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Todo sucede en su imaginario

El escritor Jonathan Minila habla sobre su nuevo libro 'Todo sucede aquí'

GUADALAJARA, JALISCO (06/AGO/2017).- La carrera de Jonathan Minila comenzó de manera fulgurante: lanzó en 2015 el libro “Lo peor de la buena suerte”, bajo el sello oficial de Tierra Adentro. Ese mismo año llegaría la edición breve de su libro “Imaginarios”, lanzado con la editorial tapatía de lo imposible ediciones; vendrían libros de cuentos para el público infantil, un libro de ensayos titulado “Ruido” y el reconocimiento como unos de los cuentistas con una apuesta sólida por el género.

Este año recién vio la luz su libro “Todo sucede aquí”, donde Minila se muestra más desenvuelto, con un manera de contar sus historias de forma más madura y donde sigue la línea que le ha dado ese sello particular: el relato que se lee como fantástico sin dejar de lado la desazón de vivir en una ciudad tan opresiva como la capital del país.

-Te has desenvuelto como escritor de cuentos, en su mayoría, ¿por qué apostar por un género tan complejo y poco valorado por el mercado?

-Escribir cuento es atender a una larga tradición Latinoamérica. Hay que recordar que nuestros escritores más famosos han abordado el género del cuento y han trascendido con él. Juan Rulfo, Juan José Arreola, Amparo Dávila, Julio Cortázar, Rubem Fonseca, Horacio Quiroga, Filisberto Hernández, Jorge Luis Borges y un largo etcétera. Es la gran paradoja del mercado. Aunque existen algunas editoriales que publican cuento, sobre todo independientes, el interés principal de las grandes editoriales, sin duda, es la novela. Quizá por los beneficios económicos que les representa. No obstante, me parece que el cuento es la forma narrativa ideal para acercarse a los lectores hoy en día. A diversos niveles. El cuento no tiene un lugar menor, pese a cualquier creencia. Al contario. Representa una mayor complejidad, no solo como escritores, sino como lectores. Y los que somos autores de cuentos, al menos en mi caso, sabemos que pese a que no tendremos el mismo nivel de trascendencia comercial, es el género ideal para juga r con las experiencias emocionales del lector.

-Tus cuentos en su mayoría apuestan por mundos posibles que aunque se desarrollan en espacios cotidianos tienden a quebrarse en algún punto. ¿Qué tan complejo es recrear un escenario para que el lector lo identifique y se identifique para luego derrumbarlo y ofrecer una nueva posibilidad?

-Me gusta escribir sobre lo que los lectores conocen y sobre lo que yo conozco. Creo que todos nosotros, de una manera u otra, constantemente, sufrimos quiebres en nuestra realidad, en el estado de confort. Hay situaciones de la vida diaria, a todo nivel, como perder las llaves de tu casa en la madrugada, por ejemplo, o quedar sin gasolina en medio de una carretera desierta, que nos hacen enfrentarnos a situaciones extremas, y de eso me gusta hablar. Es el tema principal de mis historias, donde hay muchos otros temas que se insertan, como la muerte, la desaparición y la acumulación. Pero lo principal, es que busco que el lector se pueda sentir identificado. Partir de un mundo que reconozca, similar a este, con reglas parecidas, para después trastocarlas y de esta manera inquietar a quien lee. Que se dé cuenta que no estaba en un sitio conocido como pensaba. Igual que en las pesadillas. Mover sus emociones al mismo tiempo que su imaginación. Me gusta contar algo en apariencia, pero ir dejando pistas y rastros de un tema más profundo. Los miedos, las angustias, las preocupaciones y las incongruencias del ser humano. Veo los cuentos como permisos para visitar universos donde nuestra lógica se ve trastocada.

-En tu libro “Todo sucede aquí”, en realidad nada sucede ahí, en el libro. ¿Cuál fue el impulso inicial para comenzar estos cuentos? ¿Están pensados como unidad o es una recopilación de cuentos que encajan uno con otro?

-El título se refiere a las virtudes del tipo de cuento que me gusta escribir. Uno que involucre todas las posibilidades, o niveles, de esta forma narrativa. Se refiere a esta posibilidad de acceder a mundos extraños, como una especie de ventana donde todos nos volvemos voyeristas, pero también nos habla de la relación entre el lector y el autor -más allá de un formato metaficcional- sobre todo lo que sucede en esta complicidad que de alguna manera afecta el mundo de ambos. Una modificación en el orden, el caos simbolizado con el propio cuento. Una afectación breve que resulta en una responsabilidad mutua.

Ese quizá haya sido el primer impulso para comenzar a escribir este tipo de historias, manifestar esta idea. Aunque no es algo que pensaba tan claramente entonces. Los cuentos que se incluyen en “Todo sucede aquí” los escribí hace tiempo, sin pensar en una unidad. Ni siquiera pensaba en que podría publicarlos algún día. La idea en ese momento era explorar las posibilidades narrativas breves y contar historias que me gustaría leer.

-Tus personajes son tan comunes que acaso por eso se vuelven extraordinarios, ¿cómo identificar estos rasgos a ratos inverosímiles y otros tantos sacados del hombre o la mujer que viaja todos los días en metro?

-Me interesa mucho las complejidades mentales del ser humano. Algo que debería ser una virtud, como todo lo que parece involucrar al ser humano, termina volviéndose en nuestra contra. De eso también hablan estas historias. ¿Hasta dónde podemos estar seguros de lo que vemos? ¿Hasta dónde podemos estar seguros que es correcto lo que pensamos? Todos tenemos estas dudas. En cada uno de nosotros habitan varios mundos. Varias personas capaces de reaccionar de forma impensables. Que se pueden ver enfrentados a situaciones indeseables y complejas. Me interesa tomar ese aspecto la debilidad humana, tan vulnerable, y explorarlo. La posibilidad de la locura diaria, común. La realidad como una herramienta de ataque, de protesta, a través de formas que podrían parecer inverosímiles, donde convive el humor, el terror, la nada. Una especie de hiperrealismo como forma de acceso a lo fantástico donde todo puede suceder, cualquier cosa, en cualquier momento. Estamos siempre al filo del abismo. Por eso intento que no haya mucha diferencia entre los rasgos de mis personajes y de aquellas personas que nos encontramos a diario en la calle.

-¿Cuánto de observación de tu realidad hay en tus cuentos?

-Mucho. Todo. Parecería lo contrario, porque en este libro los cuentos son excesivamente fantásticos. Hay unas sillas que se rebelan, una mujer que da luz a una planta, un hombre que se encuentra a sí mismo en su departamento, otro que encuentra su vida narrada en una página, etcétera. Sin embargo, las vivencias personales, la observación de la realidad, me resulta indispensable para entender la complejidad de las reacciones humanas, y poder de este modo escribir con veracidad mundos inventados, en los que todo esto es posible. A partir de entenderme a mí mismo, y la realidad en la que vivo, puedo ampliar el espectro de estos cuentos y hacer un abordaje más preciso de las problemáticas personales, desde una visión desenfadada, a veces divertida y también aterradora. Los cuentos funcionan como espejos, como destellos de una verdad que a veces tenemos que descifrar. Así, intento que mis cuentos sucedan más allá de la página. Que cada historia tenga un fuerte bagaje que les de fuerza, que les dé peso. Que el lector sienta que en esos cuentos suceden más cosas de las que aparentemente se narran. Desde el camino que lleva al punto donde se gesta la idea, lo que sucede previo al momento de escribir, hasta mucho después de la lectura.

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