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Motor de arranque
The whole nine yards
Cuando Allan Mullaly asumió como Jefe Ejecutivo de Ford Motor Company, en 2006, una de sus estrategias fue enfocarse en la marca Ford. Por esto, se deshizo lo más rápidamente que pudo, de marcas que habían sido adquiridas por Ford anteriormente, que él consideraba distracciones en su camino hacia la recuperación. Así, se fueron Aston Martin, Jaguar, Land Rover y Volvo. Estas marcas, junto con Lincoln, formaron algún día el PAG, Premier Automotive Group, para el que incluso se llegó a construir un enorme edificio en Irvine, California. Tan pretenciosa era esa división, que Lincoln fue considerada una marca indigna de ser parte del selecto grupo. Y la quitaron corriendo de ahí.
Ahora, con todas las otras fuera de Ford y la anunciada muerte de Mercury, Lincoln queda como lo que siempre debió haber sido: la división de lujo de Ford Motor Company. Sólo que para ser vista por el consumidor como tal, Lincoln necesita caminar mucho. Más que esto, necesita cambiar su rumbo actual.
Lincoln hoy es lo que ha sido durante muchas décadas (las más recientes de su historia, de hecho): una versión apenas modificada, de algunos modelos de Ford. Esto tal vez haya sido válido en una época en que la gente era menos informada, pero hoy, con Internet bombardeando información a velocidades antes insospechadas, ya no aplica.
Los seis modelos de Lincoln en el mercado: MKX; MKZ; MKT; MKS, Navigator y Town Car (en México hay también la pickup Mark LT), son variantes muy poco modificadas de los Ford Edge; Fusion; Flex; Taurus; Expedition y Crown Victoria, respectivamente, además de la F-150 (Lobo), en el caso de la Mark LT.
No hay nada malo en compartir plataforma, o “arquitectura”, como prefieren algunos. Volkswagen, por ejemplo, lo hace como nadie. Tanto que un VW Golf y un Audi TT son, básicamente, el mismo coche. Pero nadie los confunde el uno con el otro. No hay un solo ángulo en el que sean similares. En cambio, mire la MKX, sea 2010 ó 2011, desde su lateral, y le será casi imposible distinguirla de una Ford Edge. Lo mismo ocurre con todos los demás, con las loables excepciones de MKS y MKT. Entonces, convencer a los clientes que paguen más por una parrilla distinta, un tablero más cuidado y un sistema de sonido más sofisticado, cuando por menos dinero tienen un coche prácticamente idéntico, no es tan sencillo. En la práctica, terminan por convencer a menos gente de lo que quisieran. Peor aún, pueden terminar por convencer a menos de los que serían necesarios para mantener a Lincoln como marca.
No es sólo un cambio completo en sus carrocerías lo que falta a Lincoln para ser, de hecho, una marca independiente y exitosa. Tomemos a la nueva MKX como ejemplo. Su tablero está bien hecho, es novedoso y distinto lo suficiente de la Edge. Su insonorización probablemente esté entre las mejores -si no resulta la mejor- del mercado. Su motor y caja forma un gran conjunto, moderno y poderoso. Basta, empero, con abrir la cajuela, para ver que fue imposible para los diseñadores e ingenieros de la marca, convencer a los “dueños del dinero” para invertir más (no quiero ni pensar en la posibilidad de que no hayan hecho el intento). Los plásticos de las laterales de su área de carga son dignos de las tiendas de “todo por un dólar”. Ni siquiera pusieron una cubierta que permita esconder los objetos que ahí van, de los ojos de los demás. Eso sí, colocaron un inmenso amortiguador, que con un sistema eléctrico, hace posible subir y bajar la tapa del compartimiento de equipaje, sin mayor esfuerzo que presionar un botón. Impresiona al vecino, sin duda, pero ojalá y ese vecino no se acerque lo suficiente para ver la calidad de los plásticos y la alfombra de ese compartimiento.
Lo primero que Lincoln necesita hacer para volver a disfrutar sus días de gloria, es entender que ya son muy pocos los que compran gato por liebre, o lo que es lo mismo, que se hacen de un Lincoln sin darse cuenta de que es un Ford. Para conquistar al público de nuevo, tendrá que hacer diseños exclusivos de todo el auto, no sólo de los faros y las calaveras. Pero tendrá también, y esto tal vez sea mucho más importante, que mirar qué hacen las demás marcas de lujo. En resumen, abran la cajuela de una Acura ZDX (o de una X5; una ML o una Q7) y aprendan.
El lujo, más que cualquier otra cosa, está en los detalles. A Lincoln, por lo tanto, le haca falta correr “The whole nine yards”. Mientras no lo haga, valdrá mucho más la pena comprar un Ford “equivalente”.
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