

Se une gente que no estuvo en la clase previa. Un hombre de piel negra y cabello afro hace dar vueltas a una mujer blanca que no para de sonreír. Hay quienes hacen ver fácil seguir el ritmo. Otros son inexpertos y se ven cómodos aprendiendo al aire libre. Llegada la noche hay una sola regla: tómala por la cintura y baila.
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