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Motor de arranque
Momentos de furia
Hay muchas teorías sobre por qué nos dejamos inundar por la furia cuando conducimos un vehículo. La más constante es el estrés diario, que encuentra en la relativa anonimidad que tenemos en un auto, una forma de escapar a través de insultos. Puede ser, porque aún cuando en nuestras vidas fuera del volante somos pacíficos y educados, detrás de él nos transformamos en verdaderos monstruos. El fenómeno es tan viejo que hasta Walt Disney ya lo describía en el personaje Tribilín, que era un dulce en la casa y una fiera al volante.
He conocido a varias “Tribilín”. Uno de ellos era un muy educado y carismático cirujano plástico tapatío, cuyo nombre obviemante dejaré sin mencionar. Pero ese tranquilo doctor se volvía conduciendo. Un día que tuve la oportunidad de viajar con él al mando de su Thunderbird 1993, estuve a punto de enterrar mis cuatro dedos en el tablero de su entonces flamente auto, tan asustado que iba como su copiloto.
Personalmente, busco contener mis ataques de rabia al volante. Ante las acciones más comunes, ya procuro reirme en lugar de enojarme. Esto ocurre cuando me cierran el paso, se pasan un alto o hacen un retorno prohibido, por ejemplo. Es como si mi cerebro, actuando como una computadora (ya saben, con mucha memoria pero sin inteligencia) hubiera registrado algunas acciones para que ante la presencia de algunas de ellas en lugar de enviar la orden: “enójate”, enviara la de “sonríe”. El problema es cuando me sorprendo. Y esto pasó el otro día.
Sorpresas peligrosas
Iba a cruzar la avenida Patria de un lado a otro, cuando al llegar al camellón, veo que una sonriente señora, transportando a lo que en ese momento me pareció un ejército de niños, estaba plácidamente parada tapando justo la calle siguiente. Accioné el claxón, pidiendo que hiciera el inmenso favor de moverse unos tres metros hacia adelante para permitir el paso a los demás. Como fue obviamente ignorado, volví a pitar y entonces sí, la señora se dignó a pisar su acelerador. El detalle es que, detrás de su Honda Pilot sale un iracundo personaje, enojadísimo ante mi absurdo pedido de paso, haciendo señas obscenas. Ésto mi computadora (claro, mi cerebro obviamente no estaba funcionando) no tenía registrado y lo que sucedió fue un intercambio de palabras que harían sonrojar a los participantes de una convención de camioneros.
El hecho es que ahora, apenas algunas horas después de haber vivido esa experiencia, ya con mi cerebro otra vez en funciones, me doy cuenta de que soy muy afortunado de estar contando esa anécdota. Porque nadie me garantizaba que el intercambio de insultos del que participé fuera simplemente entre dos hombres enojados como niños. El otro personaje bien podría ser uno más de los violentos actores que han transformado la ciudad en una plaza de guerra.
Así que, si de casualidad él estuviera leyendo estas palabras, que sepa que me disculpo con él. No por creer que tenga la razón, pero por haber dejado que me venciera la ira.
Para pensarse
Hacer “corajes” al volante es tan común como conducir y por esto, debemos pensar en esto aún con más determinación para evitarnos problemas. Debemos conducir como si nuestra vida dependiera de ello, hasta porque en verdad sí depende.
Nombro aquí unos pasos encontrados en la página de Internet : “www.mrtraffic.com”, que me parecen muy sensatos como guía ante las amenazas de convertir nuestros momentos de furia en algo más grave.
1. Mantenga atención al tráfico.
2. No mire a los ojos de un conductor agresivo.
3. No caiga en provocaciones.
4. Aléjese de conductores que manejan de forma irregular.
5. No haga gestos obscenos.
6. No se cuelgue del claxón.
7. No bloquee el paso de calles, cocheras ni del carril de alta velocidad (el izquierdo) o el de la vuelta a la derecha.
8. No cambie de carril sin avisar con las intermitentes.
9. Respete los cajones para personas con capacidad diferentes.
10. No use más de un lugar para estacionarse.
11. Tome más tiempo que el necesario para llegar a su destino.
12. Entiende que usted no puede controlar el tráfico ni a las demás personas, pero sí puede controlar su reacción ante ello.
Sé que no son acciones fáciles de tomarse, pero nuestra vida, literalmente, depende de ello.
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