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Para nadie es un secreto la precaria situación que vive Chrysler en este momento. La tercera mayor compañía estadounidense fabricante de automóviles, sufre las consecuencias de la más fuerte crisis financiera mundial en décadas, un problema que es agravado por su línea de productos pesada, sedienta y poco atractiva, además de su dependencia crónica del mercado de Estados Unidos.
Chrysler sobrevive en estos días gracias a un préstamo del gobierno federal, que le permitió tener algo de liquidez para operar. Para que este dinero siga en sus manos, deberá presentar un plan de supervivencia al Tesoro estadounidense antes del final de marzo próximo. Y tiene que convencerlos de la viabilidad de ese plan. Es ahí donde entra Fiat.
La armadora italiana de autos recientemente salió de una situación similar a la que vivía Chrysler. Estuvo al borde de la quiebra y pudo levantarse para, de nuevo, hacer lo que siempre supo hacerlo: coches chicos, con gran diseño, tecnología e historia.
Fiat tiene su presencia más poderosa en Europa, donde obviamente en Italia se concentra su mayor fortaleza. Fuera de ese continente, Brasil es su país más exitoso, donde la marca produce más de 800 mil vehículos por año y exporta a casi toda América Latina. A pesar de su momento de éxito, Fiat nunca pudo realmente entrar al mayor mercado del planeta, precisamente Estados Unidos.
No se necesita ser un genio para ver que Chrysler y Fiat son marcas totalmente complementarias. Mientras la americana concentra sus fuerzas en camionetas y vehículos de gran tamaño, con motores inmensos conocidos por su enorme sed, los italianos tiene justo lo contrario: autos pequeños y económicos. Juntas, serán una fuerza más importante en el mercado mundial, ahorrarán dinero en desarrollo de tecnología, diseño, compras y mercadotecnia, por nombrar sólo algunas áreas. Chrysler tendrá acceso a mercados muy importantes, donde Fiat ya está presente con mayor o menor fuerza, como Brasil, China o India. Por su parte la marca italiana tendrá el “green card”, es decir, la autorización para participar de inmediato en Estados Unidos.
En teoría, la unión entre ambas empresas tiene todo para funcionar bien. Pero, en la práctica, es una incógnita del tamaño del mundo.
Chrysler dejó de ser una compañía independiente en 1998, cuando fue vendida a Daimler-Benz, en una operación que se describió como “unión entre iguales”, pero que el tiempo mostró que se trató simple y llanamente de una compra. El matrimonio entre esas empresas no alcanzó a celebrar 10 años, ya que en 2007, Daimler vendió 80 por ciento de Chrysler a Cerberus, una compañía neoyorquina de inversiones. Antes de cumplir su segundo aniversario con la marca en sus manos, Cerberus ya la quería vender y al no encontrar, digamos, un pretendiente para la novia que ofreció al mercado, se fue con lo mejor que pudo encontrar: la alianza con Fiat, que se quedará, de confirmarse la operación en abril próximo, con 35% de Chrysler y esto sin tener que hacer ningún esfuerzo financiero, es otras palabras, Fiat ayudará a pagar las cuentas de Chrysler y Cerberus está, al menos por ahora, contenta con eso.
Las dos alianzas más recientes de la industria ya mostraron un fracaso absoluto, la empresa que en su momento se conoció como DaimlerChrysler. La otra, más exitosa y durable, sigue con algunos problemas, que parecen más de orden interno en Renault, que consecuencia de un mal entendimiento entre japoneses y franceses.
Pero nada garantiza que estadounidenses e italianos vayan a funcionar bien juntos. En Renault y Nissan, casi todos son unánimes en decir que el éxito de su alianza viene del respeto mutuo, exactamente lo que parece haber faltado tanto en Chrysler como en Daimler, en su momento. Además, Fiat está distraída, coqueteando con otra empresa a la que puede también asociarse: El grupo francés PSA Peugeot-Citroën.
Así, ya veremos si en su segundo matrimonio, Chrysler se muestra mejor esposa que en el primero. Además, no hay que olvidar que el primer marido de Chrysler, Daimler, aún tiene 20 por ciento de las acciones de ésta. Es un triángulo amoroso complicado, pero que si resulta, será positivo no sólo para las partes involucradas, también lo será para el resto del mundo.
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