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Redes sociales

GUADALAJARA, JALISCO (19/MAR/2011).-  En la entrega de los premios Oscar de este año, una de las películas más nombradas fue Redes Sociales. Se trata de un filme muy interesante, no sólo por retratar la disputa legal sobre la invención de Facebook, pero por reflejar la realidad de comunicación inmediata que vivimos, en la que dos herramientas se destacan más que otras: Facebook y Twitter.  Si Internet cambió al mundo, estas herramientas cambiaron Internet y pisaron el acelerador con fuerza sobre esa red mundial, aumentando radicalmente la velocidad de comunicación global. En esta realidad, resulta difícil entender cómo algunos aún insisten en vivir en el pasado, en comportarse como si nada hubiera cambiado y tuviéramos que esperar por el periódico en las mañanas para saber qué ocurrió el día anterior.

Más allá de la comprensión

El domingo, 13 de marzo, pocas horas antes de escribir esta columna, entré a Twitter. Más específicamente al “site” de informaciones sobre el terremoto y tsunami en Japón. Habían cientos de miles de “tweets”, o frases de menos de 140 caracteres —como es la regla de esa herramienta— sobre el asunto. Ahí podíamos leer desde las naturales muestras de solidaridad que llegaban de todas partes del planeta, como reportes directos de quienes estaban viviendo el drama in situ. Pero lo que más me impresionó es que antes de leer la tercera frase, ya había otras 20 nuevas. Entraba a estas y antes de leer la segunda ya había 16 más. Y otras 18, luego otras 17, 25, 30. Era simplemente imposible seguir el paso. La cantidad de información rebasa la capacidad de lectura. Más que esto, ultrapasa nuestra capacidad de comprensión.

El mundo es, definitivamente, distinto.

La espeluznante velocidad en que viaja la información me hizo pensar en que muchos de nosotros no se han dado cuenta del cambio. Muchos insisten en vivir cómo se hacía hace 20 años. Y para lo que nos ocupa en este espacio, esto es válido para algunas marcas y distribuidores de automóviles.
Y muchos aún viven en el pasado

El ejemplo típico es la marca que no quiere mostrar el futuro modelo “porque va a frenar la venta de los actuales”. Vaya, en la época de periódicos, revistas, radio y TV, es posible que así fuera, pero no hoy. Desde hace ya algunos años, un lector atento pudo haber visto un futuro modelo probablemente antes incluso de un director de una determinada marca. Busque algo en Internet y es casi seguro que lo encontrará. Ahí están ya las fotos “espía” del próximo Cadillac ATS, un sedán que será el próximo auto de entrada a la marca de lujo de General Motors.

Por esto, en lugar de frenar la aparición del futuro modelo con miedo de que la gente espere por el nuevo, hay que dedicarse a mostrar las virtudes del actual y ofrecer ventajas que al menos resten la diferencia que pueda haber entre el actual y su sustituto. Porque la gente va a saber que viene uno nuevo. Es inevitable.

Las redes sociales también implican un nuevo y gran reto para los distribuidores. Porque si en el pasado un mal servicio o una mala atención de parte de un vendedor sólo llegaban a un cliente que, enojado, lo máximo que lograba esparcir su rabia era a unas cinco personas, hoy su universo se ha expandido. Un cliente insatisfecho que ponga su mala experiencia en Facebook, llegará a, digamos, unos 100 amigos, si es que el personaje en cuestión no es exactamente muy popular. Si la mitad de esos amigos cuenta cada uno a otras 50 personas sobre la mala experiencia del primero, el efecto multiplicar es inmenso.

O se aclimata…

El mundo, por lo tanto, ya no es el mismo. Sí, lo sé, esto es obvio. El problema es que hay algunos que insisten en no darse cuenta de ello. Los primeros que lo hagan, que aprenden a actuar en esta era de información a la velocidad de la luz, serán los vencedores. Como siempre, los más fuertes heredarán la Tierra. Hay cada vez menos espacio para la mediocridad. Y esta, es sólo una de las ventajas de las redes sociales.
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