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¿Será la bancarrota el fin del mundo?
Motor de arranque
General Motors hacia una declaración de quiebra, han cobrado mucha fuerza. El hecho es que desde el 30 de marzo pasado, cuando la administración de Barack Obama dio 60 días de plazo al fabricante para presentar un plan convincente de reestructuración, los chismes están al orden del día. Y todos ya hemos escuchado que cuando el río suena, agua lleva. La cuestión es si GM podrá salir bien librada de esa posible bancarrota.
Una bancarrota se declara cuando una persona, física o moral, no tiene recursos para pagar las deudas que le permiten seguir operando. Cuando se da, la empresa va a juicio y hay interferencia, en este caso federal, en la administración, hasta lograr que la compañía en cuestión vuelva a operar por sí sola o tenga que ser cerrada. Obama ya dijo que, en el caso de que GM tenga que ir a bancarrota, haría todo por que el juicio fuera lo más rápido posible, un tiempo que podría ser inferior a un mes. Muchos analistas piensan que, dado a la complejidad de GM, por su tamaño, esa velocidad judicial no será posible. De ser así, surge otro gran problema que es la reacción del público ante una empresa que estará quebrada, y viviendo una amenaza de cierre. Como los consumidores tienen otras opciones en el mercado, lo más probable es que no se arriesguen a comprar un bien tan caro como un automóvil, de una marca que puede, al menos en teoría, desaparecer. Si la gente dejara de ir a los distribuidores de GM por unos cuantos meses, esto podría hacer inviable a la empresa y entrar en el estado de bancarrota, en lugar de salvarla como es la idea, podría ser la última pala de tierra sobre su ataúd.
Los directivos de General Motors entienden perfectamente este riesgo. Por entenderlo, intentan evitarlo, como lo hizo en el final de su mandato Rick Wagoner. Pero evitarlo no es tan simple. Y una de las mayores dificultades que tiene GM es la negociación con los sindicatos. La UAW (Union Auto Workers) es un monstruo que fue creado y alimentado tanto por los fabricantes como por el Gobierno de Estados Unidos. Las armadoras estadounidenses, para evitar huelgas y acciones del tipo, dieron casi todo lo que pidieron los sindicatos durante los tiempos de vacas gordas. El Gobierno de la Unión Americana, al percibir que podía ahorrar mucho dinero en seguros de salud, por ejemplo, incentivó y hasta forzó, directa o indirectamente, a que los fabricantes de automóviles dieran lo máximo posible a los sindicatos. Hoy, cuando las vacas se ven muy flacas en el panorama automotor, la solución para GM pasa, indiscutiblemente, por hacerla más chica. Esto significa la desaparición de varias marcas (las más amenazadas son Hummer, Saab, Pontiac, Saturn y GMC), con el consecuente cierre de fábricas y el indeseable pero inevitable despido de miles, o cientos de miles de empleados.
Para México, una de las posibles consecuencias de esta negociación entre GM, el Gobierno de Estados Unidos y los sindicatos, puede ser bastante mala. Porque los sindicatos, para defender el empleo en su país, pueden exigir que los cierres de plantas se hagan fuera de la Unión Americana, afectando a nuestro país. Por fortuna, los fabricantes están al menos hasta ahora, portándose con firmeza para defender las fábricas de fuera de Estados Unidos, precisamente para evitar fuertes confrontaciones con los sindicatos en el futuro.
Por otro lado está Chrysler y su posible alianza con Fiat. Ambas marcas quieren unirse y el Gobierno de Obama obliga a Chrysler a buscar una alianza, con Fiat u otro fabricante, alegando que solo, no podrá sobrevivir. Encuentran en sus productos un complemento prácticamente perfecto. Uno es fuerte donde el otro es débil. Juntos, podrían ser uno de los principales fabricantes del planeta. Además, Fiat tiene a Sergio Marchionne, el genio a quien se le atribuye haber sacado a la compañía italiana de la quiebra a partir de 2004, cuando asumió la silla más importante de la empresa con sede en Turín. Las especulaciones en esta semana eran de que cabría a Marchionne dirigir a ambas empresas, al estilo de lo que hace el brasileño Carlos Ghosn, con Renault y Nissan.
También en este caso los sindicatos pueden ser un problema. Más rumores —estamos llenos de ellos en estos días— dicen que Fiat puede no entrar en el acuerdo en función de las exigencias de la UAW. Ya veremos qué pasa y como en este caso el plazo es menor que el de GM, antes del final de este mes sabremos qué ocurrió.
En caso de esa alianza, México pasa a ser un lugar clave. Fiat, con poca fuerza en nuestro país, es poderosa en América Latina gracias a Brasil, el mayor y más poderoso brazo de la empresa fuera del territorio italiano. Esto nos hace pensar que la administración de la empresa en México, vendría del sur. Pero, México es tan estratégico para el ingreso de Fiat a Estados Unidos, que difícilmente Italia dejaría la administración de sus intereses en nuestro país, en otras manos. Hay, claro, la posibilidad de que Fiat en México, simplemente quede en las manos de los que hoy en día administran, bastante bien, a Chrysler.
