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Estacionamientos de “primer mundo”

GUADALAJARA, JALISCO (13/NOV/2010).-  Esta semana el Gobierno del Estado anunció su intención de dejar en manos de empresas particulares la administración de estacionamientos que hasta ahora, fueron controlados por la gestión pública. Difícilmente se puede estar en contra de la iniciativa, sin embargo, hay que llamar la atención de Estados como órgano fiscalizador, lo que o no se ha hecho con muchos de los estacionamientos vigentes hasta ahora, o se ha hecho de manera deficiente.

En primer lugar, particularmente me parece que la idea de cobrar por los estacionamientos en los centros comerciales, es cuando menos cuestionable. Los grandes centros de consumo no saben cómo hacerle para sacar más dinero a sus frecuentadores y cobrarle por un lugar que debería ser gratuito — como lo es en muchos otros países, como en la tierra del consumismo por excelencia, Estados Unidos — me parece punto menos que un robo.

Desgraciadamente como nos acostumbramos hasta a algunas malas cosas, ya todos sabemos que si queremos ir a dejar nuestro dinero en algunos de los cada vez más abundantes y llenos conglomerados de tiendas, hay que pagar por hacerlo, no sólo por lo que compramos.
¿Y la calidad, Apá?
Como forma de justificar el cobro, muchos dicen hacerlo como una forma de “ofrecer un mejor servicio”. Vaya, si esto fuera cierto, al menos estaríamos tranquilos por pagar lo que recibimos. Desgraciadamente, no es así. Muchos de los estacionamientos pagados, sean de grandes centros comerciales o no, ofrecen un servicio que podemos calificar entre malo y muy malo.

Una característica común a casi todos, es que se eliminó la mano de obra, con raras excepciones. En Plaza del Sol, por ejemplo, no sólo hay que buscar con ganas una de las cajas automáticas para pagar antes de salir, también hay que rezar por la Virgen de Zapopan para estén funcionando.

Otro día cometí el grave error de acudir a la Gran Plaza un domingo y, para empeorar el panorama, en quincena. Ya estoy en el sótano del estacionamiento, cuando me acordé que hay que pagar antes de salir, no en la salida. Vuelvo a subir las escaleras y, luego de buscar una de las máquinas de cobro, descubro que ésta no sirve. Tuve que intentar en cuatro máquinas para encontrar una que se decidiera aceptar mi dinero. El problema no terminó ahí. Al salir, como también hay máquinas en lugar de personas, dos de las tres salidas hacia Lázaro Cárdenas estaban descompuestas. Las filas de autos aumentaban a una velocidad inimaginable, al igual que la impaciencia de los conductores que pitaban y le echaban el coche a los demás con tal de salir. No dudo que uno o más haya tenido problemas por no haber salido en el plazo que se estipula luego de haber pagado. Y la culpa no era del consumidor.

¿Volar o marchar?

Otro punto en el que casi todos estaremos de acuerdo, es en el mal funcionamiento del estacionamiento del aeropuerto de Guadalajara. Una sola puerta de entrada y otra de salida, hacen que las filas en horas pico se transformen en una pesadilla para los que ahí circulan. No hay, como en otros aeropuertos, un área de estacionamiento de largo plazo. Para pagar, el mismo problema de todos: sólo cuatro máquinas, todas ubicadas en el mismo lugar. Con frecuencia, al menos una o dos están descompuestas. Una sólo acepta monedas y las que supuestamente aceptan billetes, sólo lo hacen con la ayuda de alguien que está ahí para doblar y estirar los billetes de forma a que la máquina los acepte. ¿No sería más sencillo si esos muchachos que ayudan a los clientes de plano estuvieran cobrando?

Mejor ni hablamos de los que necesitan una factura o tienen que pagar con tarjeta por no traer suficiente efectivo. Ocurre más veces de lo que sería razonable aceptarlo. El problema es tan serio que a veces es mejor regresar más tarde del DF o de otro destino, con tal de no enfrentarse a la interminable fila del pago de estacionamiento, que en ocasiones dura más que el tiempo de vuelo. Si vamos a volar, también podemos ir a “marchar”.

Por todo esto, no basta que la autoridad ceda el control de los estacionamientos, debe regularlos, vigilarlos, sancionarlos si es el caso. Porque el consumidor sí puede elegir ya no acudir a la Gran Plaza, como lo hice yo, pero difícilmente tiene el mismo poder con relación a visitar el aeropuerto. Es un tema en el que estamos indefensos. Ojalá y el Gobierno perciba esto y actúe en consecuencia, por que todos los que pagamos por algo, tenemos el derecho de recibir el producto o servicio por lo que desembolsamos dinero y estos productos o servicios deben ser de calidad, de “primer mundo” como dijo la autoridad. Hasta ahora, empero, sea administrado por el Gobierno o por particulares, los estacionamientos tapatíos están muy, muy lejos del primer mundo.
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