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Motor de arranque
Ojos incorruptibles
Buenos para hacer leyes, malos para cumplirlas
Ya sabemos que los latinos somos muy buenos para hacer leyes, pero pésimos para cumplirlas. Vamos a Estados Unidos y manejamos justo como se debe. Ponemos las direccionales. Nos detenemos en los semáforos incluso cuando sentimos la tentación de pasar porque “veníamos bien rápido y bien cerca” del alto que se acaba de poner. No estacionamos en cocheras, ni en lugares reservados para personas con capacidades diferentes. No nos paramos en dobles filas para recoger a los niños en el colegio, ni andamos como locos en las avenidas porque tenemos un coche que sí “jala durísimo”. Dejamos de hacer todas esas cosas que hacemos sin problemas en México, porque allá sí nos multan (y sí nos cobran la multa, no las condonamos con algún “influyente”). Hasta en la cárcel podemos parar por infracciones de tránsito más serias.
¿Aquí? Bueeeeeeeeno, aquí estamos bajo la cultura del “no pasa nada”. Si nos para un policía de tránsito, ya medio sabemos cómo hacerle. Ya medio entendemos de “a cómo nos toca”. Criticamos la corrupción con la boca, pero la incentivamos con acciones. Que los demás se porten bien. Nosotros no lo necesitamos porque somos “más listos” que los demás. En un embotellamiento somos los primeros en ir por el acotamiento o, de plano, en sentido contrario. Nos creemos los reyes de la improvisación, de la picardía. Llevamos nuestro doble sentido verbal, el tan celebrado “albur”, a nuestra forma de conducir (y a muchas otras cosas, pero mejor hablemos solo de los coches y sus conductores, por ahora).
“¿Cómo lo podemos arreglar, Oficial?”
Pero, en el Períférico y en algunas avenidas de la Zona Metropolitana de Guadalajara, a partir de ahora, tenemos cámaras que vigilarán, en principio, la velocidad en que estamos conduciendo. Ya no habrá el clásico: “¿Cómo podemos arreglar esto, Oficial?”. Ni modo de pararnos en frente a la cámara para decirle: “Oiga, no sea malita. Traigo prisa porque ya va a empezar el partido de Chivas”. Ni para qué decirle al cartero: “Perdón, multa yo no recibo”. Con las cámaras, nos veremos forzados a vivir en una ciudad muy distinta. Vamos habitar una en que, si no cumplimos la ley, tendremos que pagar por ello. Más vale acostumbrarnos.
Ya he usado este espacio, en muchas ocasiones, para criticar a las autoridades. Ahora lo uso para aplaudir. Las cámaras son, en mi muy particular opinión, una de las más efectivas acciones tomadas para mejorar el tráfico en la ciudad. Por supuesto que no va a resolver todos los problemas. Claro que no nos transformarán en una Suiza al oeste del Atlántico. Pero son un magnífico paso en la dirección correcta.
Estoy seguro que el resultado será tan positivo que las cámaras comenzarán a multiplicarse. Porque será más eficiente poner cámaras que te multen por estacionar mal o por pasar el alto del semáforo, que colocar a un policía de tránsito en cada esquina. Las cámaras son más baratas que aumentar considerablemente el suelo de los policías y aumentar el número de oficiales en las calles, buscando con esto desincentivar la corrupción. Las cámaras no tienen jefes que exigen una cierta cantidad de infracciones o, peor, de “mordidas” por día. No estoy diciendo que esto ocurra, sólo levanto la posibilidad de que, en algún lugar, esto haya ocurrido y llamo la atención para el hecho de que a partir de ahora, tendremos sobre la ciudad muchos ojos, todos incorruptibles. Más vale que comencemos a portarnos bien.
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