Suplementos

''Santo que no es conocido, no es venerado''

Toribio Romo es el más socorrido de los 25 mártires cristeros que hace 12 años canonizó el Papa Juan Pablo II. Miles de historias de fe, sanaciones y ''milagros'' se le atribuyen

GUADALAJARA, JALISCO (15/JUL/2012).- Tras varios estudios médicos realizados en Aguascalientes, los diagnósticos coincidían en la sentencia de muerte. Susana padecía una leucemia aguda que devoraba su cuerpo a los dos y medio años de edad. El dolor, el cansancio y los hematomas (moretones) en sus piernas y brazos aparecían cada vez con más intensidad. La tragedia tenía devastada a la familia.

Que los hijos sepulten a los padres forma parte del ciclo natural de la vida. Que los padres sepulten a sus hijos es una pena que no tiene consuelo. Así explicaba la familia la angustia por la que atravesaba.

Aquella mañana de junio de 2008, Clementina abordaba el primer avión que la llevaría a Toronto. La enfermedad de su nieta Susana era el motivo del viaje.

“La familia no se resignó y trasladó a mi nieta al Hospital Infantil de Toronto para que le hicieran un protocolo nuevo. Yo iba en avión de Guadalajara a México para después volar a Canadá. Estaba destrozada. Cuando me subí al avión identifiqué mi lugar sin mirar los números de los asientos… me llamó la atención el color del pelo y el peinado de quien sería mi compañero de viaje. A los 15 minutos, él me empezó a interrogar porque me observó angustiada y le platiqué el caso de mi nieta. Conoció la historia y antes de que el piloto nos dijera que nos pusiéramos el cinturón para aterrizar, el señor se quitó una cadenita con una medalla y me la puso en la mano. ‘Es el padre Toribio Romo —me dijo—, es muy milagroso; récele para que se alivie su nieta’. Yo le pregunté si era sacerdote (quien me regalaba la medalla) y me respondió que sí, que también él era padre y que pediría por nosotros. Apenas tuve tiempo para despedirme y darle las gracias… ni pude ver la medalla”.

Clementina ingresó a la sala de vuelos internacionales, se sentó y comenzó a observar los detalles de la medalla. Sorpresa. Tenía el mismo rostro del acompañante del avión.

“Por la noche llegué a Toronto, le conté la historia a mi hija María Isabel (madre de Susana) y le mostré la medalla, pero ella no abundó sobre el tema. Al día siguiente mi hija me habló mientras observaba la pantalla de una computadora: ‘Tu acompañante, el de la medalla, es un santo’”.

Clementina, temblorosa, miró la pantalla. No lo podía creer. “Mi acompañante y el de la medalla eran uno mismo: ¡Santo Toribio Romo!”.

María Isabel se colgó la medalla y se fue al hospital para estar presente en los estudios de Susana. El encuentro de la madre e hija fue indescriptible —relata la abuela— porque la niña se mostró interesada por el santo y hasta pidió visitarlo en su templo (en Santa Ana de Guadalupe, Jalostotitlán). Horas después la niña comenzó a brincar en la cama: “¡Me voy a aliviar mamá, me voy a aliviar!”.

Susana ya no perdió la fuerza física desde ese día. Hoy tiene seis años de edad y está completamente sana. “¡Es un milagro de Santo Toribio Romo!”.

La última guerra

En 1926 se registró la ruptura entre el Estado y la Iglesia en México. El presidente Plutarco Elías Calles ordenó la clausura de escuelas religiosas y la expulsión de sacerdotes extranjeros; también limitaba el número de presbíteros a uno por cada seis mil habitantes, pero éstos debían estar registrados ante las autoridades municipales.

El decreto presidencial provocó que los obispos no tuvieran garantías para ejercer su ministerio y suspendieron los cultos en agosto de 1926. Esto detonó la inconformidad del pueblo religioso, especialmente en Jalisco, donde la gente optó por levantarse en armas para exigir este derecho.

El saldo fue de 250 mil muertos, revela el historiador Jean Meyer.

