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El peso del dólar

El segundo semestre de 2008 no fue precisamente una buena época para la economía mundial. Casi todos los países vieron su producción disminuir, ante la caída más que nada de la confianza del consumidor en el futuro inmediato. México no fue la excepción y una de las industrias que más sintieron el golpe de la retracción del mercado, fue la automotriz. Desgraciadamente, la tendencia en 2009, por más optimista que se quiera ser, no es buena y esto se debe, más que nada, al problema del cambio, es decir, el mucho menor valor del peso frente a un dólar que exhibe sus músculos con una fuerza que no se veía desde el infame “error de diciembre”, de 1994.

La caída de 6.8 por ciento en las ventas del mercado interno en 2008, no fue tan grave como en otros países. El mayor ejemplo lo obtenemos del vecino del norte, que vendió cerca de 20% menos autos durante el año pasado, comparado con 2007. Pero, todos sabemos que cuando a Estados Unidos le da gripa, México sufre de pulmonía. Y como la producción mexicana es muy volcada hacia lo que consumen en el norte, su mercado encogido nos representa un problema.

El principal problema para la baja de ventas en la Unión Americana, según los especialistas, es la falta de crédito. La gente, aparentemente, quiere comprar, pero no tiene los medios para hacerlo.

A pesar de que no vivimos una situación tan grave, hablando de crédito, como la de EUA, el crédito para comprar coches también comienza a ser más complicado por aquí. Los bancos tardan más tiempo en decidir sobre si otorga o no un financiamiento para la adquisición de un auto nuevo. Son más cuidadosos con relación a quién otorgan dinero. Este primer filtro es ya un problema que detiene el ímpetu de compras del consumidor nacional. El Gobierno Federal ya anunció ayuda a las financieras, para que éstas puedan seguir operando lo más cercano posible a la normalidad. Esto baja la velocidad de este problema, pero el otro, el más grave, sigue siendo la devaluación de nuestra moneda.

La economía mundial está globalizada desde hace un rato. Esto, como todo, tiene ventajas y desventajas. Entre las primeras está el acceso a mejores productos y tecnología más reciente, antes exclusivas de los países más desarrollados. Sin embargo, crea una dependencia de partes y productos externos y con ello, estamos todos más vulnerables ante las variaciones de las tasas de cambio.

Con el dólar comprándose por cerca de 11 pesos, todo iba bien y caminaba por aguas conocidas y tranquilas. Pero ahora que la cotización de la moneda estadounidense rebasó los 14 pesos, la situación es mucho más complicada.

En primer lugar, se complica para los coches importados. Para vender autos que fueron comprados en moneda extranjera, son necesarios más pesos que antes. Esto, por supuesto, presiona los precios hacia arriba.

Luego, aún los autos fabricados en México, usan muchas partes importadas que, por supuesto, también son compradas en dólares, euros, yenes o reales, por usar sólo algunos ejemplos.

Por último, están los coches que se venden en dólares, como los de las marcas de lujo. Que no sólo son comprados en moneda extranjera, sino que también se comercializan de esa forma.

En todos los casos, hay una presión natural porque suban de precio. El detalle es que aumentar los precios justo en un periodo de ventas débiles, es algo que cualquiera sabe que no se debe hacer. Esto lleva el mercado a un impase. Hay que subir los precios, porque los costos se dispararon, pero no hay que subirlos, porque no se está vendiendo lo que se quisiera.

Como no existe magia para salir de este “embotellamiento” en el que se encuentra la industria, lo que se hará será subir los precios poco a poco. Quien hizo la tarea y preguntó los precios en noviembre y diciembre, verá que hoy, en muchos casos, ya cuestan más. Y no se quedará por ahí. Honda, por ejemplo, sube sus precios en febrero. Toyota hará lo mismo en marzo. Todas las demás, deben seguir un camino similar.

Hay un caso, en particular, que me llama la atención: Subaru. Se trata de una marca de volumen, en muchos casos, pero que cotiza sus precios en dólares. Hasta finales de enero, la cotización en las agencias de la marca era de 10,99 pesos por dólar estadounidense. Para febrero deberá seguir igual o subir muy poco. Porque el hecho es que para un coche como el sedán compacto Impreza —que compite con el Honda Civic— y tiene su precio definido como 21,470 dólares, puesto a 14,3 pesos por dólar sale por 307 mil pesos, un precio que lo pone a competir más bien, contra un Accord, ya que el Civic más caro sale, en enero, por 248,500 pesos.

Subaru, así como las marcas de lujo, o cambia sus precios a pesos o tendrá que inventar, mes con mes, su propia cotización, lo que complica el consumidor y lo aleja de sus distribuidores, ya que nadie en estos momentos, quiere acercarse a cualquier cosa que esté cotizada en dólares, menos si no está respaldada por un logotipo Premium.

El consumidor que tenga algo de capital en este momento, puede conseguir ofertas que difícilmente lograría. Son precios que, sin sonar como a oferta de tiendas de baratillas, no se volverán ver, simplemente porque el peso del dólar es demasiado elevado. Y no muestra señales de que bajará.
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