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Secretos al por mayor

La trama de este filme español, aunque echa mano de recursos narrativos muy conocidos, logra atrapar la atención del espectador

GUADALAJARA, JALISCO (08/SEP/2013).- Cuando una película inicia con alguien corriendo por el bosque, de noche, y preocupado de que le estén siguiendo, de inmediato se sospecha que el personaje está a punto de abandonar de manera más o menos violenta la trama. El incidente tiene también otro efecto, despierta la curiosidad de saber qué le hace huir despavorido. Con ese comienzo, El cuerpo propone de modo sutil su doble juego narrativo: pasear por la ruta de lo conocido y obvio, al mismo tiempo que guardar algunos ases, reyes y reinas, bajo la manga para utilizarlos en el momento preciso. Es eso, precisión, lo que vuelve toda la historia tan absurda como interesante.

El director y guionista se vale del lugar común para dar forma a los personajes. El detective de gabardina, taciturno y perspicaz. La dama millonaria casada con alguien más joven. El hombre subyugado por el dinero y las manipulaciones de su esposa. La muchacha atractiva que sirve de catalizador del infortunio matrimonial. Esos seres convencionales se unen gracias a una situación digna de los rompecabezas criminales conocidos en literatura como “enigma de la puerta cerrada”. La incomprensible desaparición de un cuerpo del depósito de cadáveres de un instituto forense.

La narración aprovecha distintas claves genéricas para infiltrar giros constantes. Hay un clima de tensión que a veces parece producto de causas sobrenaturales como en las películas de miedo. Ruidos en la quietud de la noche, objetos que aparecen y desaparecen, lluvia y relámpagos, oscuridades,  visiones borrosas, y sensaciones de algo que se mueve subrepticiamente. Otros momentos más bien se pliegan a la tradición de las rutinas de la investigación policiaca. El descubrimiento de evidencias,  los tropiezos de la conciencia culpable, las confesiones arrancadas con inteligencia. La película constituye un ir y venir entre dos líneas de tiempo muy claras. El presente, que corresponde al transcurso de ocho horas a partir de la revelación del cuerpo desaparecido. Y el pasado, que se manifiesta como recuerdos que ofrecen explicación a las incógnitas que se van presentando. Por ejemplo, un personaje se encuentra en el baño del depósito. Misteriosamente, en la ventana aparece una invitación impresa para una cena de gala, que en la parte de atrás tiene un recado manuscrito, en primera instancia, incomprensible. Pero las palabras activan la memoria del hombre, y entonces, se pasa a un episodio en el que invitación y recado adquieren sentido. Solo que el resultado en vez de tranquilizar, levanta más sospechas.

Ese retorcer los hechos más allá de lo probable, ofrece justificación para que el realizador busque, ocasionalmente, retratar la acción desde ángulos visuales inusitados. Así, se encuentran de pronto ciertas imágenes muy forzadas, que encuadran la expresión del rostro de un personaje ya sea desde una copa de vino, o el fondo del agua del excusado, o  desde dentro de la bolsa negra que envuelve un cadáver.

El cuerpo, España, 2012; Dirección: Oriol Paulo; Guión: Lara Sendim, Oriol Paulo; Actuación: José Coronado, Hugo Silva, Belén Rueda, Aura Garrido.
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