“La cifra, declarada por el ex presidente Miguel de la Madrid al diario francés más prestigioso, Le Monde, incluye a los combatientes de ambos bandos y a los civiles”. También el ex presidente Emilio Portes Gil (sucesor de Calles) hablaba en sus memorias de tres mil muertos al mes en combate. “Si la guerra duró alrededor de 30 meses, eso daría 90 mil combatientes muertos por parte de los dos bandos, así como 160 mil civiles (personas inocentes)”.

Entre los muertos destaca el padre Toribio Romo.

La canonización

En mayo de 2000, el Papa Juan Pablo II elevó a los altares a 25 nuevos santos (y mártires) de la Guerra Cristera (1926-1929), encabezados por Cristóbal Magallanes, que ocho años atrás habían sido beatificados en Roma.

La causa de la canonización se completó, de acuerdo con el Derecho Canónico, luego de confirmarse que intercedieron y salvaron milagrosamente (1995) a María del Carmen Pulido Cortés, quien padecía una enfermedad incurable: quistes en los senos.

— ¿Por qué Santo Toribio Romo es el que tiene más relevancia entre los 25? Era el más joven cuando fue asesinado en Tequila, Jalisco— se le pregunta a Ramiro Valdés Sánchez, promotor de la causa de canonización.

— Los 25 mártires son ejemplo de virtud, santidad y martirio con testimonio de la fe. Ciertamente, Santo Toribio ha tenido una proyección más amplia por los favores que concede a los migrantes y personas enfermas; se le ha hecho más propaganda. Incluso tiene parroquias en Guadalajara (se añade una capilla en el Children’s Hospital, en San Fernando, California), pero lo importante es su testimonio de vida: murió en tiempos difíciles.

El padre Tomás de Híjar coincide que en el grupo de los 25 mártires sobresale Toribio Romo por tres factores que no concurren en los otros:

Primero, tuvo un hermano sacerdote que llegó a ser muy notable como pastor en la Arquidiócesis de Guadalajara, don Román Romo, fundador del barrio de Santa Tere y del templo. Su memoria se mantuvo viva en una base popular muy fuerte, que resurgió con la beatificación en 1992 y luego con la canonización en 2000.

Segundo, por el gran entusiasmo de los responsables del templo de Santo Toribio en la población de Santa Ana de Guadalupe (donde nació en 1900), quienes han dado un seguimiento muy integral a su memoria histórica, a la fama de santidad y a la asistencia respetuosa de personas que visitan la zona.

Tercero, el mismo santo ha estado muy activo y tiene favores considerados como milagrosos, lo cual alimenta un culto como el que se viene tributando últimamente.

Sin duda, resume, es el que ha recibido un tratamiento más integral en el manejo de su fama de santidad. Además, “Santo que no es conocido no es venerado”.

De Híjar apunta que su legado fundamental fue la fidelidad a su ministerio. “Lo vivió en situaciones muy difíciles, fue obediente para las situaciones adversas como las que vivió con los dos párrocos de Sayula y Yahualica”.

En las reflexiones finales del trabajo de investigación Santo Toribio, de mártir de Los Altos a Santo de los emigrantes, sus autores Renée de la Torre y Fernando Guzmán Mundo resumen otros factores de su exitosa proyección: “A pesar de que no entró por la puerta grande de la Iglesia, pues fue canonizado en grupo junto con otros 24, además de que su martirio causó polémica por no cumplir con todos los requisitos, encontramos distintos elementos que contribuyeron a su santificación popular: uno de los más significativos es que existen pocos santos cuyos parientes tuvieran la visión profética de llevarlo a los altares desde el momento de su muerte; el mantenimiento de sus reliquias; las historias milagrosas que desde su muerte empezaron a circular y a certificar la creencia de su santidad y del poder de sus reliquias; la existencia de una cultura regional que tomaba a Santo Toribio como modelo legitimador de la cultura alteña y, finalmente, las nuevas necesidades de los mexicanos que migran constantemente a los Estados Unidos, generaron la creencia de que es el santo patrón de los migrantes, creencia que fue promovida por la actividad mercadotécnica implementada por el párroco del santuario. Es santo porque tanto él como los alteños viven su propio martirio. Podemos concluir que es la creencia popular la que sigue rescribiendo la hagiografía viva de los santos”.

