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''Se compran baterías usadas a cien''

El persistente y cada vez más extendido robo de baterías en la ciudad

GUADALAJARA, JALISCO (09/SEP/2012).- La mañana que Rodrigo salió de su departamento y vio entreabierto el cofre de su coche sabía que —otra vez— le robaron la batería. Lo sorprendente no fue eso, sino que, como juego de espejos —a sus lados veía a otros vecinos que, como a él, también les habían hurtado las baterías de sus autos.

La colonia Infonavit estadio se encuentra ubicada al Norte del Estadio Jalisco, justo a un par de cuadras de la avenida que hoy se llama Fidel Velázquez, y que muchos siguen nombrando como Monte Casino. Donde hoy hay edificios, hace algunos años había un gran terreno, canchas de fútbol improvisadas (porterías puestas con maderas irregulares) y un poco más allá más terreno al que llegaban a pastar —lo poco que podían— un grupo de vacas que tenían su establo en la esquina de Monte Tabor y Siete Colinas. Sí. Todas las tardes, muchas personas de la colonia Independencia llegaban, con sus botes de plástico o sus ollas de peltre, por su leche, recién ordeñada. Eran entre mediados y finales de los ochenta. Esas mismas vacas a veces se escapaban y se iban caminando por media calle de Monte Tabor y el camión de la Alianza Jorullo-Centro que pasaba por ahí, esquivaba al cuadrúpedo sin problema. También había gallinas y gallos que igual se escapaban para buscar gusanos fuera de sus terrenos. Y cerdos, pero esos no se salían. Seguramente por flojos.

Hoy ya sólo el recuerdo de todo eso le queda a Rodrigo. Y el recuerdo de la segunda o tercera batería que va a tener que comprar le produce impotencia. ¿Cómo pudo haber cambiado todo en tan poco tiempo? Que él se acuerde, nunca supo en aquellos años que se robaran vacas o gallinas. No había el nivel de vandalismo que hoy, llegando a extremos increíbles. Hace unos días, narra, dos numerosos grupos de pandillas se enfrentaron, justo en la calle en la que vive y los que venían de Rancho Nuevo, colonia  casi contigua a la Infonavit Estadio, la emprendieron contra los autos que estaban estacionados: como si de una tribu bárbara se tratara, rompieron espejos, poncharon llantas y rayaron todo auto que les quedó a la mano. Y como siempre sucede en estas historias de las colonias en las que las cosas andan “calientes”, la policía llegó cuando casi se habían ido todos. “Sólo se llevó a un par de chavitos, pero los soltaron luego, porque eran menores de edad y no les pudieron comprobar nada”. Y a los pobres dueños de esos autos dañados, que luego de la refriega salieron a constatar los daños, ¿quién les responde?

Igualmente, ¿qué hacer si es la segunda o tercera vez que te sacan la batería del coche? Y es que no se llevan la batería y ya: para abrir el cofre tienen que votar la chapa y entonces no sólo es el costo de la batería, sino del arreglo de la chapa y de los cables que jalan y dejan ahí nomás.

Fue por eso que Rodrigo decidió llevarse de ahí sus coches, porque no ganaba para estar reponiendo baterías y arreglando desperfectos un día sí y otro también. Hace un par de meses que su camioneta Combi, de esas que ya no hay, y el Atlantic que fue nuevo hace ya muchos años, se fueron a estacionar afuera de casa de sus padres: en Alcalde Barranquitas, en la pequeña unidad habitacional que está en Maestros y Normalistas, a una cuadra de ¡La Normal, La Normal, La Normal!

Pensó Rodrigo que aquí se acabarían los problemas, que si los coches “dormían” ahí, estarían a salvo. Ni siquiera pasaron muchas semanas, antes de que llegara y constatara que, de nuevo, aunque en otro escenario, habían violado la chapa de la Combi para llevarse la batería. De plano ya, enojado, soldó la nueva batería con un sofisticado arnés metálico, para que no se la pudieran llevar. “Lo malo es cuando se descargue o la tenga que sustituir, va a ser un show”. Hace unos días volvieron a violar la chapa, sólo para constatar que no podían hacer nada. Don Arturo, un vecino de su papá, le dio un consejo que al parecer muchos están siguiendo ya: “Deja abierta la cajuela, para que no frieguen la chapa y vean que no se pueden llevar la batería”. Alguien más le aconsejó entonces: “Pues mejor déjales ya una nota, con tu número celular, para que te marquen y les vengas a abrir para que se roben lo que quieran”.

Muy cerca de ahí, en los alrededores del mercado Alcalde, afuera de un negocio en el que se compra chatarra, botes de aluminio y periódico, en un improvisado letrero Rodrigo alcanza a leer: “Se compran baterías usadas a cien”. Y sonríe, no sabe por qué, pero sonríe.
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