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“Pincel de Plata” y Exposición de Luis Eduardo González

Por: José Luis Meza Inda

GUADALAJARA, JALISCO.- Pese a que por una parte, la moda imperante entre algunos cultivadores de las Artes Plásticas contemporáneas, es inscribirse dentro de los cánones estéticos de lo deforme, lo grotesco y la fealdad, pensando que con ello se logra una mayor intensidad expresiva; y por otra, a pesar de  lo mucho que se teoriza sobre la muerte y sepultura de los cánones tradicionales de la belleza, concepto que es considerado obsoleto, pequeño burgués, y que horroriza a snobs que deliran con las manifestaciones vanguardistas, el caso es que la belleza continúa viva como ideal, como característica definitoria de lo humano y como fuente de energía renovable en todas los ámbitos de la existencia humana; se impone y es buscada por una buen porción de quienes se dedican a la pintura, escultura o cualquiera de los diferentes géneros artísticos.

Tal es el caso del excepcional pintor tapatío, Luis Eduardo González, quien ha dedicado buena parte de su existencia a asediar ese bastión del ensueño colectivo por lo bello, a través de imágenes plásticas que parten de elementos de la naturaleza o del cuerpo humano, que él ha sabido abordar no sólo a través de la captación minuciosa de la armonía y hermoso colorido de formas y figuras naturales, sino generando creativamente, a partir de esto, sus propios modelos.

Esto lo ha venido proyectando Luis Eduardo de manera progresiva a través de décadas de ejercitar sin pausa su delicado oficio, para el cual sin duda nació dotado de gratis hace medio siglo, pero que él supo pulimentar con ahínco bajo la tutela de profesores magníficos como Vizcarra, Jorge Navarro, Alfonso de Lara Gallardo, et al.,  sobre todo en la Escuela de Artes Plásticas de la U de G., plantel donde actualmente continúa compartiendo sus experiencias y ejerciendo su apostolado pictórico entre generaciones de balbuceantes aprendices a acuarelistas.

Son sobresalientes pues, entre sus dotes, la destreza para el dibujo descriptivo, su delicada sensibilidad para el manejo del color en todas sus gamas y armonías a través de pinceladas impregnadas de pigmento o de intensidad anímica, su pulcritud y fluida espontaneidad para el empleo de la luz y las trasparencias, pero sobre todo, su capacidad progresiva para dar contenido  a lo objetivo, mediante le invención de sutiles atmósferas, el hallazgo de espacios envolventes y la recreación de esos ambientes sugestivos en que suele sumergir las formas.

Mucho de esto pone de manifiesto en su más reciente exposición de pinturas al óleo abierta al  público en la Galería Sánchez Villanueva (Pablo Neruda 2520-B) de esta ciudad, donde el espectador puede contemplar, algunas de sus recreaciones paisajísticas habituales más apegadas a la realidad, conformadas por amplios espacios, barrancas, formaciones pétreas, elementos vegetales, todo ello manejado con una gran riqueza de modulaciones lumínicas, de texturas y densidades cromáticas; como igualmente se puede apreciar en otros lienzos de más breves dimensiones, sintéticos, desnaturalizados y apartados del realismo, que a veces inclusive rozan la abstracción, en los cuales, con libertad de imaginación visual construye refinadas y difusas estructuras, a base de planos, de nerviosos brochazos, veladuras, ráfagas de luz y color impregnadas de sugestibilidad y de ese, como digo, su permanente afán por encontrar las formas y expresiones más bellas y convincentes.

Ahora bien, por todas estas cualidades y calidades plásticas que siempre ha exhibido en su quehacer pictórico, y por los valores éticos que le individualizan como ser humano, me da mucho gusto que este año Luis haya sido escogido para recibir el galardón “Pincel de Plata”, que otorga el Patronato de las Fiestas de Octubre. ¡Enhorabuena!.

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