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Las consecuencias del tsunami en Japón

GUADALAJARA, JALISCO (02/ABR/2011).- l terremoto seguido de tsunami en Japón conmovió al mundo por la enorme tragedia que significó. La pérdida de vidas, casas, trabajo y seres queridos fueron una carga demasiado pesada, incluso para una de las economías más poderosas del mundo. A pesar del terrible momento de dolor que vive la nación oriental, nadie cuestiona  su capacidad de levantarse. Japón se irguió luego de la Segunda Guerra Mundial y lo hará de nuevo en este siglo 21. Sin embargo, el fenómeno natural que devastó a los nipones tendrá una consecuencia global mucho mayor de lo que algunos perciben y llegará también al universo de los automóviles de una manera más sensible que a otros sectores de la economía.

Aún es temprano

Por supuesto que aún no hay ni siquiera un recuento de los daños. Japón tiene tareas más importantes en este momento, como calmar el problema de sus reactores nucleares. Pero los particulares, sean empresas o individuos, están estudiando la magnitud de los efectos sobre sus negocios y pertenencias.

En Japón, todos sabemos, se encuentra el mayor fabricante de automóviles del planeta: Toyota. Junto con Honda, Nissan, Mazda, Mitsubishi, Subaru, Suzuki y otras, forman el segundo mayor productor de vehículos del mundo, sólo por debajo de China. Con la producción de todos afectada por más o menos tiempo, es natural que se alteren muchos factores en la cadena de distribución.

Primero, las compañías tendrán que usar su inventario para suplir la demanda. Algunas, como Nissan Mexicana, por ejemplo, ya anunciaron que tienen inventario en este país para poco más de dos meses, cuando hablamos de los productos que vienen desde Japón. Nissan, empero, produce localmente cerca de 80 por ciento de los autos que vende en México, que la hacen líder en este mercado.

De otras marcas aún no hemos tenido noticias más que los avisos de cierre temporal de producción o la reanudación, aún en ritmo lento, de la producción de una que otra planta.

Calma temporal

Los inventarios, de autos o de partes, irán acabándose poco a poco. Y con la producción cerrada o menor que la normal, la escasez aparecerá tarde o temprano.

Por ley de oferta y demanda, la más simple y real de las leyes de mercado, los precios de los productos escasos tienden a subir. Esto pasará con los autos, que no le queda duda a nadie.

Es muy importante, sin embargo, observar que el problema no se va a resumir solo a los autos japoneses. Porque es casi imposible que un vehículo sea armado hoy en día, en cualquier país del mundo, sin al menos una pequeña parte de componentes fabricados en Japón. Y como un auto necesita 100% de sus partes, casi todos sufrirán por el desabasto.

Hay muchos proveedores de los que no se tiene noticia. No se sabe si todavía están de pie las fábricas que hacían algunas autopartes. Esto se debe a que la infraestructura en Japón está muy dañada. Los teléfonos no sirven en algunas zonas. La luz tendrá cortes en su abastecimiento al menos hasta el final de abril. Los puertos aún no abren a toda su capacidad, al igual que los aeropuertos, carreteras y líneas de ferrocarril. Es decir, aunque exista producción, no hay cómo enviarla a los consumidores finales.

En otras palabras, los precios de todos los vehículos van a subir en el corto plazo.

Mejor futuro

Toda esta crisis -como todas las crisis- obligarán a los productores a mejorar sus procesos. Hasta el Gobierno japonés necesitará hacerlo.

En estos días, el yen japonés se valorará, debido a que muchas empresas y particulares están mandando dinero a su país para ayudar en la emergencia. Cuando llegue el momento de reconstruir, estos yenes tendrán que salir del país de nueva cuenta, para comprar materia primera y contratar mano de obra. El yen bajará su cotización entonces.

En 10 años o menos, Japón tendrá mejor infraestructura que antes del accidente. Los productores locales habrán encontrado una manera más eficiente de trabajar. Serán aún más competitivos que hace un mes.
El terremoto y el tsunami fueron una inmensa tragedia, es cierto. Pero el mundo las ha vivido de tiempos en tiempos. Y la historia muestra que esto funciona como una especie de selección natural, que sólo permite vivir a los más fuertes, a los que están mejor preparados. Y si hoy Japón se vio golpeado, dañado, herido por las aguas, no tarda para que el resto del mundo vuelva a decir, como en los años ochenta: ¡Aguas con Japón!
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