En el templo de Santa Ana de Guadalupe se encuentran los restos de Santo Toribio Romo, así como la ropa que llevaba puesta cuando fue asesinado. Las muestras de fe para el santo se demuestran en la visita de más de 50 mil personas en un solo día: el 25 de febrero de 2007, en el aniversario del venerado personaje.

15 mil visitantes a la semana

El promedio de visitas a la semana se registra en 15 mil en el pequeño templo, pero el próximo 12 de octubre se inaugura el nuevo inmueble para mil 200 personas sentadas, con espacios para tareas de evangelización, servicio y estacionamiento. Todo se construyó con donativos de fieles tras seis años de gestiones.

“Hay miles de testimonios de fe a favor de Santo Toribio —documenta el sacerdote Gabriel González Pérez, párroco del pequeño poblado de Santa Ana, que tiene menos de 400 habitantes—. Dentro de la vida de los santos, Dios también sabe elegir y decidir quién quiere que sea más conocido en el aspecto espiritual. Santo Toribio fue un hombre muy humano, por eso hay muchas manifestaciones de fe o apariciones (del santo), que son los testimonios que continuamente recibimos”.

En pleno apogeo de la Guerra Cristera, el joven Toribio Romo recibió la encomienda de la Parroquia de Tequila, una misión riesgosa porque el municipio era uno de los lugares con más persecución contra sacerdotes, subraya en su biografía la Arquidiócesis de Guadalajara. Pero no se intimidó y localizó una antigua fábrica de tequila abandonada para utilizarla como refugio y lugar para celebrar misas.

“Señor —oraba—, perdóname si soy atrevido, pero te ruego me concedas este favor: Te ruego me concedas morir sin dejar de decir misa ni un solo día”.

El futuro santo presentía su muerte. El 23 de febrero de 1928 prácticamente se despidió de su hermano Román, con quien celebró el Santo Sacrificio para después confesarse con él y pedirle su bendición. Antes de irse le entregó una carta con el encargo de que no la abriera sin orden expresa. Para el viernes siguiente, después de celebrar la misa, quiso poner todo al corriente. A las 4:00 de la mañana pensó celebrar la misa para luego acostarse, pero lo reconsideró y optó por dormir un rato más. Una hora más tarde, soldados federales y agraristas sitiaron el lugar. “Este es el cura, ¡Mátenlo! —ordenó uno de los integrantes de la tropa—”. Lo acribillaron.

Devoción de los migrantes


Jesús Buendía Gaytán, un campesino zacatecano de 45 años de edad, recuerda que hace dos décadas decidió irse de indocumentado a Estados Unidos para buscar empleo. Cuando cruzó la “línea” fue descubierto, con otro pequeño grupo, por la patrulla fronteriza y se internó en el desierto. Tras varios días vio una camioneta que se acercaba, de la que bajó un individuo de apariencia juvenil, delgado, tez blanca y ojos azules, quien le ofreció agua y alimentos. También le prestó unos dólares y, a manera de despedida, le dijo: “Cuando tengas dinero y trabajo búscame en Jalostotitlán. Pregunta por Toribio Romo”.

Luego de una temporada exitosa en California, Jesús regresó y quiso visitar a Toribio. Casi le da un infarto cuando vio la fotografía de Toribio en el altar mayor de la iglesia de Santa Ana.

“La anterior es una de miles de historias que convierten a Toribio Romo en el santo protector de los migrantes —detalla Juan Manuel Martínez Marrón, quien escribió una obra de teatro sobre la historia del santo—. Soy amigo de un sobrino-nieto de Santo Toribio, de nombre Omar, y su historia se platica mucho en su familia. Su hermano Román Romo (padre de Santa Teresita) fue uno de los grandes difusores de la vida e historia de Toribio, por eso junté muchas anécdotas y trabajo de campo para escribir la obra. La abuela de mi amigo platicaba mucho sobre la devoción de Toribio, y uno de los puntos dramáticos es una carta que le escribe Toribio a su hermano Román, en donde el santo prácticamente se despedía antes de ser asesinado. Allí pedía que cuidara a sus padres y familiares. Presentía su muerte”.