El hecho es que las semanas siguientes van a ser interesantes, sin duda, pero más que esto, serán decisivas para el futuro de muchos. Incluso, como ya vimos, de muchos. Incluso, como ya vimos, de muchos mexicanos.
En esta semana, los rumores sobre que el Gobierno de Estados Unidos estaría empujando a
Una bancarrota se declara cuando una persona, física o moral, no tiene recursos para pagar las deudas que le permiten seguir operando. Cuando se da, la empresa va a juicio y hay interferencia, en este caso federal, en la administración, hasta lograr que la compañía en cuestión vuelva a operar por sí sola o tenga que ser cerrada. Obama ya dijo que, en el caso de que GM tenga que ir a bancarrota, haría todo por que el juicio fuera lo más rápido posible, un tiempo que podría ser inferior a un mes. Muchos analistas piensan que, dado a la complejidad de GM, por su tamaño, esa velocidad judicial no será posible. De ser así, surge otro gran problema que es la reacción del público ante una empresa que estará quebrada, y viviendo una amenaza de cierre. Como los consumidores tienen otras opciones en el mercado, lo más probable es que no se arriesguen a comprar un bien tan caro como un automóvil, de una marca que puede, al menos en teoría, desaparecer. Si la gente dejara de ir a los distribuidores de GM por unos cuantos meses, esto podría hacer inviable a la empresa y entrar en el estado de bancarrota, en lugar de salvarla como es la idea, podría ser la última pala de tierra sobre su ataúd.
Los directivos de General Motors entienden perfectamente este riesgo. Por entenderlo, intentan evitarlo, como lo hizo en el final de su mandato Rick Wagoner. Pero evitarlo no es tan simple. Y una de las mayores dificultades que tiene GM es la negociación con los sindicatos. La UAW (Union Auto Workers) es un monstruo que fue creado y alimentado tanto por los fabricantes como por el Gobierno de Estados Unidos. Las armadoras estadounidenses, para evitar huelgas y acciones del tipo, dieron casi todo lo que pidieron los sindicatos durante los tiempos de vacas gordas. El Gobierno de la Unión Americana, al percibir que podía ahorrar mucho dinero en seguros de salud, por ejemplo, incentivó y hasta forzó, directa o indirectamente, a que los fabricantes de automóviles dieran lo máximo posible a los sindicatos. Hoy, cuando las vacas se ven muy flacas en el panorama automotor, la solución para GM pasa, indiscutiblemente, por hacerla más chica. Esto significa la desaparición de varias marcas (las más amenazadas son Hummer, Saab, Pontiac, Saturn y GMC), con el consecuente cierre de fábricas y el indeseable pero inevitable despido de miles, o cientos de miles de empleados.
Para México, una de las posibles consecuencias de esta negociación entre GM, el Gobierno de Estados Unidos y los sindicatos, puede ser bastante mala. Porque los sindicatos, para defender el empleo en su país, pueden exigir que los cierres de plantas se hagan fuera de la Unión Americana, afectando a nuestro país. Por fortuna, los fabricantes están al menos hasta ahora, portándose con firmeza para defender las fábricas de fuera de Estados Unidos, precisamente para evitar fuertes confrontaciones con los sindicatos en el futuro.
Por otro lado está Chrysler y su posible alianza con Fiat. Ambas marcas quieren unirse y el Gobierno de Obama obliga a Chrysler a buscar una alianza, con Fiat u otro fabricante, alegando que solo, no podrá sobrevivir. Encuentran en sus productos un complemento prácticamente perfecto. Uno es fuerte donde el otro es débil. Juntos, podrían ser uno de los principales fabricantes del planeta. Además, Fiat tiene a Sergio Marchionne, el genio a quien se le atribuye haber sacado a la compañía italiana de la quiebra a partir de 2004, cuando asumió la silla más importante de la empresa con sede en Turín. Las especulaciones en esta semana eran de que cabría a Marchionne dirigir a ambas empresas, al estilo de lo que hace el brasileño Carlos Ghosn, con Renault y Nissan.
También en este caso los sindicatos pueden ser un problema. Más rumores —estamos llenos de ellos en estos días— dicen que Fiat puede no entrar en el acuerdo en función de las exigencias de la UAW. Ya veremos qué pasa y como en este caso el plazo es menor que el de GM, antes del final de este mes sabremos qué ocurrió.
En caso de esa alianza, México pasa a ser un lugar clave. Fiat, con poca fuerza en nuestro país, es poderosa en América Latina gracias a Brasil, el mayor y más poderoso brazo de la empresa fuera del territorio italiano. Esto nos hace pensar que la administración de la empresa en México, vendría del sur. Pero, México es tan estratégico para el ingreso de Fiat a Estados Unidos, que difícilmente Italia dejaría la administración de sus intereses en nuestro país, en otras manos. Hay, claro, la posibilidad de que Fiat en México, simplemente quede en las manos de los que hoy en día administran, bastante bien, a Chrysler.
El hecho es que las semanas siguientes van a ser interesantes, sin duda, pero más que esto, serán decisivas para el futuro de muchos. Incluso, como ya vimos, de muchos. Incluso, como ya vimos, de muchos mexicanos.
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