Suplementos

Motor de arranque

Las sorpresas de Brasil

Luego de casi 20 años en México, todos en Guadalajara, ya amante irreversible de los tacos, los nopales, el pozole y las Chivas, es natural que volver a mi país de origen mi causa una que otra sorpresa. Sin embargo, en esta ocasión en la que llego para conducir la nueva Fiat Strada doble cabina, sentí de una manera más marcada algunas diferencias. La más fuerte de ellas fue la capacidad adquisitiva de la población, que hoy en día llena las tiendas de todo tipo en todo el país.

Las filas con sólo dos o tres personas delante de nosotros para pagar algo, tan comunes aún en México, ya casi no existen en el país sudamericano. Y esto aplica también para los distribuidores de vehículos. El lado positivo es que los casi 200 millones de brasileños tienen más acceso a los bienes de consumo, sean durables como los autos o básicos como la alimentación. Una rápida mirada en los números de agosto de la industria automotriz brasileña, muestran que sólo en septiembre se vendieron más de 290 mil unidades. Se espera que este 2009 termine con ventas por arriba o apenas por debajo de los tres millones de unidades. Es una fortaleza envidiable que el sector muestra, aún más comparado a México. La diferencia la hace, más que nada, el programa de incentivo del gobierno federal, que simplemente cortó impuestos, en lugar de crear un sistema tan complicado que es necesario una calculadora científica, un título y un post-grado en economía para entenderlo, como el que se hizo en tierra azteca. No hay que “deschatarrizar”, presentar papeles que en muchos casos ya ni siquiera existen o hacer una excursión a los distribuidores, para ver qué vehículos entran en el programa.

El incentivo brasileño hizo que las ventas de septiembre fueran casi 20% mayores que las de 2008, produciendo un aumento de 5.8% en lo que va del año. En México, como ya lo sabemos todos, la caída es de alrededor de 30%, un número que debe mantenerse hasta el final de este año, aunque hay una ligera esperanza de que lo peor ya haya pasado y que estemos, despacio pero sostenidamente, volviendo a crecer.

Sin embargo, no hay que pensar que todo es bueno en Brasil y malo en México. Es verdad, una industria automotriz más sólida ayuda a renovar el parque vehicular, mantiene y genera empleos. El lado negativo, al menos en el gigante sudamericano, es el exceso de vehículos que ya se percibe claramente en algunas ciudades. Recife, por ejemplo, cuya población de toda su mancha urbana (incluyendo ciudades vecinas como Olinda y Jaboatao) gira alrededor de los 3.5 millones de habitantes, muestra tiempos de traslado que con mucha frecuencia rebasa los 45 minutos para cubrir una distancia de 10 kilómetros. Esto ocurre porque, a pesar de que su población de vehículos es inferior al millón de unidades (en otra palabras, menor que la de Guadalajara), la ciudad creció verticalmente. En una cuadra, en lugar de 40 casas e igual número de familias, tenemos 20 edificios de departamentos que abrigan a, digamos, 24 familias cada uno, para un total de 480 familias. Probablemente tengamos hasta mil o más vehículos en una cuadra como esa. Las consecuencias viales son enormes. Los atascos son cosa de todos los días y todas las horas y la contaminación sólo no es mayor debido a que, por un lado, la ciudad es bendecida por una casi eterna brisa que sale del mar, como también por el hecho de que más de la mitad de los autos que por ella circulan, usan etanol como combustible.

La sensación que me llevaré  de regreso a México en esta ocasión es de que ambos países deben aprender el uno con el otro. México puede usar en su territorio el lado bueno de lo que está haciendo Brasil, como bajar los impuestos para incentivar la venta de autos nuevos o usar etanol, que no sólo baja las emisiones de CO2 como también incentivan el campo. Pero Brasil debería volver hacia nosotros y hacer que su población vuelva a vivir en casas, porque el llamado “crecimiento vertical” los está matando sofocados.
Síguenos en

Temas

Sigue navegando