El padre Tomás de Híjar añade que los migrantes son parte importante en la celebridad del santo. “Sobre todo por una zona depauperada (la Región de Los Altos), donde muchos tienen lazos afectivos o vinculados con Estados Unidos. El santo mantiene una conexión con las raíces y los procesos tan violentos que sufren los migrantes”.

El contexto de esos hechos violentos se documenta en las matanzas de 265 indocumentados en San Fernando, Tamaulipas, quienes pretendían cruzar la frontera. En agosto de 2010 fueron asesinados 72 centroamericanos y sudamericanos por el Cártel de Los Zetas, y entre marzo y junio de 2011 se le atribuye a la misma banda la matanza de otros 193 mexicanos y un guatemalteco, encontrados en fosas clandestinas. En la segunda matanza, 90% de los mexicanos fue asesinado a golpes con mazos, marros u otros objetos porque se negaron a trabajar para la delincuencia.

“Vámonos al Norte”

Sobre el interés de migrantes, añade el padre Gabriel González Pérez, “me sorprende saber que Santo Toribio, cuando era seminarista, escribió una obra que se llamó ‘Vámonos al Norte (1920)’. Esto es impresionante porque desde que era joven se preocupaba por ellos y ahora los ayuda desde el cielo. Es el buen pastor”.

Hay varias historias que impactan al padre Gabriel, pero destaca dos. El primer testimonio involucra a dos hermanos de San Ignacio Cerro Gordo que se fueron a Estados Unidos. Sus papás visitaron el templo en Santa Ana para pedirle protección a Santo Toribio, “compraron un cuadro y lo pusieron en su casa. A los 15 días volvieron los muchachos y vieron la foto; ellos se abrazaron llorando porque el mismo personaje les dio dinero para que regresaran porque sería imposible cruzar la frontera. Su vida estaba en riesgo y Santo Toribio los alertó”.

El segundo testimonio: “Hace tiempo vino una persona de Aguascalientes, un domingo, y lloró mucho ante los restos del padre Toribio porque le hizo un milagro. Ella tenía un tumor y nadie se animaba a operarla porque era canceroso y estaba junto a las cuerdas vocales, pero en una ocasión el doctor se sintió tan seguro que aceptó intervenirla. La historia es que el día de la operación un sacerdote quería entrar al quirófano, pero le negaron el acceso. La enfermera avisó a los doctores ante la insistencia, pero le negaron el ingreso. Después, el doctor le preguntó a la paciente sobre el sacerdote que quería entrar y ella le respondió que se encomendó a Santo Toribio. Cuando la enfermera vio la fotografía del santo, confirmó que era el mismo que quería entrar.

“Esto lo platiqué en una ocasión como testimonio, y un señor puso mucha atención porque conocía al oncólogo que intervino a la paciente. El resumen es que ambos doctores vinieron a Santa Ana impactados por la historia. Todo indica que Toribio estuvo presente en la operación de esa señora”.

FERVOR

Paisanos en Chicago

La comunidad de jaliscienses de Chicago y su zona conurbada, realiza hoy  una procesión con la imagen de Santo Toribio Romo dentro de los festejos de la Virgen del Carmen, como se ha realizado en años recientes en la localidad de Melrose.

POPULAR


Promesas y rezos

El templo de Santo Toribio Romo recibe hasta 15 milperegrinos en promedio cada semana en Santa Ana de Guadalupe, Jalostotitlán.

En el recinto se acondicionaron algunos cuartos para la colocación de testimonios escritos, en los que coinciden los “milagros” realizados por el santo.

Victoria Herrera de Carreón, Francisco Hernández Orozco, Daniela Martínez Cuéllar y José David Gómez forman parte de las cientos de historias que se exponen. Tras padecer diferentes tipos de cáncer y graves accidentes, los involucrados salieron con vida gracias a la intervención de Toribio Romo. También hay historias de migrantes que tuvieron éxito en Estados Unidos. Hasta jugadores exponen sus camisas porque el santo intervino para que llegaran a la primera división profesional.
Síguenos en

Temas

Sigue navegando