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El verdadero precio de un auto Premium

GUADALAJARA, JALISCO (22/MAY/2010).- Para unos pocos afortunados, tener un auto exclusivo en su cochera es cosa de todos los días. O puede serlo. Sin embargo, para unos cuantos más, es una posibilidad que, si bien puede ser lejana, suena alcanzable con esfuerzo y trabajo. El detalle es que, generalmente, tener un auto Premium no significa sólo la inversión inicial para hacerse de uno de ellos. Y ahí, diría Cantiflas, es donde está el detalle.

La primera característica de un auto con “apellido” exclusivo es, por supuesto, su precio más elevado. Algunos de los consumidores que ven en ese precio algo distante, con frecuencia imaginan que un auto que entre en esa categoría, es necesariamente superior a los demás. En muchos aspectos esto es, o puede ser, verdad. Pero no siempre lo es y este es el primer cuidado que hay que tener.

Casi siempre un auto Premium tiene mejores terminados, es decir, está hecho con materiales de mejor calidad, más agradables a los sentidos. Todos los sentidos. También es normal que sean más seguros, más adelantados tecnológicamente y ofrezcan cosas que autos más comunes no tienen, como una suspensión más sofisticada y equipo de seguridad como frenos con ABS (sistema antibloqueo), control de estabilidad y bolsas de aire. No hay que esperar, por otro lado, que un auto, digamos, de BMW, tenga necesariamente más equipo que un Toyota. El alemán es más caro por otros motivos, como su exclusividad, su manejo impecable y su seguridad.

Otro error que se comete con relación a un auto Premium, es sobre su desempeño en situaciones si no cotidianas, al menos relativamente comunes. Un amigo, hace varios años, compró un Mercedes-Benz Clase C y decidió arriesgar su patrimonio al pasar por una calle inundada. Su poca pericia, aunada al uso del auto en condiciones para las cuales no está diseñado, hicieron que se quedara ahí. Él, mero, estaba furioso. “Mientras yo estaba atascado en mi Mercedes, varios Chevy que cuestan un tercio o menos que el mío, pasaban airosos a mi lado”. Su expectativa era de que un Mercedes, simplemente por el hecho de ostentar la famosa estrella de tres puntas, era superior a un Chevy en cualquier circunstancia. Hubiera comprado mejor una Clase G en lugar de la C.

También es común la decepción con la calidad del servicio de los distribuidores. “Pagué una fortuna por mi auto y me dejan esperando dos meses por una refacción”, decía otro amigo, dueño de un magnífico auto británico. A pesar de que tiene toda la razón en exigir mejor servicio, desafortunadamente la regla es que en los autos Premium, la espera por una refacción sea mayor que la normal en un auto de volumen. Esto ocurre simplemente porque el precio de las partes es más elevado y hay, claro, menos vehículos Premium en las calles. Esa combinación hace que el distribuidor tenga una menor cantidad de refacciones en inventario, porque el costo financiero de tenerlas es extremadamente elevado. Por lo mismo, el costo de los servicios es también muy alto.

Luego, está la elevada depreciación, que es una consecuencia de todo lo anterior. Hoy día ya podemos comprar, en México, autos Premium como, digamos, un Audi TT modelo 2000 por menos de lo que cuesta un Volkswagen Gol nuevo. Esto ocurre en buena parte, porque el mantenimiento de un TT es demasiado elevado, lo que hace que poca gente busque un de estos con 10 años de uso. ¿Se imaginan cuánto costaría reparar, digamos, la transmisión automática de un TT? Al tener menos compradores, su precio baja, por la lógica acción de las leyes de mercado.

Por todo esto, tener un auto Premium no es para cualquiera. No es suficiente tener la capacidad adquisitiva para hacerse de uno de ellos, es necesario también tener los recursos para mantenerlo, junto con las ganas de hacerlo. Por esto, mucha gente que sí tiene dinero para exhibir en su cochera un Acura, mejor tiene un Honda. Claro, también está el problema de la inseguridad, de que cada vez menos consumidores quiere ser visto en un auto exclusivo. Pero este, ya es otro tema.
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