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Myanmar, la perla oculta de Asia
La nación se encuentra en un proceso de transformación política y social, lo que la hace atractiva ante los ojos de todo aventurero
En años recientes, Myanmar se ha ido poniendo de moda entre los turistas que aman el “mochilazo” y están dispuestos a vivir experiencias de vida donde la comodidad no sea precisamente lo más importante.
En meses recientes Myanmar ha comenzado a “abrirse” al mundo, un proceso lento que va de la mano de una democracia todavía naciente. Esto explica la naciente infraestructura hotelera que el país observa, al tiempo que poco a poco comienzan a aparecer cajeros automáticos que aceptan dinero plástico de todo el mundo.
Pese a esto, el apelativo de “la perla oculta de Asia” no le viene de forma gratuita. Sus fronteras terrestres están cerradas (no puedes llegar ni por autobús y menos en automóvil), así que la única forma de arribar a esta nación es por los aires, e incluso los vuelos son limitados. Además se requiere un permiso especial de estadía, que en ningún caso supera los 28 días de duración.
El alma al aire
Los hermosos templos budistas y pagodas de la capital, Yangón (conocida por mucho tiempo en occidente por la castellanización de su antiguo nombre, Rangún), son el gran atractivo para todo turista que desee adentrarse en el mundo espiritual de esta nación. La fastuosa pagoda Schwedagon es un templo budista de gran trascendencia para esta nación, tanto por su significado (fue uno de los primeros centros espirituales en la región y contiene reliquias de Buda), así como por su increíble belleza arquitectónica (está bañada en oro y su interior ricamente decorado, todo sufragado con donativos que durante siglos han ofrecido sus creyentes, en una tradición que se mantiene).
Caminar por Yangón nos va a acercar al esplendor del arte y el estilo de vida budista. La ciudad tiene otras pagodas famosas, como la de Sule (con su curiosa planta octagonal, que la hace única) y la de Chaukhtatgyi (que contiene una monumental imagen de Buda reclinado. Mide 65 metros de largo por 30 de altura).
La ciudad también tiene una buena cantidad de edificios legados de su pasado colonial. Y es que alguna vez perteneció al Imperio Británico, quienes dejaron una profunda huella en el trazado de varias calles así como la construcción de varios edificios administrativos. Entre los más destacados están la Universidad, cuya fachada es un excelente ejemplo del estilo Victoriano del Siglo XIX, así como el Hospital General de la ciudad.
Aunque bella, Yangón se ha tenido que reponer a constantes catástrofes, lo que ha limitado su crecimiento en comparación a otras ciudades asiáticas. La ciudad fue escenario central de la Guerra Anglo-Birmana, que la arrasó casi hasta sus cimientos. Posteriormente, fue invadida por los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial, quienes provocaron serios daños en la infraestructura de la urbe, al tiempo que desplazaron a miles de sus habitantes. Recuperada en 1945 por los aliados, se convirtió en la capital de la Birmania independiente en 1948.
Mucho por descubrir
La capital es el lugar de entrada para miles de turistas cada año, pero no el único que vale la pena visitar. Mandalay es la segunda ciudad más grande del país y fue la capital del mismo antes de perder su independencia en manos de los ingleses. Cuenta con una rica vida cultural, además de 700 pagodas y una serie de poblaciones adyacentes que son la delicia para quien busque conocer la vida de Buda.
Ahora que si lo que buscas es “turismo espiritual”, la recomendación es llegar a Bagan. Con sus cuatro mil templos budistas esparcidos a lo largo de la llanura del mismo nombre, es un paseo obligado para todo turista, aunque también agotador, pues la manera más común de moverse entre un complejo y otro es en bicicleta.
Aunque todavía es difícil visitarlo y el proceso para obtener su visa no es sencillo, Myanmar poco a poco va dejando atrás el destino prohibido con el que cargó durante décadas para abrirse al mundo.
Debes saber
Tan barato como caro
Los alojamientos en Myanmar son más caros que en otros países de la región, y se debe pagar o en dólares o en la moneda local, (kyat). Si quieres moverte entre ciudades, lo más barato es en autobús.
Lo que sí es barato en Myanmar es la comida. Por menos de un dólar puedes pagar una buena merienda o cena. Toma en cuenta que a ellos como a nosotros les gusta el picante. Las comunidades budistas y musulmanas no incluyen carne de cerdo, por lo que buena parte de los platillos que aquí te encuentres serán con arroz y pescado.
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