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Quila, una serranía con una lira
Esplendor natural y un bosque muy bien cuidado deslumbra a los visitantes que disfrutan de este lugar
Ni qué decir de las vistas a lo largo del camino. Todo el valle de la zona lacustre de Sayula se divisa a lo lejos, con las manchitas de los pueblos sentados entre el verde ya tostado de los campos cultivados. Una cascada en el fondo de la barranca rasga en blanco el verdor exuberante de la bucólica cañada. Pinos oocarpa, douglasianos y michoacanos enmarcan las escenas campiranas.
Por cierto… hay también otra variedad de conífera a la que le llaman “pino triste”, porque todas sus agujas doblan lánguidamente hacia abajo dándole una apariencia tristona a pesar de ser unos arbolones fuertes, sanos y magníficos. Su nombre científico Pinus lumholzii lo debe al explorador noruego Carl Lumholz, que allá a fines del 1800 a recorrió lomo de mula gran parte de México, tomando apuntes sobre flora, fauna y costumbres de los pueblos, dejando un valioso documento en su libro titulado México Desconocido.
Y hablando de pinos… la gente de allá arriba de la sierra, tejiendo con ingenio las agujas secas de los pinos, fabrican canastas, sombreros, vasijas y objetos de arte en la bonita artesanía llamada “ocochal”, muy digna de verse.
Recientemente Sierra de Quila fue declarada “Área de Protección de Flora y Fauna”; y es importante reconocer que el personal a su cuidado está haciendo una admirable labor. Los caminos están en perfectas condiciones. Es mínima la basura la que se puede encontrar. El campamento base, en un vallecito llamado “La Ciénega” está impecable. Los guardias forestales, son enamorados de su trabajo. Las guías y educadoras merecen 10 y nota buena. Quila pues, es un bosque del que los jaliscienses podemos estar orgullosos.
Por esa misma brecha (por fortuna solamente empedrada) que cruza toda la sierra, se pasa por tranquilos caseríos casi ocultos en el bosque en donde se antoja quedarse un buen rato haciendo… nada; tan sólo rodeados de montes, pinos, robles, silencio y aire fresco de montaña. Más tarde se llega al pueblo mismo de Quila para, corriendo otro trecho bajar hasta Ameca
Uno de los puntos preferidos para visitar ahí en la sierra, es el enorme pino con sus extrañas ramas que crecieron en forma tan especial que parecieran ser una formidable lira. La otra es el pequeño e insólito bosque llamado “Los Cedritos”, que escondido entre las barrancas, tiene unos arbolones cuyo tronco es casi del tamaño de una recámara pequeña, mismo que asciende impresionantemente recto hasta alturas admirables. Y por contrapartida… volteando detenidamente hacia abajo, hacia la tierra, otra gran sorpresa es encontrar entre la hojarasca húmeda, pequeños bosques miniatura de los hongos más admirables que puedan imaginar; algunos de ellos del tamaño de la palma de una mano con textura consistente y uniforme que, tan sólo tirándolos sobre la parrilla entre las brasas con unos granitos de sal gorda encima, hummm… bocado delicioso con sabor a mantequilla.
Belleza hay pues, tanto para la panza como para todos los sentidos ¡Que la gocen!
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